lunes, 30 de septiembre de 2013

Libro del mes (septiembre 2013): Lecciones de derecho natural.



Este libro es del profesor de Derecho Natural de la Universidad Complutense, José María Rodríguez Paniagua. En este capítulo diserta sobre el derecho y la ética a través de los filósofos más importantes. Veamos un fragmento del mismo:

"LA DIFERENCIA ENTRE  MORAL Y DERECHO"

"Para esclarecer un poco más el concepto de Derecho conviene confrontarlo con el de Moral (lo que haremos en este capítulo) y con el de usos sociales (lo que haremos en el próximo). 

Hoy día hay quienes ponen más énfasis en la conexión y unidad que en la diferencia entre Moral y Derecho. Pero, incluso para comprender el sentido de esa unidad, es preciso no perder de vista la diferenciación de ambos conceptos. 
El logro de esta diferenciación ha sido una tarea extremada­mente laboriosa para la humanidad, y todavía hoy continúa siendo polémica. Su trascendencia no puede ocultársenos, porque de ella depende la determinación de las conductas que han de ser exigidas con el rigor propio del Derecho, y el modo como deben realizarse las acciones, en cuanto reguladas por la Moral y en cuanto regu­ladas por el Derecho. 
La mentalidad griega no estuvo en condiciones de captar la diferencia entre Moral y Derecho, porque contemplaba a ambos como dotados de carácter político, es decir, estatal. Ni siquiera SÓCRATES, que parece tuvo un atisbo de lo que actualmente llama­mos «la voz de la conciencia», llegó a distinguir la moralidad de la legalidad: ésta podía ser criticada, e incluso desobedecida en los mandatos concretos de los gobernantes; pero en todo caso había de ser respetada; y en cuanto a la legalidad establecida, la que venía a ser la expresión de la manera de ser del Estado, de su modo de gobernarse, era en definitiva la norma de conducta, la que determinaba qué acciones eran buenas y qué acciones eran malas. En cuanto a los romanos, tal vez pueda decirse, como afirma DEL VECCHIO, que tuvieron «una intuición fina y exacta de los límites del Derecho», que por eso procedieron «siempre de un modo seguro en las aplicaciones prácticas»; pero lo cierto es que no llegaron «a trazar su distinción teórica de la Moral» .
Era más fácil que esta distinción se lograra dentro del cristia­nismo, que además de introducir la diarquía Iglesia-Estado, dejan­do al individuo en la necesidad de orientarse entre una y otro, le da una independencia y una dignidad, en cuanto destinado a una vida eterna de unión con Dios, que lo eleva muy por encima de la vinculación al Estado que tenían como perspectiva los griegos y los romanos antes de la asimilación del cristianismo. 
Un esbozo de distinción entre Moral y Derecho podemos verJo ya en SAN AGUSTíN, quien asigna a la ley humana, «que tiene sólo por fin el gobierno de los pueblos», la función de «castigar no más que en la medida de lo preciso para mantener la paz entre los hombres» . Es decir, que, frente a la ley eterna y la ley natural, que se refieren a la moralidad en general, la humana, en la que evidentemente podemos ver representado el Derecho, tiene tan sólo una orientación social, y por cierto bastante restringida: «mantener la paz entre los hombres». 
Mayores precisiones encontramos en SANTO TOMÁS DE AQUI­NO. En primer lugar, porque no se refiere a la ley humana, sino al Derecho y a la justicia legal o general, que se corresponde con el Derecho ; en segundo lugar, porque tiene en cuenta el aspecto de la orientación y finalidad social del Derecho de un modo más adecuado: no sólo mantener la paz, es decir, la seguridad jurídica, sino también, de manera más general, procurar la «ordenación al bien común»; en tercer lugar, porque nos indica no sólo la diver­sidad de fines, de la Moral y el Derecho, sino también el distinto modo como se han de procurar: en los actos del Derecho y de la justicia legal no hay que atender al «modo como se los realiza», a diferencia de las demás virtudes, que «perfeccionan al hombre sólo por referencia a él mismo», y, por consiguiente, hay que tener en cuenta en ellas el modo como se realizan. Tenemos, pues, que para SANTO TOMÁS el Derecho se orienta al bien común o social, pero de una manera objetiva, conformándose con que de hecho se realice lo que conduce al bien común, o social, o colectivo, sin tener en cuenta el modo subjetivo de su realiza­ción . Sin embargo, en el ambiente que recogió y mantuvo duran­te siglos la doctrina de SANTO TOMÁS DE AQUINO tuvo más peso que estas precisiones el hecho de que en ella apareciera el Derecho íntimamente vinculado con la justicia y de que se tratara de ésta como de una virtud más, al lado de las otras virtudes morales. Esto bastó para que no se cayera en la cuenta de la trascendencia o importancia de sus matizaciones; y para que se adscribiera su doctrina de las relaciones entre Moral y Derecho a la que era general en su tiempo y durante mucho tiempo después: la que asimilaba el Derecho a la Moral, no viendo en el primero más que una parte de la segunda. En realidad era esto lo que pedía el ambiente, porque la diarquía introducida por el cristianismo se había vuelto a perder en la práctica, o, al menos, se había desdi­bujado, por la alianza de las dos potestades (la alianza del trono y del altar). Hay que esperar al siglo XVIII para encontrar por primera vez un ambiente propicio para la recepción, es decir, la aceptación generalizada de la distinción entre Moral y Derecho. Ese ambien­te no es otro que el de la ilustración, especialmente preocupado por las cuestiones de tolerancia religiosa. Como había la tendencia a entender la religión ante todo como religión natural, es decir, como derivada de la razón y de la naturaleza humana, y no de la Revelación divina, era lógico que esa religión apareciera no sólo como íntimamente relacionada con la Moral, sino incluso centrada en ésta (la religión misma era una obligación moral, para con Dios)".



