sábado, 16 de mayo de 2009

8º Comentario de Ética. La pildora del día después.


Este artículo ha sido publicado en el semanario “Alba”.

Las ministras de Sanidad e Igualdad anunciaban, la semana pasada, la libre dispensación de la píldora del día después (PDD) en farmacias y sin receta médica. La decisión administrativa de la Agencia del Medicamento del Ministerio de Sanidad llevará tres meses de trámites.
Hasta ahora se dispensaba en hospitales, centros sanitarios y de planificación familiar.

El argumento de Trinidad Jiménez es que “no es abortiva, sino anticonceptiva”.
Esta afirmación es falsa, pues la PDD tiene un doble efecto: evita la fecundación y, si falla, evita la anidación. Puede tener, por tanto, tanto un efecto de inhibición de la ovulación como de destrucción del embrión humano ya existente en el tiempo que transcurre entre la fecundación y la anidación en le útero, como explica el presidente del Foro Español de la Familia, Benigno Blanco. Es más, según estudios científicos, entre un 34% y un 42% de las veces, la PDD actuaría por mecanismo antiimplantatorio, por tanto, abortivo.
La ministra de Sanidad argumenta que no es abortiva, porque siguiendo la teoría de la O.M.S. sólo hay embarazo cuando se da la implantación del óvulo fecundado en el útero. Recordemos que la O.M.S. es un organismo de política sanitaria no un organismo científico.

La segunda falacia de la ministra de Sanidad es afirmar que no existe ninguna contraindicación clínica, ni efectos secundarios.
Cuando le preguntamos qué sentido tiene que los prospectos del medicamento sí ponen en guardia de los efectos clínicos, la ministra contesta: “los prospectos siempre advierten de muchas cosas, si uno los lee, le entran ganas de no tomar nada”. Maravillosa respuesta, cuando el prospecto advierte de efectos adversos “muy frecuentes” en una de cada 10 consumidoras.
Resulta al menos chocante, el control solicitado en la venta de fármacos a todos los farmacéuticos y la facilidad que se quiere imponer en la dispensa de la PDD, afirma la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Cristianos.

Otra falacia se desprende en la afirmación de que la libre dispensación de la PDD en farmacias va a recortar las cifras de embarazo no deseados y de abortos provocados.

La experiencia de los de nuestro entorno no lo confirma así. El estudio publicado en 2004 en el Human Reproductive Advance sobre la praxis británica nos lleva a detectar una banalización de las relaciones sexuales que conduce a una sensación de falsa seguridad que conllevó incrementos sustanciales de enfermedades de transmisión sexual, embarazos inesperados y abortos quirúrgicos. Por este motivo, el secretario general de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, Luis T. Mercé Alberto, califica de frívola la decisión del Gobierno.



8º Comentario de Filosofía. Crítica de la democracia moderna.Felipe Jiménez Pérez.4ª Evaluación


