lunes, 6 de diciembre de 2010

1º Comentario de Filosofía y Ética: Dimensión trascendente del hombre.



Cuando se pierde la trascendencia se produce una fuga hacia la uto­pía. Tengo el convencimiento de que anular la trascendencia es para el hombre una amputación de la que propiamente se originan todos sus males restantes. Privado de su auténtica grandeza, no tiene otra salida que entregarse a esperanzas aparentes; ello con la agravante de reforzarse así un angostamiento de la razón que impide ya aprehender como racionales las cosas verdaderamente humanas. Marx nos ha enseñado que hace falta extirpar la trascendencia para que el hombre pueda al fin, curado ya de falsas consolaciones, edifi­car un mundo perfecto. Pero sabemos hoy que el hombre necesita la trascendencia para poder construir su mundo, siempre imperfec­to, de un modo que permita vivir en él con dignidad humana.

Si hasta ahora hemos considerado de un modo superficial, incluso en el aspecto político, una época de socialismo o fascismo, se impone contemplar su realidad como épocas de ideologías idolátricas, ficticias religiones que difunden esperanzas puramente seculares de salvación. Goethe supo describir esto de un modo clarividente en sus “Épocas del Espíritu”:

“Cuando esa mentalidad se haya expandido, enseguida vendrá una últi­ma época que vamos a llamar prosaica: porque no sabrá siquiera hu­manizar lo sustancial de las pretéritas asimilando de ellas el claro en­tendimiento y los usos entrañables, antes bien revestirá lo más antiguo con las formas de la vulgaridad; y de esta manera destruirá completa­mente sentimientos ancestrales, creencias populares, credos sacerdota­les e incluso esa fe del intelecto que aún se siente capaz de suponer tramas maravillosas tras lo insólito. Esa época no puede durar mucho. Apremiado por la necesidad ante el cariz del mundo, el hombre da un salto hacia el pasado en busca de dirección certera; mezcla creencias primitivas, populares y sacerdotales; se aferra a tradiciones de acá y de allá; se hunde en lo misterioso, y sustituye la poesía por fábulas que convierte en artículos de fe. En lugar de enseñar con buen criterio e instruir serenamente, se siembra a capricho juntamente la cizaña con la buena semilla en todas direcciones; no hay ya un centro al que se pueda dirigir la mirada, pues cualquiera se siente autorizado a presen­tarse como jefe y maestro y ofrecer sus más perfectas necedades como una obra completa. Y es así como viene a perderse el valor de todos los misterios, y con ello a resultar profanada la fe popular. Cosas que antes se deducían unas de otras de modo natural vienen a comportarse como elementos antagónicos, y con ello aparece nuevamente el caos, pero no como aquel originario germinal y fecundo, antes bien como un caos de muerte y putrefacción del que difícilmente podrá otra vez crear el Espí­ritu divino un mundo que sea digno de ÉL”
Según lo que podemos alcanzar, no tiene paralelo en la historia la situación espiritual de nuestro tiempo. Incluso será inútil compa­rarla con las vicisitudes de otras culturas que ha descrito Spengler. La época convulsiva que, al declinar el barroco, se iniciara con la Revolución francesa y la irrupción del hombre autónomo puede sig­nificar el fin de la cultura occidental; pero el hecho es que, merced a los conocimientos alcanzados por la civilización técnica que es hija de esa cultura, el discurrir espiritual de Europa ha ganado resonan­cia universal. Hemos de preguntamos si el imperio de las ideologías y del hombre autónomo, ayudado por los medios de la civilización técni­ca, nos habrá de llevar a un existir de termitera, despojado de fe y hundido en la barbarie, o si, por el contrario, nos conduce a una etapa transitoria de retorno a la fe, a la humildad y a la moderación. La respuesta depende de la gracia, pero también del temple moral de cada uno. Carl Carstens ha invitado a distinguir con claridad las tendencias a la emancipación del concepto cristiano de la libertad, y ha pedido humildad, modestia y veracidad; humildad sobre todo en la manera de tratar las cosas creadas y la vida humana.


Importa especialmente esa humildad en el comportamiento del hombre con la vida, incluyendo la vida no nacida y atendiendo a los límites mo­rales de la biomedicina y la técnica genética. Hans Jonas ha escrito que «nuestra humanidad actual exenta de tabúes tiene necesidad de crear otros voluntariamente a fin de proteger lo que es "sagrado". Me refiero con esto a un valor último intangible. Tal es la "imagen del hombre", nuestra naturaleza genérica. Me acojo a este concepto ante la circunstancia de que el hombre se convierta en objeto de su propio poder científico y técnico y su capacidad de producir modifi­caciones. Se impone una actitud de mesura, que sólo se tendrá cuando se reavive algo así como un temor último, ése que primiti­vamente se situaba en el plano religioso efectivo y que, por la razón indicada, no debería ser barrido por una mentalidad que mira sola­mente a las cosas de este mundo»>?'.

Pero es harto dudoso que este mundo enteramente secularizado sea capaz de establecer tales tabúes y límites para sus actuaciones, una vez que ha dejado de ver en cada ser humano la imagen de Dios. Más rea­lismo parece demostrar Solzhenitsyn cuando escribe: “A esa loca ilusión de los dos siglos últimos, que nos ha conducido hacia la nada y hacia la muerte atómica y no atómica, podemos oponer únicamente la búsqueda constante de la mano que Dios tiende y que de un modo tan necio y arrogante hemos venido rechazando. Un torbellino azota a nuestros cinco continentes; pero el alma del hombre muestra sus más excelentes facultades precisamente en tribulaciones como esas. Si hubiésemos de hundimos y perder el mundo, nuestra sería solamente la culpa”.
Motivos de esperanza nos da el hecho de que precisamente las cien­cias de la naturaleza parezcan estar dejando atrás la época marcada por un materialismo tosco y por la fe en que todos los enigmas del universo podrían explicarse. Recordemos lo que el papa Pío XII dijera ya en el año 1951 a los participantes de un congreso que la Academia Pontificia de las Ciencias había convocado para tratar el tema de las pruebas de la existencia de Dios a la luz de las modernas ciencias: «Frente a lo que de un modo liviano se afirmara con ante­rioridad, la ciencia verdadera hace el descubrimiento de Dios, y tan­to más lo hace cuanto más adelantan sus progresos: como si Dios se hallara esperando detrás de cada puerta que la ciencia abre. Pascual Jordan llega a la conclusión de que cuantas barreras y obstáculos puso la vieja ciencia en los senderos de la religión han desaparecido ya. Max Planck piensa que los copiosos éxitos de la investigación científica refuerzan en nosotros la esperanza de ir profundizando sin cesar en el vislumbrar de la obra de una razón omnipotente que rige por encima de la naturaleza. Y Hermann Staudinger viene a reconocer que no es posible explicar de una manera exhaustiva la vida por medio de la ciencia: la vida es un prodigio.

(Contra Torrentem. Hans Graf Huyn).

jueves, 2 de diciembre de 2010

Libro del mes(diciembre 2010): Seréis como dioses.