domingo, 1 de septiembre de 2013

Libro del mes (Agosto 2013): Retorno al pudor.



La autora del libro es la norteamericana Wendy Shalit, doctora en Filosofía. En este libro defiende el sentido de la vergüenza, la privacidad, la caballerosidad y la importancia de la reticencia sexual y propone una vuelta al pudor.

Veamos un fragmento de este libro:

"Mientras tanto, muchas mujeres que han tenido amplia experiencia en relaciones sexuales sin compromiso devoran las obras dramáticas del siglo diecinueve -en el cine, en el PBS, en cualquier sitio donde puedan echar mano de obras de Jane  Austen y disfrutar con personajes como Emma o Elisabeth Bennet- con una seriedad cuasi religiosa que sería cómica si no fuera tan dolorosa de contemplar. Aunque recono­zcamos entre nosotras que tenemos ilusiones románticas, no nos  atrevemos a hacerlo en público por miedo a que se piense  que estamos «desequilibradas». 
Pero, podrías preguntarme, ¿por qué debería importamos todo esto, y por qué vamos a metemos donde nadie nos llama? 
La respuesta es que la sociedad moderna ha arrebatado a las mujeres  jóvenes la principal arma de que disponían para pro­teger sus esperanzas, y ahora es necesario dar la cara para pedir que sea devuelta. 

El pudor de la mujer no es una manera artificial de «reducir el propio atractivo», ni es, como dice G.F. Schueler, una simmple falta de atracción por los «bañadores exiguos». Es mucho más que todo eso. El pudor es un reflejo que se despierta de manera natural para ayudar a la mujer a proteger sus ilusiones y guiarla hasta su plenitud, y en concreto la ilusión de que solamente haya un hombre en su vida. No  hace falta recurrir al estudio de Buss y Schmitt sobre el sexo para saber que la mayoría de las mujeres preferirían tener en su vida un solo hombre que sea fiel, con todos sus defectos, en vez de una sucesión de hombres que las abandonan. Lógicamente, con esta esperanza viene una cierta vulnerabilidad, porque de alguna manera, cada vez que un hombre se muestra inconstante nues­tras esperanzas se ven frustradas. Ahí es donde encaja el pudor. Porque es el pudor el que protege esta especial vulnerabilidad con el objetivo de poner a la mujer en las mismas condiciones que el hombre. El retraso que introduce el pudor en las rela­ciones entre hombre y mujer no solo hace que sea más proba­ble que las mujeres puedan elegir hombres que les sean fieles, sino que, al convertir la atracción sexual en amor, transforma a los hombres de machos sin civilizar -que buscan tantas pa­rejas sexuales como sea posible- en hombres que realmente desean ser fieles a una sola mujer. 