Crítica de la democracia moderna. Artículo publicado en la revista Razón española (Noviembre-Diciembre 2008)
Los marxistas fueron los primeros en formular severas y agudas críticas contra la democracia representativa o democracia burguesa. La libertad y la igualdad formales de las elecciones democráticas burguesas ocultan y disimulan la esclavitud y la opresión materiales del capitalismo. Así entonces la república democrática es el caparazón político óptimo para el capitalismo, porque la relación entre la administración burocrática y el sufragio universal es la contrapartida política óptima de la relación entre la explotación capitalista y el intercambio de mercancías.
Según Marx, las elecciones democráticas deciden cada tres o seis años qué miembro de la clase dominante va a representar al pueblo en el Parlamento. Para Lenin, la democracia burguesa es siempre una democracia para la minoría, sólo para las clases poseedoras, sólo para los ricos.
Marx y Engels denominan cretinismo parlamentario a la ilusión de que en las situaciones revolucionarias las decisiones de los funcionarios electos son automáticamente ejecutadas.
La democracia es la forma estatal más adecuada para el dominio de la clase capitalista.Dice Lenin: " La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo; y, por lo tanto, al dominar esta envoltura cimenta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que no lo conmueve ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa".
El parlamento elegido por sufragio universal es un invento de la sociedad capitalista. Sin embargo, el carácter de clase del Estado burgués exige que el poder efectivo y real no resida incondicionalmente en órganos electos sino que el ejército, la policía y
la burocracia, son cuerpos constituidos de modo no democrático y protegidos adecuadamente para que el control parlamentario sobre ellos nunca pueda ser total; por lo demás, aun suponiendo que las elecciones sean formalmente libres, nunca podrán serlo realmente de un modo completo en una sociedad en la que para todo impera un poder tan multiforme y escurridizo como el del dinero.
Las teorías de la democracia elitista critican la teoría clásica de la democracia. Resulta ser algo ficticia la representación de que el pueblo tenga la soberanía, el poder político. En el fondo, en la democracia quienes gobiernan son las élites políticas, que son las que compiten por el voto del pueblo en una lucha competitiva electoral. Según Max Weber, con el sufragio universal y la formación de partidos políticos de masas, la democracia se convierte en el Estado de partidos. Por eso, el parlamento pierde paulatinamente influencia como centro de debate y deliberación política. Los partidos políticos dirigen a los diputados eliminando el mandato representativo y sustituyéndolo por el mandato imperativo merced a la disciplina de voto del partido. Los partidos políticos son el centro de la vida política. El partido político organiza la representación. Las cuestiones políticas no interesan a las masas, quienes eligen entre diversas élites políticas que se enfrentan entre sí por el liderazgo político. Los partidos políticos se convierten en medios para competir y ganar las elecciones. Los partidos refuerzan el fenómeno del liderazgo político. Las masas son apáticas políticamente y emocionalmente manejables. Los electores son incapaces de discriminar entre políticas distintas. Sólo saben discriminar y elegir entre líderes políticos. La democracia funciona como el mercado. Es un mecanismo institucional que sirve para eliminar a los más débiles y para establecer a los más competentes en la lucha competitiva por los votos y por el poder. Así pues, para Max Weber la democracia representativa es una democracia de liderazgo plebiscitario.
Schumpeter explica el funcionamiento de la democracia desde la perspectiva de la economía política y entiende por lo tanto la democracia como democracia de mercado. Los votantes son consumidores políticos que representan la demanda del mercado político y los políticos y las élites políticas representan la oferta. La democracia es el gobierno de las élites políticas. Esto es lo que afirma en «Capitalismo, socialismo y democracia». La democracia no es entonces el gobierno del pueblo. Ni hay voluntad del pueblo, ni poder del pueblo ni voluntad, general. Por ello, «la democracia no significa ni puede significar que el pueblo gobierna efectivamente, en ninguno de los sentidos evidentes de las expresiones "pueblo" y "gobernar". La democracia significa tan sólo que el pueblo tiene la oportunidad de aceptar o rechazar los hombres que han de gobernarle. Pero como el pueblo puede decidir esto también por medios no democráticos en absoluto, hemos tenido que estrechar nuestra definición añadiendo otro criterio identificador del método democrático, a saber: la libre competencia entre los pretendientes al caudillaje por el voto del electorado. Ahora puede expresarse un aspecto de este criterio diciendo que la democracia es el gobierno de los políticos". El poder popular se reduce a ser un poder electoral. La titularidad del poder político le pertenece al demos, mientras que el ejercicio del poder es confiado a los representantes elegidos por el pueblo.
Como decía Napoleón, el poder viene de arriba y la confianza viene de abajo.
Los partidos políticos son vendedores de mercancías políticas y los electores son los compradores de esas mercancías políticas. Las élites políticas deciden las cuestiones políticas en nombre del pueblo y para el pueblo. Los electores son apáticos y no tienen un conocimiento político preciso ni riguroso. El pueblo es sensible a la propaganda. Los electores son propensos a impulsos emocionales intensos incapaces intelectuales de hacer nada decisivo por su cuenta y sensibles a las fuerzas externas. La voluntad del pueblo, la voluntad general son ficciones.
La vida política democrática es la lucha competitiva entre los partidos por los votos de los electores. El comportamiento de los políticos es análogo a las actividades de los capitalistas que compiten por captar a los clientes. Las técnicas de publicidad electoral son idénticas a las técnicas de publicidad comercial.
El partido político es una máquina electoral que busca la conquista del poder político. Las técnicas de propaganda son para persuadir al electorado de las bondades del político. Las ideologías de los partidos políticos no importan ya. Lo que importa es la capacidad de los partidos para promocionar y sostener un liderazgo político
La democracia es entendida por Schumpeter como un método político para generar decisiones políticas mediante el sufragio universal por medio del cual los electores eligen periódicamente entre diversos equipos de líderes políticos que le son ofertados en el mercado político. «La democracia es un método político, es decir, un cierto tipo de concierto institucional para llegar a las decisiones políticas -legislativas y administrativas-, y por ello no puede constituir un fin en sí misma, independientemente de las decisiones a que dé lugar en condiciones históricas dadas. Por ello, la posición de Schumpeter no es precisamente una posición política fundamentalista democrática, así, "siendo la democracia un método político, no puede ser un fin en sí misma, ni más ni menos que cualquier otro método". Las decisiones no democráticas pueden resultar en algún caso más aceptables para las personas en general que las decisiones democráticas. También Julien Freund dirá más tarde que también se puede hacer buena política en una dictadura.