El autor del libro es Hans Graf Huyn, diplomático y político, realizó estudios de Derecho, Ciencias Políticas, Filosofía e Historia. Como miembro del Servicio exterior alemán participó en 1956 en las negociaciones del tratado de la Comunidad Económica Europea. Ha prestado servicios en las embajadas alemanas de Túnez, Dublín, Tokio y Manila. Sus numerosas publicaciones y colaboraciones periodísticas giran fundamentalmente en torno a la historia y las relaciones internacionales. En este libro resalta las consecuencias negativas que para el hombre de nuestro tiempo ha tenido su pretensión de total autonomía. Para el autor del libro, la crisis de Occidente viene a revelarse como la propia del hombre autónomo. Es un libro imprescindible sobre el que cimentar el futuro de Occidente.
Veamos un fragmento:

“Desde Rusia, la voz de Dostoyevski señalaba los límites con que ha de tropezar la rebelión del hombre autónomo contra Dios. Cuando los hombres -dice- hayan llegado incluso «a derrumbar los tem­plos y cubrir con un baño de sangre la tierra», caerán en la cuenta finalmente de que son «unos rebeldes deleznables, incapaces de aguantar su propia rebeldía-". Hombre cristiano en su indagar sobre Dios, Dostoyevski se muestra convencido de que «la naturaleza del hombre no soporta la blasfemia contra Dios y acaba siempre infli­giéndose un castigo por ella»
Por aquellos mismos años, Friedrich Nietzsche -también bus­cador de Dios, si bien atormentado por su lucha interior entre la fe y el descreimiento- anunciaba una «muerte de Dios» determinada por la “hybris”, la soberbia de los hombres. “Hybris” y nada más es hoy nuestra postura ante la naturaleza, nuestra dominación de ésta con ayuda de las máquinas y de cuantos hallazgos proporciona una in­ventiva técnica e ingenieril desenfrenada. Hybris es nuestra postura respecto a Dios, esto es, frente a cualquier supuesta araña de finali­dad y de moral que pudiese alentar tras la textura de la red comple­jísima de la causalidad'". Lobreguez y tinieblas en la vida humana vislumbraba Nietzsche como la consecuencia del negar a Dios: «Ese magno acontecimiento de los últimos tiempos, esa idea de que "Dios ha muerto", de que la fe en el Dios de los cristianos ha perdi­do toda credibilidad, comienza ya a proyectar su sombra sobre Eu­ropa. Pocos son, pero algunos hay al menos que, mirando el espec­táculo con ojos preñadas de profundo recelo, ven un sol precipitarse en el ocaso, una antigua y arraigada confianza convertirse en duda. Para ellos, este antiguo mundo nuestro se vuelve cada día más hos­co, más sombrío, más extraño, más "viejo".
Pero hay algo más grave. Tal es la magnitud del hecho, y tanto escapa el mismo a la facultad de comprensión de la gran mayoría, que ni siquiera la noticia de su existencia ha logrado aún prender en ellos. Mucho menos abundan quienes puedan hoy saber exactamente lo que ha sucedido y, más aún, todo lo que mañana habrá de hundirse, arrastrado a sepultarse con la fe que le servía de cimiento, de refuerzo y de sustancia nutri­tiva: por ejemplo, toda nuestra moral europea. De la espesa sucesión de ruinas, destrucciones, hundimientos y subversiones que anuncia su llegada, ¿quién podría entrever hoy lo suficiente para ser el maestro y oráculo que explique la lógica brutal de tanto horror?

lunes, 1 de noviembre de 2010

11º Comentario de Filosofía: El cientifismo.



El Gran Diseño llega a España el 15 de Noviembre publicado por Crítica y jaleado por un intenso debate mediático. Los gurús de la editorial Bantam Dell tuvieron el acierto de publicitar la obra, distribuida en inglés a principios de septiembre, no por lo que tiene de ciencia (está escrito en colaboración con otro físico, el norteamericano Leonard Mlodinow), sino por lo que tiene de filosofía. Y la estrategia funcionó.

“Dios no creó el universo” machacó la CNN resumiendo la tesis de Sthephen Hawking. Y ya fue imposible no seguir la punta de ese capote. Casi nadie había leído el libro, casi nadie era capaz de interpretarlo……, pero ya teníamos de nuevo el mundo dividido, de conveniente manera, en sabios (ateos, agnósticos, o escépticos) y creyentes (pobres diablos), éstos últimos buscando perdón para sus convicciones religiosas alegando que sin ellas nada tiene explicación. Argumento perdedor, cuando precisamente el debate se centra en si tal explicación puede existir.
Y sin embargo, son los cientifistas los equivocados. “Sencillamente sus filosofías no han estado a la altura de su ciencia”, explica Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular, para quien el científico puede hablar de “la verdad final de lo que conoce por la ciencia positiva”, pero “a condición de que acepte que hay otra forma de conocer rigurosa y segura cuyo cultivo le exige, al menos, el mismo rigor que le exige la investigación científica”

Porque el error de los cientifistas no está en lo que saben sobre su disciplina, sino en creer que, cuando salen de ella, su autoridad permanece. Sus respuestas (entre otras, a la cuestión de Dios) “dependen en gran medida, no tanto de los datos conocidos por las ciencias, sino de la filosofía que sirve de matriz intelectual para la interpretación de esos datos”, afirma Moratalla.

No entremos, pues, al trapo: no siempre que se habla de Dios es la fe lo que está en juego. Nos hemos olvidado de que la teología natural o teodicea es una parte de la metafísica, y de que existe un conocimiento puramente racional de Dios que no precisa de la Revelación ni para concluir su existencia ni para descubrirle como Creador.
Es tan sencillo como explicarle a los Stephen Hawking o a los Richard Dawkins de turno que, cuando hablan de Dios, su adversario no son piadosos pero irracionales sentimientos religiosos, sino las poderosas y aristotélicas “cinco vías” de Santo Tomás de Aquino, cuya Summa Theológica tiene tanto de “lógica” como de “teo”. “Los cielos proclaman la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19,1), anuncia el salmista. Pero no hace sino colorear con poesía lo que la inteligencia, severa y fría, deduce del estudio del ser en cuanto tal.
O, como lo expresa Juan Luis Lorda, “llegar a la idea de un Dios creador está más allá de los datos científicos. Es una deducción posible al contemplar el conjunto de la realidad. Para nosotros, los cristianos, esa deducción viene reforzada por nuestra fe”.
Reforzada y punto.


Y Lorda, quien a su condición de sacerdote y profesor de Teología une la de ingeniero, señala algo más: “Nunca hemos tenido una idea tan unitaria de la realidad. Las gentes de otras épocas vivían en un mundo lleno de misterios distintos. Había muchas explicaciones parciales y muchos misterios desconocidos. Hoy, no lo sabemos todo, desde luego, pero sabemos que todo está relacionado: todas las estructuras de la materia y todos los organismos vivos. Todo se ha hecho a partir de un punto original y todo está hecho de lo mismo”, con un orden interno que apela a la inteligencia.
En esto último incidió Benedicto XVI en su encuentro de Abril de 2006 con los jóvenes de Roma y del lacio, al recordar la naturaleza matemática (es decir, racional) de la realidad: “Me parece casi increíble que coincidan una invención del intelecto humano y la estructura del universo: la matemática inventada por nosotros nos da realmente acceso a la naturaleza del universo y nos permite utilizarlo. Por tanto, coinciden la estructura intelectual del sujeto humano y la estructura objetiva de la realidad: la razón subjetiva y la razón objetivada en la Naturaleza son idénticas”.
Podrá discutirse si el instrumento matemático lo abstraemos de la Naturaleza o si es una creación nuestra que, sorprendentemente, sirve después para encajar en él los datos experimentales……………..

O como apuntaba Paul Dirac (1902/1984) Premio Nobel de Física en 1933, “hay que emplear todos los recursos de las matemáticas puras para generalizar y perfeccionar el formalismo matemático que forma la base actual de la física teórica, y después de cada éxito en esta dirección, intentar interpretar la nueva matemática en términos de entidades físicas”. La interrelación es casi absoluta. Todo un misterio.

Pero ¿tiene todo esto algún significado, aparte del profundo valor indiciario que señala el Papa?

-Es el momento de acudir a la biografía de Pirre Duhen (1861/ 1916) físico célebre y notable en su tiempo, ferviente católico y plumista correoso contra el positivismo y el laicismo. Además, sus diez tomos de investigaciones y hallazgos documentales reivindicaron los avances científicos en la Edad Media, contribuyendo a derruir el mito de su oscurantismo. Para sofoco de Dan Brawn, desveló las fuentes medievales en las que bebió Leonardo da Vinci.