Para empezar a comprender la relación que hay entre el pu­dor, la vulnerabilidad sexual y las secretas y más altas esperan­zas de la mujer, basta echar un vistazo a un número de 1997 de Cosmopolitan (el de abril), donde encontramos una carta bastante extraña: 
Te copio más abajo una carta de amor genérica, donde hay algunos huecos para que tu chico los rellene. Haz cien copias de la carta y se las entregas. Pidele que te envíe una a la semana. Para que le resulte más sencillo, pásale también los sobres con la direc­ción y el sello ya puestos. «Queridísima        te echo muchí­simo de menos. Tú------  es como el aire que respiro. Sin él creo que me moriría. Tu preciosa------  me hace---------cada vez que te---------- No sé que haría si me dejaras. Quizá me-------- en un------ con---------------- Pero ningún sufrimiento que pudiera padecer es comparable con una vida sin ti, 
mi queridísima---------- Te quiere siempre, .» 

Así que hemos tenido que llegar a esto, ¿eh? ¡Y hay que ha­cer cien copias, nada menos! Ya se ve que la esperanza es lo último que se pierde ... Pero, querido director de la revista, ¿no decías que daba igual si no te querían? Justo un año antes po­día leerse en la misma revista: «¿Quién dice que no se puede disfrutar del sexo sin compromiso? No dejes que te laven el cerebro con esas nuevas modas ultraconservadoras: Por supuesto­ que puedes acostarte con alguien simplemente para pa­sar un buen rato. ¿Igual que los hombres? ¡Exactamente!»  
Y,sin embargo, en ese mismo número de Cosmo, unas pági­nas después, nos encontrábamos con «Lucy» que confesaba en tono lloroso que «necesito que mi novio me asegure constan­temente que me quiere y que me desea de verdad. Significa mucho para mí que esté dispuesto a hacer esto, aunque ima­gino que debe estar un poco cansado de consolarme. 
Quizá es que, a pesar de todo, todavía nos importa que nos quieran, pero corno todavía no tenemos una forma de hacer que este anhelo se concrete, todo lo que nos queda es una espe­ranza un tanto desesperada de recibir esa carta de amor que nunca nos enviaron, y de ahí que tengamos que conformamos con una carta-formulario y todos esos huecos miserables y sin sentido. A lo mejor por eso nos resistimos a aceptar "Las reglas", aquel libro de hace unos años que garantizaba a la lectora que el hombre que le gustaba se casaría con ella si cumplía -hacía o dejaba de hacer- todo lo que se indicaba en él. Muchas mujeres se compraron el libro, pero la mayoría se quedaron decepcionadas e incómodas, sin saber muy bien por qué, al leerlo. Algunas incluso se enfadaron. Me parece que es una buena cosa que nos hayamos resistido a esas reglas de actua­ción, aunque nos dijeran que «funcionaban», porque es un poco deprimente que hayamos tenido que llegar a esto. La realidad es que somos seres humanos, tenemos sentimientos y también dignidad. No somos ordenadores que rellenan hue­cos en los formularios y que siguen protocolos de comporta­miento. Estamos aquí para algo más que eso, algo más alto. 
El pudor es capaz de rellenar los huecos. No responde al vulgar cómo de la feminidad, sino al bellísimo por qué".