Por su parte ,Carl Schmitt, distingue entre parlamentarismo y democracia, Según él, el parlamentarismo es el régimen político en el que el Parlamento es la institución central en la que se gobierna mediante una deliberación racional libre y pública sobre el bien común, Ya decía Donoso Cortés que la burguesía era una clase esencialmente discutidora. El gobierno parlamentario es un gobierno de discusión de opiniones en libre competencia. No se rige el parlamentarismo por la verdad, sino por la discusión racional permanente que no ha de tener fin. Todo puede ser discutido o ser puesto en discusión en el parlamentarismo. Esto ha producido una seria erosión en el Estado debido al gran poder de las facciones políticas o partidos. Pues bien, según Carl Schmitt, el parlamentarismo ha devenido algo obsoleto y caduco. En el siglo XX los parlamentos ya no funcionan según la teoría del liberalismo clásico del siglo XIX como canales institucionales de la discusión racional, libre y abierta que debía caracterizar al régimen parlamentario. En lugar de esto, merced a la extensión del sufragio y a la aparición de los partidos políticos de masas, tiene lugar la suplantación del Parlamento por los partidos y por sus dirigentes. Los arreglos secretos a puerta cerrada entre los comités directivos de los partidos y fuera del Parlamento, lo convierten de cámara de discusión en cámara de manifestación de acuerdos adoptados previamente entre los partidos.
Por democracia entiende Schmitt en cambio, siguiendo en esto de cerca a Rousseau, la identidad entre gobernantes y gobernados. La dictadura es antiliberal, pero no necesariamente antidemocrática. La democracia, en sí misma, no tiene contenido político definido. La democracia es un procedimiento, es una forma de organización. Tiene el valor de una mera forma. La democracia es algo instrumental para realizar determinadas políticas de las más variadas especies. Como bien dice Schmitt, una democracia puede ser militarista o pacifista, absolutista o liberal, centralista o descentralizada, progresista o reaccionaria y todo ello sin dejar de ser al mismo tiempo democracia.
Para los demócratas radicales, nosotros diríamos, fundamentalistas democráticos, la democracia tiene un valor absoluto en sí misma sin considerar los contenidos políticos que haya en ella. Para el demócrata radical la democracia siempre es válida independientemente de las consecuencias o efectos que de ella se deriven.
Finalmente, para concluir con la exposición de los principales autores críticos de la democracia moderna, debemos mencionar y destacar aquí en la España actual a la figura filosófica de Gustavo Bueno como filósofo político crítico de la democracia.Es la crítica de Gustavo Bueno a la democracia una crítica filosófica muy profunda, prolija, extensa, compleja y exhaustiva, de tal modo que resulta muy difícil de resumir y exponer aquí en este reducido espacio con el que contamos. Por ello, vamos a intentar ser sintéticos y sumarios al exponer en unos cuantos artículos el contenido principal de la crítica de Bueno a la democracia.
1 ° No hay una cosa tal como la soberanía popular ni tampoco hay algo así como la voluntad general. Ello es porque ni hay un pueblo como sujeto titular de la soberanía ni tampoco hay algo tal como la soberanía nacional. Hay que rechazar la ideología democrática que afirma la idea de autodeterminación de la sociedad política. El autogobierno o autodeterminación de la sociedad política es utópico por imposible. La sociedad no se autodirige. El poder político es asimétrico. Unos mandan y otros obedecen. Como diría Julien Freund, la política es el dominio del hombre por el hombre. Una parte de la sociedad política dirige a las otras partes restantes de la sociedad política