Duhen fue capaz de defender una primera tesis doctoral sobre termodinámica ante tres genios (Gabriel Lippmann, Charles Hermite, Émile Picard) verla rechazada por espurios celos académicos y, como el “hombre” del poema de Kipling levantarse para defender con éxito una segunda tesis doctoral sobre magnetismo ante tres nombres no menos apabullantes (Edmond Bouty, Gaston Darboux, Henri Poincaré), iniciando una carrera brillante no sólo como científico, sino como filósofo de la ciencia.
“Siempre que se cite un principio de física teórica para apoyar una doctrina metafísica o un dogma religioso, se estará cometiendo un error”, sentencia Duhen en un texto capital, “La teoría física”.

Es el error que comete Hawking. Pero también, aunque con inmejorable intención, el de quienes buscan en la ciencia un apoyo que la filosofía o la fe no necesitan, salvo como auxiliares de sus motivos de credibilidad. López Moratalla lo llama: “introducir el misterio por la puerta de atrás” ¿Un caso? El de quienes presentan “la incapacidad, más o menos aparente, de la ciencia positiva de explicar de dónde proviene el sentido del yo de los humanos como una prueba científica de la existencia del alma inmortal.

¿Por qué? Porque como sostiene Duhen, “las doctrinas metafísicas y religiosas son juicios que se refieren a la realidad objetiva, mientras que los principios de la teoría física son proposiciones relativas a ciertos signos matemáticos que carecen de existencia objetiva”. La teoría física “es una forma matemática que sirve para resumir y clasificar las leyes constatadas por la experiencia. Ese principio no es ni verdadero ni falso por sí mismo, sino que simplemente da una imagen más o menos satisfactoria de las leyes que pretenden representar”.

No hay que tener complejos, pues, cuando los científicos se meten a filósofos, pero tampoco convertir la ciencia en oráculo de lo sagrado. Como resumió Duhen “la iglesia católica ha contribuido mucho, en muchas circunstancias, y sigue contribuyendo todavía con gran fuerza a mantener la razón humana en el buen camino, incluso cuando esta razón se esfuerza en el descubrimiento de verdades de orden natural”.

Libro del mes (noviembre 2010): Tauroética


Traemos, este mes, a nuestro blog el libro recientemente publicado por el filósofo Savater, Tauroética. En lugar de redactar sólo un fragmento del mismo libro, lo hacemos acompañado de una crítica de José Javier Esparza.




De toros, ministras y filósofos.


Sobre la polémica actual acerca de los toros, nadie ignora su verdadero fondo: es una ofensiva del separatismo catalán contra todo cuanto huela a español. En ese plano, el asunto tiene poco más recorrido. Ahora bien, la polémica subsiguiente ha abierto un campo de reflexión muy interesante, a saber: ¿tienen derechos los animales? ¿Cuáles y por qué? ¿Y pueden los derechos de los animales equipararse a los derechos de los humanos?
En esa estela, Fernando Savater acaba de publicar un librito muy interesante: “Tauroética”, que aporta enfoques sugestivos.
Es interesante repasar los argumentos de los antitaurinos en las jornadas prohibicionistas del parlamento catalán. Jorge Wagensberg, por ejemplo, es un sabio al que los lectores habituales de los “metatemas” de Tusquets debemos muy buenos ratos, pero su discurso ante el Parlament fue de una simpleza y un ternurismo más propio de modistillas. Otro tanto puede decirse de Jesús Mosterín, filósofo de la ciencia que en este trance prefirió razonar como un contertulio de “Sálvame”. Ambos piensan que hay que extender a los animales los derechos que adornan a los humanos. Mosterín, concretamente, es un destacado promotor del Proyecto Gran Simio. Curiosamente, ambos son partidarios del aborto libre; es decir, que niegan a los humanos el derecho que otorgan a los animales. En esto es particularmente primario el amigo Mosterín: “Los derechos no existen, se crean” afirma el sabio. Y, naturalmente, los crea él.
Lo que hay en el fondo es un viejísimo problema: cómo pensar nuestra relación con la materia. Desde Descartes , la relación la pensamos con dos términos “res cogitans”, que son las cosas del intelecto, y “res extensa”, que son las cosas de la materia. Las cosas del intelecto son superiores a las de la materia y, por tanto, deben dominarlas. Esas cosas del intelecto tienen, por supuesto, un aliento divino. Descartes era un católico irreprochable y su sistema es una aplicación estricta de la literatura bíblica, que prescribe a los hombres la misión de dominar la Tierra. El problema es que basta con quitar a Dios de ese paisaje para que el resultado sea un materialismo desbocado. Por eso Marx decía que Descartes fue el primer materialista.
Después, al compás de la industrialización y la consiguiente crisis ecológica, se hizo urgente replantear el problema: necesitamos una nueva forma de pensar nuestra relación con la naturaleza y ahí surgieron perspectivas generalmente bienintencionadas, pero que en realidad seguían atadas al viejo materialismo, porque lo que hacen es extender a la naturaleza los prejuicios humanos.





Incapaces de ver la materia como algo autónomo, de puro dominada que está, los hombres empezamos a verla como prolongación de nuestra propia humanidad. Y, por eso, en vez de seguir dándole martillazos, nos permitimos darle derechos. Eso no deja de ser una ilusión porque, a fin de cuentas, la materia no cambia de cualidad- y nosotros tampoco.
La argumentación animalista es, en rigor, puro antropocentrismo; es decir, una visión de la realidad deformada por el hombre que proyecta su ego sobre todo cuanto existe. Así, terminamos atribuyendo a la naturaleza, por ejemplo al toro, cualidades humanas. Es la actitud propia de un hombre que ya no tiene que luchar contra la naturaleza. Desde que el hombre se hizo hombre, ha tenido que enfrentarse a la naturaleza para sobrevivir: matar animales para comer y vestirse, dominar el fuego para vencer al frío, talar árboles para construir refugios, horadar montañas, cambiar el curso de los ríos.

Lo más hermoso de esta guerra sin cuartel es que, en su transcurso, nació una forma propiamente religiosa de entender la naturaleza, y esto no es solo cosa de los tiempos paganos: los más veteranos hemos alcanzado a ver nuestros campesinos trazando una cruz en un árbol antes de talarlo o llevando el ganado a la iglesia el día de San Antón. Naturalmente, eso no impedía coger el cochino el día de San Martín y degollarlo vivo ante la mirada de todo el pueblo. Aún hay un par de generaciones que guardan- guardamos- en nuestros oídos el horrísino chillido del cerdo cuando el matarife le corta el cuello. La relación del hombre con la naturaleza está-estaba- hecha de esa mezcla de amor y guerra. Pero, como dice Savater, para el hombre actual- el occidente moderno y urbano- nada de todo esto tiene ya sentido. Ese hombre ha nacido con calefacción y aire acondicionado. Tampoco tiene que matar animales para comer: los encuentra ya despiezados en el “súper” donde los recolecta como Adán y Eva debían de recoger los frutos del Paraíso. La naturaleza ya no es algo contra lo que debemos luchar: la damos por vencida. Cuando un río se desborda no pensamos en la naturaleza como rival, sino que echamos la culpa al que diseñó la presa. En un animal no vemos a un competidor de nicho ecológico, sino a un ser cuyo destino natural es el ámbito doméstico o el zoológico. El proteccionismo es el lujo moral que se permite el vencedor. Pero, ojo, todo esto no es más que una ilusión del espíritu: la cualidad del hombre no ha cambiado, y tampoco la de la naturaleza. Y ahí es donde mete la “cuchara” Savater en Tauroética. Savater se hace la pregunta fundamental ¿Son los animales tan humanos como los humanos animales?
-La respuesta es no. El animalismo pretende atribuir a los animales derechos que no pueden tener.
¿Por qué no pueden?
-Por la conciencia: el titular de un derecho debe ser consciente de ello, pero los animales no pueden ser conscientes. Esto tiene su importancia cuando pensamos en el equilibrio entre derechos y deberes. Al animal no podemos exigirle otro deber que el del instinto.

Tengo que reconocer que he experimentado hacia Savater sentimientos más bien ásperos, pero lo cabal es reconocer la razón allá donde se despliega y, en ese sentido, estas páginas de Tauroética son impecables.







Dice Savater:
“La diferencia de los humanos con los animales es la forma en que vivimos. Nosotros renunciamos a nuestra animalidad en nuestra conducta; ellos no, y por eso nosotros podemos tener derechos y ellos no”.

¿Por qué, entonces, hay tanta gente dispuesta a conceder derechos a los animales?
-Savater subraya el efecto perverso de la domesticación: los animales “han pasado de ser bestias a pobres animalitos, el hombre ya es vencedor de antemano ante ellos, por eso no se comprende la batalla del hombre contra el toro.

¿Es esto un progreso?
-Savater cree que no, al revés: atribuir ese nuevo estatuto a los animales es tanto como degradar nuestra condición humana. En cuanto a los toros, dice algo sugestivo “lo que pasa en la plaza no es bárbaro; lo bárbaro es confundir la sangre del toro con la sangre del hombre.


Conclusión: está muy bien proteger a la naturaleza, toros incluidos, pero no perdamos de vista que hacemos eso porque somos humanos. Conceder a los animales el estatuto de los humanos es tanto como permitir a los humanos que se comporten como animales.



sábado, 9 de octubre de 2010

Libro del mes (Octubre 2010)Viaje a la aldea del crimen.



El autor del libro es Ramón J. Sender (1901-1982) es un clásico de la literatura del siglo xx. El libro que publicamos es un impresionante reportaje sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en Casas Viejas, aldea gaditana, en el 1933 y que significan el abuso de poder de la autoridad republicana española en este tiempo.

Veamos algún fragmeto:
"Soplaba, como siempre, a esa hora, un poco de viento del mar. Dentro de la choza los disparos eran muy espaciados. Voces, ayes, insultos y esas frases en las que «Seisdedos» no tuvo parte, sin duda, pero que, habiendo mujeres de dieciocho años y estando allí padres, hijos, hermanos, debieron ser inevitables. Doscientos hombres asistían a aquel espectáculo en silencio, aguardando para impedir que se salvara nadie. La muchacha, que volvió a la choza con la escopeta para su padre, Francisca Lago, asomó un instante entre las llamas. Subió al boquete gateando. Salió cara a los parapetos de los guardias enloquecida, con las ropas y el pelo en llamas. Corrió, dando alaridos, pidiendo auxilio. La ametralladora la derribó a unos diez pasos de la choza.
También su padre, Francisco Lago, quiso huir.
Probablemente lo hubieran intentado todos, pero los otros cinco debían estar heridos. Francisco no pudo andar tanto trecho como su hija. Quedó muerto en el mismo agujero, al salir. Su cuerpo, que fue doblándose bajo el fuego mecánico de la ametralladora, apareció chamuscado, con quemaduras en las piernas y en la cabeza. La techumbre seguía ardiendo y derrumbándose hacia adentro. Vigas, ramaje, caían en el interior en llamas. Todavía sonaron algunos disparos dentro y cayeron varias granadas más sobre la hoguera. Después, al olor de maderas quemadas sucedió el de la carne. El humo era más denso y apelmazado. Habían cesado los lamentos y los disparos. Cuatro hombres y una mujer ardían vivos bajo la hoguera: el «Seisdedos», dos hijos, una nuera y un yerno. El fuego iluminaba los alrededores. Todo había terminado. La mayor parte de las fuerzas se iban aventurando ya a bajar. Del cuerpo de la hija de Paco Lago salía humo. Seguían ardiendo sus ropas. Se acercaron y comprobaron que había muerto.
Algunos de los guardias se dedicaron a transportar tres cadáveres de otros tantos campesinos a los que habían fusilado «para ahorrarse el cuidado de su custodia», desde el lugar donde cayeron a la choza de «Seisdedos». Comenzaba a amanecer, sin sol, con la niebla de los amaneceres de Marruecos. Dos guardias cogían un cadáver y lo transportaban dificultosamente, apoyando los pies en la resbaladiza grava. A veces hubo que soltarle para no caer. Volvían a recogerlo y bajaban. Y al lado de la choza lo lanzaban sobre la cerca, como un fardo. Aparecen quemados, naturalmente, por el costado que estaba hacia abajo en contacto con el fuego. Antes de terminar esa triste faena aparecieron por la torrentera dos o tres vecinos curiosos o aterrorizados. Los guardias los ahuyentaron a tiros.
Los cinco de la familia de «Seisdedos» que quedaron bajo las brasas rompían la tradición española. En Numancia murieron los celtíberos sobre las hogueras. En Valladolid y Toledo, los herejes, también sobre ellas. El «Seisdedos» y los suyos murieron debajo. Claro está que Roma pasó y los celtíberos del Duero siguen organizándose en fratrias con nombres distintos, y que la Inquisición pasó y los herejes siguen e imponen su ley. Y que visto así, en la Historia, los siglos son cortos. Esto sin recordar que existe un sistema capaz de crear vida nueva con toda esta sangre.
La mayor parte de las fuerzas fue desfilando hacia el centro de la población. Quedaron arriba algunos centinelas para que la gente del pueblo no se acercara. Consumida la techumbre, las vigas y travesaños, la mesa de pino y las sillas, los dos taburetes, las culatas de las escopetas, los jergones de paja y la poca grasa de los cuerpos de los sitiados, el fuego fue apagándose. La choza presentaba el aspecto de una fosa cuadrada, con restos humanos cubiertos de ceniza. Las paredes de barro habían desaparecido en su mayor parte y quedaba apenas señalada la base con un reborde que encuadraba los restos y las cenizas. Los arcos finales de la cabecera y los pies de la cama sobresalían retorcidos.
Sobre aquella fosa cayeron los cuerpos de los tres que fueron muertos fuera de la choza. Rostros afilados por el hambre y por la muerte. Gestos dislocados, con brazos y piernas en extrañas actitudes. Allí quedaron esperando al juez de instrucción".