2° La crítica a la democracia es la crítica de la ideología democrática. La democracia contemporánea ha segregado una ideología legitimadora de sí misma a la que podemos denominar ideología democrática fundamentalista. Esta ideología envuelve a la democracia, de tal manera que funciona como una suerte de cinturón protector contra las refutaciones o falsaciones de la democracia y ello por una suerte de decisión metodológica adoptada por los ideólogos demócratas o por los profesores de ciencia política demócratas.
3° La democracia sólo es verdadera cuando brota del interior mismo de la sociedad política y deriva del mercado capitalista. Si no existe el mercado, no existe la democracia. La esencia de la democracia es la libertad entendida como libertad de elección entre los bienes de un mercado pletórico capitalista libre con propiedad privada.
4° El fundamentalismo democrático es básicamente lo que se entiende por teoría de la democracia. Tal teoría consta de tres elementos: A) La teoría de los tres poderes, B) La idea de la soberanía popular y C) la teoría del Estado de derecho.
En primer lugar la teoría de los tres poderes es una teoría metafísica y confusa y no es científica. La doctrina del Estado de derecho implica tanto una politización de la justicia como una judicialización de la política y la idea de la soberanía popular es un mito confusionario.
5° La democracia se caracteriza por las elecciones periódicas y recurrentes. Esta recurrencia es la que produce la eutaxia política democrática. En los Estados democráticos, hay elecciones. En los Estados no democráticos no hay elecciones.
6º El pueblo no manda ni gobierna ni controla nada. El pueblo carece de elementos de juicio suficientes y, por tanto, de capacidad de controlar políticamente a nadie. El pueblo no puede autodeterminarse. Todas las instituciones políticas democráticas dependen del azar, de la estadística electoral.
7º Los resultados electorales no significan un criterio objetivo acerca de la gestión del Gobierno. El pueblo se puede equivocar. La idea de que el pueblo tiene razón, es una ficción útil para pensar la democracia desde la ideología democrática.
8º La democracia ateniense no era una democracia. La democracia sólo puede existir con el capitalismo, con el mercado libre. La esencia de la democracia es la libertad objetiva entendida como libertad de elección entre diversas alternativas políticas o entre diversas mercancías en el mercado.
9° El mercado, la televisión y la democracia son isomorfos entre sí. Es la democracia de audiencia la democracia actual, como dice Bernard Manin. El fundamento de la democracia está en la constitución de una sociedad capitalista en la que exista la libertad de elección de los múltiples individuos consumidores ante una multiplicidad de bienes ofrecidos en el mercado.
10° La democracia implica tolerancia y un relativismo axiológico.
11º La democracia está poblada de contradicciones. Una de las contradicciones de las democracias es la que existe a propósito de la pena de muerte. Hay una contradicción a este respecto entre los partidarios de la pena de muerte y los abolicionistas.
12° Además, en las democracias contemporáneas tiene lugar una progresiva ecualización entre la izquierda y la derecha. Se trata de la difuminación de los límites entre los partidos políticos conservadores y progresistas.
Estas críticas a la democracia representativa ayudan notablemente a tener un concepto más ajustado de la democracia realmente existente así como a combatir la plaga ideológica actual que denominamos fundamentalismo democrático.
Felipe GIMÉNEZ PÉREZ