sábado, 4 de septiembre de 2010

Libro del mes (Septiembre 2010): La cuarta Trama



El libro que publico está escrito por José María de Pablo Hermida (Madrid, 1971), es licenciado en Derecho por la Universidad de Castilla-La Mancha. Desde 1944 ejerce como abogado penalista, especializado en delitos económicos.
En el juicio del 11-M celebrado entre febrero y junio de 2007, intervino como acusación particular, representando a la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M y a los centenares de víctimas de los atentados, a los que también representó un año después en el juicio del caso bórico.
En este libro, basado sólo en el contenido del sumario y en la pruebas practicadas tanto el la Audiencia Nacional como en el tribunal Supremo, se hace ver que debió existir una cuarta trama ( distinta de la trama del Chino, de la trama asturiana y de la trama del Tunecino) hasta ahora desconocida que no ejecutó los atentados pero fue su “alma mater”.
Veamos algún fragmento:
"La taquillera se reafirmó en que el hombre del pasamontañas que se bajó de la Kangoo con una mochila al hombro y le compró un bono de diez viajes para la zona de Coslada hablaba en español con acento de español. La taquillera insistió en su declaración: el hombre de la Kangoo hablaba un español correcto, sin acento de ningún tipo.
¿Quién era el misterioso hombre que se bajó de la Renault Kangoo la mañana de los atentados y se dirigió a la estación de Alcalá de Henares con una mochila al hombro?
La investigación no lo ha determinado. La sentencia de la Audiencia Nacional tampoco. Ni el conserje Luis Garrudo ni la taquillera Raquel Fernández pudieron reconocer a aquel hombre entre los rostros de los acusados por el11-M, ni tampoco en las fotografías de los fallecidos en la explosión de Leganés. Esto descarta que perteneciera a la trama asturiana, o a la banda del Chino o a la banda del Tunecino. Por otro lado, el idioma «español con acento de español» que según la taquillera utilizaba aquel hombre, descarta que tuviera origen magrebí. El misterioso hombre de la Kangoo era más español que el toro de Osborne., _
Por otro lado, ninguna cámara grabó la imagen del misterioso hombre de la Kangoo, ni la de ninguno de los terroristas que aquella mañana depositaron varias mochilas bomba en diversos trenes del Corredor del Henares. Tres años antes, las cámaras de seguridad de distintos aeropuertos norteamericanos habían permitido identificar a Mohamed Atta y a sus compañeros como los autores del ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Del mismo modo, las cámaras de seguridad del metro de Londres permitirían al año siguiente identificar a los autores materiales de los atentados de Londres del 7 -J. Pero curiosamente, por aquello del azar, el 11 de marzo de 2004 las cámaras de seguridad de las estaciones de Cercanías del Corredor del Henares -empezando por Alcalá- no tenían activada la función de grabar. Qué le vamos a hacer.
El episodio del misterioso hombre de la Kangoo es otra evidencia de la intervención de la cuarta trama en los El El episodio del misterioso hombre de la Kangoo es otra evidencia de la intervención de la cuarta trama en los atentados
del11-M.
Un hombre de nacionalidad española, que hablaba en español con acento de español, y pertenecía a la cuarta trama, se apeó de la Renault Kangoo en la mañana de los atentados, esforzándose todo lo que pudo en llamar la atención sobre sí mismo (el pasamontañas en un día primaveral, la enorme y pesada mochila, la larga conversación con la taquillera ... ) y levantar las suficientes sospechas como para asegurarse de que, en esa misma mañana, la policía encontraría la Kangoo. La misión de nuestro misterioso hombre no era otra que asegurar la localización de la furgoneta, objetivo que logró con éxito. Más adelante veremos lo importante que era para la cuarta trama que la policía localizase la Kangoo y la relacionase con los atentados."
Sobre este episodio, la sentencia de la Audiencia Nacional señala que:
el Tribunal solo estima acreditado con la certeza requerida en el proceso penal que de la furgoneta bajan tres individuos y que al menos uno de ellos se dirige a la estación de cercanías con una mochila o bolsa de deporte. Por lo tanto, el Tribunal no asume la tesis de que los artilugios explosivos y los terroristas se desplazaron en este vehículo y en un Skoda modelo Fabia para desde Alcalá de Henares colocar en distintos trenes las mortíferas cargas. Simplemente ese hecho no está acreditado con la extensión que lo plantean las acusaciones."
Totalmente de acuerdo. Sin decirlo expresamente, el Tribunal del ll-M era consciente de que aquel hombre no era ninguno de los acusados ni de los fallecidos en Leganés: el misterioso hombre de la Kangoo pertenecía a la cuarta trama".

domingo, 1 de agosto de 2010

Libro del mes(agosto 2010):Dios en el pensamiento hispano del siglo XX.

El libro es obra de un grupo de pensadores que han colaborado entre sí y han sido coordinados por José Luís Cabria y Juana Sánchez Gey.

La secreta intención de esta gran obra es invitar a pensar y pensar sobre Dios, porque como dicen los autores, en definitiva nos ayudaría a vehicular un modo de ser y un modo de vivir más humanos. Dios es un tema vitalmente importante, e imprescindible, sin duda alguna.
Leamos un fragmento del libro:

“Tras el 11 de Septiembre y aprovechando su río revuelto, se desencadena una campaña interesada en declarar a los cuatro vientos que las religiones son la principal causa y fuente de los conflictos y males padecidos por el mundo (v.gr., Sarama­go adoctrina: la fe en Dios es una invitación a la violencia), que por tanto hay que eliminarlas yendo a su foco o raíz, que es Dios. Se trata de eclipsarle y borrarle del horizonte, desalojarle del mundo, de entre nosotros, que de una vez se haga real su profeti­zada muerte (Nietzsche).

Tal embaucamiento tendrá como vícti­mas a pobres incautos, crédulos, que con no demasiado esfuerzo podrían desenmascarar el gratuito prejuicio. El conjunto de la so­ciedad, sin embargo, lejos de sucumbir a la red o anzuelo de los pescadores, habrá aprendido de la historia justamente la lección opuesta, que no puede haber seria contención del mal, ni paz (el vocablo Dios, racionalmente purificado, es un imperativo de paz), ni posible humanismo (serenidad y equilibrio psicológico a nivel individual, solidaridad, orden, cohesión y desarrollo en el social) sin un teísmo de base, sin una religión sana y razonable como soporte. Es premisa "sine qua non"..

Con tantos siglos a su espalda la Humanidad conoce sobrada­mente este proceso inexorable: la desaparición de Dios conlleva necesariamente la aparición de ídolos sustitutos (fetiches, fantas­mas) que se enseñorean de la existencia, causando primero un empobrecimiento general del hombre y por fin su aniquilación. Sin la conciencia de Dios todo está permitido, se sigue inevita­blemente el nihilismo, nada vale nada, todo da igual, no hay dis­tinción entre lo bueno y lo malo éticamente. El radical relativis­mo postmodemo, su falta de referentes, criterios y medidas explica gran número de existencias erráticas, desajustadas y des­estructuradas. Si llegara a olvidarse completamente de Dios, lo cual de momento es simple hipótesis de futuro, el hombre se ha­bría convertido en un animal ingenioso, habría involucionado en la escala de vivientes hacia un estadio prehumano, incapaz ya de interrogarse sobre el todo y su sentido. Nos interesa absoluta­mente que dicha hipótesis no llegue a verificarse, sería lo peor que nos aconteciera, ni siquiera podríamos ya ser conscientes de ello para lamentarlo, al carecer de la antigua dignidad -siempre amenazada-. Por nada del mundo tendríamos que vemos empla­zados ante tal estado de cosas.


Sin Dios como norte, fondo y quicio, la Humanidad queda desnortada, desfondada y desquiciada. La «muerte de Dios» arras­tra consigo el derrumbe de los pilares -valores- sobre los que se asienta el edificio de la convivencia: verdad, sentido, justicia, res­peto, libertad, esperanza ... , o sea, desemboca en la muerte del hombre. Ese es el drama. Sin Dios la certeza y verdad del cono­cimiento son infundables, quedan suspendidas, en el aire (Des­cartes), la injusticia y el mal sin respuesta, el comportamiento éti­co-moral sin una roca inconmovible donde anclarse (Kant), el hombre es una inútil pasión de felicidad (Sartre), no hay funda­mento para el ser ni para el saber ni para el derecho ni para la li­bertad, que no pueden sostenerse en sí mismos o por sí solos.



jueves, 22 de julio de 2010

Libro del mes (Julio 2010): Guía políticamente incorrecta del Islam.


El autor del libro es Robert Spencer es el director del Observatorio de la Yihad y es profesor asociado en la Free Congress Foundation. Es autor de varios libros sobre el Islam, entre los que destacan Islam Unveiled: Disturbing Questions About The World,s Fastest Growin Faith y Onward Muslim Soldiers: How Jihad Still Threatens America and the West, así como ocho monografías y cientos de artículos.
EL ISLAM, LA RELIGIÓN DE LA GUERRA
Aquellos que combaten en la yihad van a disfrutar de un nivel superior del Paraíso que los demás:
La autoridad Abu Sa'idjudri ha trasmitido que el Mensajero de Alá (que la paz sea con él) le ha dicho: Abu Sa'id, aquel que acepta de buena gana a Alá como su Señor, al islam como su religión y a Mahoma como su Apóstol, necesariamente tendrá derecho a entrar al Paraíso. Él (Abu Sa'id) pensó en esto y dijo: Mensajero de Alá, repite esto para mí. Él (el Mensajero de Alá) lo hizo y dijo: existe otro acto que eleva la posición del hombre en el Paraíso a un grado cien veces (superior), y la elevación de un grado al siguiente es equivalente a la distancia entre el cielo y la tierra. Él (Abu Sa'id) dijo: ¿Cuál es ese acto? Él respondió: ¡La yihad por Alá' ¡La yihad por Alá!

En otra ocasión «un hombre llegó hasta el Apóstol de Alá y dijo: "Instrúyeme acerca de ese hecho que equivale a la yihad (como recompensa)". Él respondió: "No conozco tal hecho".
MAHOMA VS, JESÚS
"Bienaventurados seréis cuando os injurien yos persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos»,
Jesús (San Mateo, 5: 11)
"Matadles dondequiera que los encontréis y expulsadles de donde os hayan expulsado, pues la opresión es aún peor que matar»,
Corán, 2: 191
Tres alternativas
En un hadiz de capital relevancia, Mahoma esboza tres alternativas que los musulmanes pueden ofrecer a los no musulmanes.
Suleimán b. Buraid ha informado a través de su padre que cuando el Mensajero de Alá (que la paz sea con él) ponía a alguien al mando de un ejército o de un destacamento iba a exhortado especialmente a temer a Alá y a ser bueno con los musulmanes que estuvieran con él. Él les diría: combatid en nombre de Alá y por Alá. Luchad contra quienes descreen de Alá. Haced la guerra santa [ ... ] Cuando encontréis a vuestros enemigos, que son politeístas, invitadlos a que realicen tres tipos de acciones. Si ellos responden a alguna de ellas, aceptadlo y evitad hacerles ningún daño. Invitadlos a aceptar el islam; si ellos te responden, acéptalos y desiste de luchar contra ellos [ ... ] Si ellos se niegan a aceptar el islam, pídeles que paguen laJizya. Si están de acuerdo con el pago, acéptalo y no les pongas las manos encima. Si se niegan a pagar el impuesto, busca la ayuda de Alá y lucha contra ellos.t?
Las alternativas para los no creyentes son:
Aceptar el islam.
Pagar la jizya, el impuesto a los no musulmanes, que es la piedra angular de todo un sistema de regulaciones humillantes que institucionalizan el estatus inferior que tienen los no musulmanes en la ley islámica.
Combatir junto a los musulmanes.
Siempre hay que recordar que la «coexistencia pacífica como iguales en una sociedad pluralista» no figura entre las alternativas.
En otro hadiz, que se repite varias veces en la colección de las tradiciones que los musulmanes consideran más fiables, Mahoma dice que a él se le ha «ordenado combatir contra el pueblo» hasta que se conviertan en musulmanes, y que quienes se resisten a ello se arriesgan a perder sus vidas y sus propiedades: «El Profeta ha hablado con claridad acerca de su propia responsabilidad para ir a la guerra por la religión que ha fundado: "[Alá] me ha ordenado combatir contra la gente hasta que ellos testifiquen que solamente Alá merece la adoración, y que Mahoma es el Mensajero de Alá y realicen sus salat (rezos) y entreguen la zakat, de modo que si ellos hacen todo esto, podrán poner a salvo sus vidas y propiedades, con excepción de lo dictado por las leyes islámicas, y el cálculo [las cuentas] será [efectuado] por Alá''.


viernes, 9 de julio de 2010

4º E.S.O. ÉTICA: Epílogo del ciudadano.

Josif Vissarionovich Dhzugasvili, Stalin

En una mísera choza de la aldea Georgiana de Gori, nació el 21 de diciembre de 1879 Josif Vissarionovich Dhzugasvili, más tarde conocido como "Stalin", acero en ruso. Su padre era un zapatero analfabeto y borracho y su madre trató de darle lo mejor cuando rogó su ingreso en el seminario teológico de Tiflis. Como es obvio, aquello no prosperó y, tras conocer a un grupo marxista de la capital georgiana, fue expulsado del seminario. Su juventud fue ajetreada: encarcelado, deportado a Siberia, logró escapar y huir a Berlín y Estocolmo, pero regresó clandestinamente y, convertido en terrorista, ayudó a Lenin en los preparativos de la revolución de 1917. Con él forjó la visión de una Rusia comunista y tras la muerte de Lenin en 1924, la consolidó, sangrientamente, en la esfera mundial.
Su furor inquisitorio se instaló sin escrúpulos en la década de los 30. Periodistas, sacerdotes, artistas o escritores eran acusados de ser "socialmente dañinos" y se les asesinaba o se les deportaba a Siberia. Lo mismo ocurría con oficiales del Ejército Rojo o, sencillamente, con obreros y campesinos. Todo valía para conservar el poder; esta era su misión como líder.
Al lado del tremendo costo social que habla de varias decenas de millones de víctimas, Stalin, implantó planes económicos que convirtieron a la Unión Soviética en una potencia mundial. El estallido de la Segunda Guerra Mundial sorprendió a Rusia en plena fase de crecimiento. Stalin firmó con Hitler un tratado de no agresión (1939). Sin embargo, pronto pactó con los aliados y, con la heroica resistencia del pueblo ruso, casa por casa, consiguió rechazar el avance alemán. Occidente pagaría un alto precio por la alianza con Moscú en las conferencias de Teherán, Yalta y Potsdam.



El sagaz Stalin logró que se le permitiera dominar la Europa del Este. Terminada la guerra vino otra oleada de torturas y matanzas de miles de bielorrusos, cosacos y ucranianos, acusados falsamente de colaboracionismo con Hitler. Nunca se sabrá con precisión las atrocidades cometidas por este hijo de zapatero, ya que muchas de sus víctimas yacen bajo tierra en medio de la inmensidad de los bosques y la nieve de las estepas rusas.
En la última etapa de su vida, su leyenda había crecido hasta la desmesura más absoluta. Su salud se había hecho precaria. No podía soportar relaciones estrechas con otras personas, dada su recelosa actitud, que llegaba hasta la psicopatía. La mejor imagen de esta época de su vida la ofrecen las memorias de Kruschev. "En esta época -escribió su sucesor en el poder- no importaba qué cosa podía sucedernos. Se iba a las reuniones en la dacha de Stalin porque no había más remedio, pero no se sabía si acabarían en una promoción personal o en el fusilamiento".
En los cuatro últimos años de su vida, dio más que nunca la sensación de haberse convertido en un completo paranoico. El 2 de marzo de 1953 Stalin sufrió un derrame cerebral mientras se hallaba solo en su apartamento, en Moscú. Sin embargo, la noticia fue ocultada, ya que había pánico frente a una reacción violenta en caso de una eventual recuperación. Sus hombres de confianza no se atrevían a ingresar a la habitación y aguardaban en el portal del edificio. Era el resultado de su manera de gestionar a sus colaboradores.
Sólo en grupo, sus hombres más cercanos se atrevieron a acercarse al lecho del enfermo. Kruschev tenía los ojos enrojecidos por el llanto, mientras que el frío Beria, odiado jefe de la policía secreta, se situaba muy cerca del rostro de Stalin para demostrar preocupación y afecto, mientras tenía los ojos abiertos. Cuando cerraba los párpados y se sumía en coma, Beria se mofaba de su viejo mentor ante la presencia horrorizada de los demás. El reloj marcaba las 22: 10. De pronto, intentó erguirse, cayó en ataques de sofocación, miró con ira a sus seguidores, y murió.

Gonxha Agnes Bojaxhiu, Madre Teresa de Calcuta

El 26 de agosto de 1910, en Skopje, una ciudad situada en los Balcanes (hoy capital de Macedonia; entonces, en plena Albania) nació la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu. Recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes. La repentina muerte de su padre, cuando tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el carácter y la vocación de su hija que, en septiembre de 1928 ingresó en la Congregación de las Hermanas de Loreto con el nombre de Hermana Teresa. Llegó a Calcuta en 1929, a la escuela para chicas Sto Mary, de la que en 1944 llegó a ser directora. Sus 20 años en Loreto se caracterizaron por su caridad, alegría, altruismo y coraje, así como por su capacidad para el trabajo duro y un talento natural de organizadora.
El lO de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling, Madre Teresa recibió su "inspiración," su "llamada dentro de /a llamada". Fue su visión. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. "Ven y sé mi luz", Jesús le suplicó. "No puedo ir solo ". Madre Teresa fundó entonces la Congregación de las Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres, con el conocido sari blanco orlado de azul. Era su misión. En 1948 va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día comulgando a Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en "los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba". Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.