sábado, 2 de mayo de 2009

Libro del mes de mayo (2009). Las conexiones políticas.

El autor de este libro es Roberto L. Blanco Valdés, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago de Compostela.
Este libro, editado en 2001, trata de aclarar el déficit democrático de los partidos políticos y su incidencia en el sistema de la democracia actual.
Veamos un texto sacado del capítulo 1º titulado LEY DE HIERRO, PARTIDOS DE HOJALATA.

"Para Offe, las formas de participación política de la sociedad civil canalizadas a través de los tradicionales sistemas de partidos habrían «agotado mucha de su eficacia para reconciliar el capitalismo con la política de masas», lo que haría «plausible que el declive del sistema de partidos dé paso a que surjan prácticas menos encorsetadas y reguladas de participación y conflicto político, de las que podría resultar el potencial con el que desafiar eficazmente y superar los supuestos institucionales de la forma capitalista de organización social y económica. Tales prácticas menos encorsetadas estarían representadas, según Offe, por los denominados nuevos movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo, movimientos juveniles, etc.), formas de organización que habrían de permitir, a su juicio, la recuperación de las identidades colectivas que la consolidación de los partidos que Otro Kirchheimer llamara catch-all parties, "partidos atrapalotodo" había contribuido decisivamente a disolver.
Frente a esas previsiones, y por más que sea indiscutible la importancia creciente de ciertos movimientos sociales y de ciertos grupos de acción ciudadana en el desarrollo de la vida política, no parece que vaya a suceder.

En tal sentido, el politólogo Ludolfo Paramio ha desarrollado rigurosa y convincentemente la hipótesis de que los nuevos movimientos sociales son una variante de los grupos de interés, cuyo auge durante los años setenta debe ser puesto en relación con la crisis de un sistema político dual, basado, de un lado, en la democracia de partidos y, de otro, en un pacto corporativo entre los grupos de interés dominantes hasta entonces: los sindicatos y la patronal. Así las cosas, «los movimientos sociales no pueden verse como una superación del sistema de partidos, en el sentido en que algunos autores lo han venido interpretando. En una palabra, y por decirlo con las de quien es hoy una autoridad en toda Europa, K1aus von Beyme, resulta demasiado pronto para proclamar el "fin de los partidos".
La experiencia histórica del ecologismo sueco o alemán, que, como un Guadiana, desaparece y reaparece, sin que en todo caso su presencia llegue a suponer un cambio cualitativo y de irreversibles consecuencias para las organizaciones políticas históricas, constituye la mejor prueba de lo que acabo de apuntar. También contribuye a apoyar esta impresión el hecho, no menos notorio, de que en el único caso en el que las fuerzas antipartidistas parece haber sido capaces de desplazar de forma definitiva a las fuerzas tradicionales conformadoras del sistema de partidos, en el de Italia, los partidarios del derrumbe no hayan sido en caso alguno organizaciones encuadrables dentro del conjunto de los nuevos movimientos sociales. Como certeramente subrayaba Salvatore Lupo para Italia, según pudimos ver páginas anteriores, lo que define a las ligas al contrario de lo que caracteriza a los movimientos sociales nacidos en la década de los setenta, es precisamente el que todos esos movimientos, lejos de pretender su reconstrucción, dan por descontado el fin de las identidades colectivas. No parece, en suma, que éste vaya a acabar por ser el camino para superar la crisis partidista.