El Decreto de aprobación por Pablo VI a la Congregación en 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba. Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama con templativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitó solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un "pequeño camino de santidad" para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu. De esta manera y con estas fundaciones gestionó y organizó a las personas que vieron en su seguimiento una vocación.
Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios y especialmente el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como la creciente atención "para gloria de Dios y en nombre de los pobres".
Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia.


En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo.
Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. A causa de lo extendido de la fama de santidad de Madre Teresa en Octubre de 2003 fue beatificada por Juan Pablo II.
"De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús". De pequeña estatura, firme como una roca, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres.

Ahí los tenemos: dos líderes del último siglo. Dos personas con una visión, una misión y una capacidad de gestión que influyó sobre millares de otras más. ¿Quién transformó más radicalmente el mundo? ¿Quién le aportó más valor? é Quién creó algo más nuevo para los otros?

4º E.S.O. Ética: Tercer Trimestre: El ciudadano.

TOLERANCIA, PLURALISMO Y MANIPULACIÓN.


En 1995, la ONU consideró necesario proclamar el “Año internacional de la Tolerancia”, apenas medio siglo después de Auschwitz, Katyn e Hiroshima. Se había roto el consenso del “nunca más”. Bosnia, Kurdistán, Ruanda……Dejaban en evidencia a los más optimistas que pensaron que los horrores y genocidios no se volverían a repetir.
Nuestro mundo está convulso y los viejos fantasmas de la tiranía, y de la cobardía de quienes no la padecen parecen haber vuelto. Ante ello, es preciso retomar los valores de la tolerancia y el pluralismo, y despertar nuestra inteligencia para prevenirnos de la manipulación.

La tolerancia está entre las virtudes más aplaudidas y que más permiten presumir, pero es de las más difíciles de practicar. Tolerar no es tolerar a los demás. A los demás, con sus diferencias, hay que respetarlos, que es más que tolerarlos. La tolerancia es la actitud ante lo que no es bueno pero que se debe consentir. Se podría definir como "permitir un mal cuando se piensa que impedirlo traería consigo un mal aún peor o impediría un bien superior". La tolerancia implica por tanto una jerarquía de bienes y valores en quien la practica.
La convivencia exige tolerancia pero no todo se debe tolerar. El resto de partidos de la Alemania de entreguerras no debió tolerar al nazi NSDAP. ¿y hoy? ¿Debemos tolerar el tráfico de personas, de drogas o de armas? ¿Es intolerante el actual gobierno alemán que sí que prohíbe ahora actos y asociaciones neonazis? ¿Cuál es el límite entre lo tolerable y lo intolerable? En las sociedades confiadas al imperio de la ley y del derecho hay que dejar en manos del poder judicial el trazado de esta frontera. Pero podemos señalar que es necesario que el legislador haya antes actuado desde una jerarquía de valores que respete la dignidad de las personas y que el juez obre desde la prudencia.

El pluralismo es el respeto a la diversidad. Es la disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar -distinta raza, distinta religión, distintas costumbres- que no son la nuestra. No es ya el aceptar un mal (tolerancia) sino admitir un bien que no se nos aparece como tal bien con evidencia, pero que sabemos que lo es. Es muy difícil ser profundamente pluralista sin el respeto hondo y sincero a los demás, a su condición de personas dotadas de infinita dignidad.

Hablar de la manipulación es más complicado. Es la utilización de la apariencia de verdad para confundir y para obtener fines espurios, adulterados, falsos. En la edad de la información es una tentación en la que ya han caído muchos poderosos para reforzar su poder. Para defendernos, es necesario recurrir al criterio del que se ha hablado antes, a una profunda honradez intelectual y a una despierta claridad de ideas. "Esta claridad de ideas nos da cierta libertad interior frente a los ardides de los manipuladores. Pero no hay que olvidar que éstos son "prestidigitadores de conceptos", "ilusionistas de la mente" y necesitamos conocer de cerca sus tácticas arteras para no ser burlados por su arte de la tergiversación". (Alfonso López Quintás. Descubrir la grandeza de la vida).

El manipulador es un gran técnico de las palabras. En la antigua Grecia se llamaban sofistas. "El manipulador no quiere promocionar nuestra personalidad, nuestro conocimiento profundo de los valores, nuestra libertad creativa ... ; actúa, subrepticiamente, sobre nuestros centros de decisión para que sigamos sus consignas y defendamos sus intereses. No habla a nuestra inteligencia ni respeta nuestra libertad. Por eso no necesita ser muy inteligente para dominarnos, sino un tanto astuto" (Alfonso López Quintás. Descubrir la grandeza de la vida).

Podemos ver un ejemplo de esta técnica. Es casi como seguir los pasos de una una receta de cocina. Primero se incluye un nuevo concepto bajo el mismo género. Luego se trata de equiparar su naturaleza y por tanto, sus derechos legales, del concepto clásico con el recién "acogido". Y por fin, hemos desnaturalizado al primero. Verbigracia: la familia. Existía, tranquilamente, la idea de familia, tal y como la habían concebido todo el mundo: hombres buenos y hombres malos, antiguos y modernos, derechistas e izquierdistas; la de siempre: un padre, una madre, unos hijos ... Ampliable si se quería a abuelos, tíos y sobrinos, ... Nada especial, vaya. De repente, deja de ser "familia" y pasa a ser "familia-tradicional", al lado de la recién llegada "familia no-tradicional”:

"Siempre se me ha antojado entre redundante y rocambolesco que a la familia se la moteje de «tradicional». No me causaría mayor asombro si mañana entrara en un restaurante y, tras solicitar al camarero un guiso de conejo, éste me respondiese: «Perdone el señor, ¿se refiere a un conejo tradicional? Porque también podemos ofrecerle un conejo bípedo». «¿y cómo han logrado obtener conejos bípedos? -preguntaría yo, sobresaltado ante la mención de tan portentosa quimera-o ¿Mediante manipulación genética?». «Oh, no señor -rne respondería el camarero, con una sonrisita condescendiente-, son conejos criados del modo más natural: además de caminar sobre dos patas, tienen plumas en lugar de pelo y corona su cabeza una graciosa cresta». «Pero usted me está describiendo un pollo -le objetaría un tanto mosqueado al obsequioso camarero-o Y yo lo que deseo comer es conejo». «Creo que el señor no me ha entendido: existe un conejo tradicional, que hociquea y pega brinquitos; y existe un conejo bípedo, que se reproduce mediante huevos y come por el pico». «Que no, hombre, que no, que eso que usted llama conejo bípedo es un pollo de libro, un pollo de los de toda la vida, vamos», insistiría yo, entre divertido y exasperado. Ante lo cual, el camarero, herido en la víscera del orgullo y con ademán autoritario, me expulsaría del restaurante, murmurando: «Habráse visto, qué tío carca. iPretender que los conejos tradicionales son los únicos que existen!.
Una impresión de desconcierto similar me golpea cuando oigo hablar de «familia tradicional», como una más de las posibles formas de familia. Uno puede entender que la gente se lo monte como quiera y pruebe las más imaginativas modalidades de combinación humana; uno puede entender incluso que, de resultas de algún trauma infantil o como consecuencia de una indigestión de pienso ideológico, llegue a aborrecer la familia. Pero que alguien que aborrece la familia desee usurpar su nombre ya requiere una explicación clínica. Yo, por ejemplo, aborrezco la gimnasia y me precio de no haber visitado en mi puñetera vida uno de esos quirófanos con olor a sobaco donde la gente mata su salud haciendo pesas y bicicleta ciclostática; pero cuando tengo que rellenar algún impreso oficial no se me ocurre poner en la casilla de la profesión «gimnasta de sofá». Tampoco pretendo concurrir en ninguna olimpiada, ni convencer a nadie de que mis confortables michelines, que tanto me abrigan en invierno, son en realidad músculos abdominales hiperdesarrollados. Digamos que acepto con plácida naturalidad que carezco de dotes gimnásticas; no entiendo por qué cierta gente que carece de dotes para fundar una familia pretende, en cambio, que la modalidad alternativa de combinación humana que escogen sea designada con el nombre que en realidad tanto detestan. Supongo que tanta terquedad obedece en el fondo a la supervivencia de un complejito; pero los complejitos, que merecen nuestra caridad, no pueden provocar el torcimiento del lenguaje. De una señora gorda podremos decir, por cortesía o sentido del humor, que está lozana, jamona o maciza; ponderar su esbeltez, en cambio, constituye un ejercicio de cinismo.