Una de la reformas que se postulan para salvar esa crisis partidista es abrir las candidaturas y ensanchar los vínculos de unión, control y dependencia entre partidos y electores, por medio de reformas tendentes, bien a abrir las listas, donde son cerradas, bien a superar el propio sistema de listas, mediante la introducción de sistemas de tipo mayoritario que funcionen con distritos electorales uninominales. Se trataría, en una palabra de aumentar las posibilidades de elegir del cuerpo electoral.
No creo que sea tampoco en el ámbito de la ingeniería electoral en donde debamos de centramos para hacer frente a los problemas que tenemos planteados. A continuación intentaré justificar por qué.
Para mí, ha acabado por tener razón Kirchheimer con su formulación, no menos conocida, de la progresiva generalización en las modernas sociedades industriales del modelo del partido atrapalotodo. Según Kirchheimer, tras la Segunda Guerra mundial los antiguos partidos de masas de base clasista o confesional quedaron sometidos a una presión que los puso en vías de convertirse en partido "de todo el mundo", partidos estos cuyas características definidoras serían las siguientes: a) una desradicalización de los componentes ideológicos del partido; b) un fortalecimiento progresivo de sus dirigentes, cuya labor se juzgará más en función de su contribución a la solución de los problemas generales que de su lealtad a los fines del partido; c) un correlativo debilitamiento del papel de los miembros del partido; d) una ampliación de su base electoral, que permitiría pasar de un partido de base «confesional» o «clasista a uno que que pretende con su propaganda electoral abarcar a todo el mundo; y e) finalmente, una búsqueda consciente por establecer lazos estables con los grupos de interés.
Panebianco cita las dos características de los cambios producidos en las sociedades europeas que conllevan el cambio de modelo de partidos:
-el proceso de homogeneización a nivel económico, social y cultural que se ha venido produciendo en las sociedades de Occidente desde después de la Segunda Guerra Mundial.
- la profunda remodelación producida en el ámbito de la información y la comunicación en general, bajo el efecto de los mass media y muy especialmente el espectacular impacto de la televisión.
En el nuevo partido -escribe Panebianco- los "expertos", los técnicos que dominan una serie de conocimentos especializados son los que desempeñan un papel cada vez más importante y que son tanto más útiles cuando más se desplaza el centro de gravedad de la organización de los afiliados a los electores.
Aunque las consecuencias de la aparición de este nuevo modelo de partido profesional-electoral son muy notables desde el punto de vista de la dinámica o, según veremos en el próximo capítulo, desde la perspectiva de los medios de financiación de los partidos, lo único que ahora me interesa destacar es el hecho de que ni los cambios descritos en su día (1972) por Kirchheimer ni los delineados después (1982) por Panebianco favorecieron un proceso de democratización de las organizaciones partidistas. Por el contrario se tradujeron en términos generales, en un reforzamiento de las tendencias a la oligarquización que ya fueran denunciadas por Michels u Ostrogorski .

Pero al igual que antes señalé al referirme a las propuestas de modificación del sistema electoral (introducción de listas abiertas o de distritos uninominales ), tampoco en este ámbito existen, a mi juicio, demasiadas razones para el optimismo Ciertamente, las experiencias europeas comparadas tan bien estudiadas en obras exhaustivas como las de Cárdenas, Pinelli o Katzy y Mair han venido a demostrar que, incluso en aquellos casos en que el legislador ha optado por establecer normas disciplinadoras del funcionamiento interno de las organizaciones partidistas, tales normas ha obtenido un escaso nivel de cumplimiento.
Veamos el caso español:
Pese a la disposición de que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos deberán ser democráticos, contenida en el artículo 6º de nuestra Constitución, pese a las previsiones, ciertamente muy laxas, en tal sentido establecidas en la Ley de Partidos de 4 de Diciembre 1978; y pese, finalmente, a que se han ido produciendo algunos pronunciamientos judiciales que han anulado actos internos de órganos dirigentes de organizaciones partidistas por suponer tales actos una vulneración de alguno de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución, lo cierto es que, también en España y al igual que ha venido ocurriendo en Alemania y en los restantes países europeos, los partidos han funcionado en general de forma escasamente democrática sin que un posible y eventual control judicial de la vida interna partidista haya podido evitarlo.