Y, salvo que juguemos al cinismo, hemos de reconocer que familia no existe más que una. Cuando decimos «familia tradicional» estamos formulando en realidad un pleonasmo, tan grotesco e hilarante como si dijéramos que después de comer nos gusta dar un «paseo pedestre». ( ... ). Podemos jugar a torcer el lenguaje cuanto deseemos, podemos marear las palabras y someterlas a centrifugados y travestismos pintorescos; pero, por mucho que nos empeñemos, un pollo seguirá siendo un pollo, aunque lo envolvamos con una piel de conejo."
(Juan Manuel de Prada, publicado en A.B.C.)

ÉTICA 4º E.S.O. Segundo Trimestre: El ciudadano

El bien común.

Nuestra existencia en sociedad tiene una finalidad común a todos. Es la ayuda mutua, lo que llamamos bien común. Es en lo que la sociedad en su conjunto imita a la familia. En ésta, todos sus miembros entregan sin miedo todo lo que son sin perder su individualidad, la cual queda además reforzada. La familia transmite al resto de la sociedad sus principales obligaciones con respecto a la persona y la primera es la del bien común.
"Muy bien dijo Platón que no hemos nacido para nosotros únicamente, sino que una gran parte de lo que somos se lo debemos a nuestros padres, y otra a los amigos. Y según afirman los estoicos, todo cuanto produce la tierra fue creado para el uso de los hombres, y los hombres para los hombres, de forma que puedan servirse de provecho entre sí y a los demás. Por eso debemos promover la utilidad común con el mutuo intercambio de obligaciones, dando y recibiendo el fruto de nuestro trabajo y de nuestras facultades”. (Cicerón. “Los oficios.)

La sociedad tiene la obligación de atender a los más necesitados para promover el bien común. Hay quien propone que sea el Estado quien se ocupe de todas las tareas de redistribución social. Pero esta idea es profundamente dañina para la propia sociedad, ya que con la excusa de esa delegación pierde la sensibilidad solidaria y la pone en manos de un Estado que garantiza más su capacidad de imponerse que el sentido de la justicia. Sin embargo, siempre han estado vivas, especialmente en determinados sectores sociales, la preocupación eficaz y la solidaridad para con los que lo pasan peor.
(En España fue impresionante la cantidad de voluntarios que acudieron a Galicia a limpiar las playas cuando tuvo lugar el accidente del petrolero Prestige. O lo son aún hoy los que acuden a sofocar los incendios que verano tras verano asolan nuestro país. O los bañistas de Canarias que no dudan en dejar un día de playa para atender a los inmigrantes africanos que llegan en los cayucos, esas barcazas que los vomitan casi como cadáveres a los que logran sobrevivir hasta nuestras costas. O la reacción de la gente anónima para atender los más de 1.500 heridos en el ll-M. Por no hablar de los miles de misioneros y voluntarios que gastan escondidamente sus vidas exclusivamente por los más necesitados en sus propios países.)


La que debe ser primera conquista del bien común es el bienestar material; no tanto la obtención de un conjunto suficiente de recursos como la participación justa de todos los ciudadanos en ellos. Es lo que también llamamos derecho a la igualdad de oportunidades.

La segunda obligación de la sociedad con relación al bien común es la paz. No tanto la individual -que es tarea de cada uno- sino la paz social. Y no debe ser el resultado del temor a la represión, sino el equilibrio de toda la sociedad para que -sin violencia ni excesivas tensiones- sea posible a cada ciudadano procurarse los fines propios y los de la comunidad. En el siglo XX, lamentablemente, se sucedieron ejemplos de sociedades -de entre las más avanzadas­ sometidas sin gran rechazo interno al miedo, la opresión y el horror.

"Una especie de glacial aliento se cierne sobre las calles de Alemania en la mañana del 9 de noviembre de 1938. De pronto, una mano asesina barre la pacífica existencia ciudadana de los judíos. Indefensos ciudadanos que son súbitamente expulsados a golpes de sus casas y torturados. Sus comercios demolidos y expropiados. Por todas partes arden las sinagogas. Todo alemán decente está horrorizado. Pero nadie se atreve a protestar en alta voz, pues esa protesta sería ahogada al instante en sangre y muerte”.
(Tomado de una biografía de Edith Stein. Filósofa alemana, judía, discípula de E. Husserl, se convirtió al catolicismo y se hizo carmelita poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Falleció asesinada en Auschwitz. Fue canonizada en 1998. )

Son muchos los testimonios que podemos encontrar sobre la Alemania nazi y la pasividad generalizada de su sociedad durante el III Reich. Tampoco hoy en día podemos estar seguros de que nuestra propia sociedad esté lo suficientemente sana como para reaccionar ante una defección de sus dirigentes en la defensa de las libertades. La situación de los ciudadanos que mantienen incólume su espíritu libre es de tremenda debilidad en esas situaciones, aunque su valentía se hace entonces imprescindible.

"Mientras en mayo de 1942 las tropas alemanas se encontraban en los campos de batalla de Rusia y del Norte de África, unos estudiantes de la Universidad de Munich asistían a clases y compartían su aversión hacia el régimen nazi. Hans Scholl, Alexander Schmorell y Sophie Scholl formaban el núcleo de este grupo de amigos. Que pasó a llamarse La Rosa Blanca. Sophie Scholl nació el 9 de mayo de 1921 en Forchtenberg am Kocher, un pueblo del que su padre, Robert Scholl, era el alcalde. El arresto de su padre por haberse referido a Hitler frente a un empleado suyo como "El Flagelo de Dios", le causó una profunda impresión.

Para la familia Scholl la palabra "lealtad" significaba obedecer los dictados del corazón."Lo que quiero para ustedes es vivir con rectitud y libertad de espíritu, sin importar lo difícil que esto resulte", le dijo el padre a su familia.
Cuando en 1942 comenzó la deportación masiva de judíos, Sophie, Hans, Alexander y Jurgen compraron una máquina de escribir y una copiadora: "nada es tan indigno de una nación como el permitir que sea gobernada sin oposición por una casta que ha cedido a los bajos instintos... La civilización occidental debe defenderse contra el fascismo y ofrecer una resistencia pasiva antes de que el último joven de la nación haya derramado su sangre en algún campo de batalla". Los miembros de La Rosa Blanca trabajaron día y noche en secreto, produciendo miles de panfletos que enviaban a intelectuales desde sitios no detectables dentro de Alemania. Sophie compraba papel y sellos de correo en sitios diferentes para que sus actividades no llamaran la atención. La Gestapo había estado buscando a los autores de los panfletos desde que apareciera el primero. Un día. Sophie y Hans llevaron una maleta llena de folletos a la Universidad, y los dejaron en los pasillos para que los estudiantes los leyesen. Jakob Schmidt, un bedel de la Universidad y miembro del Partido Nazi, vio a Sophie y a Hans con los folletos y los denunció. Fueron llevados bajo arresto a la Gestapo. El "interrogatorio" de Sophie fue tan cruel que apareció ante el tribunal con una pierna rota. El 22 de febrero de 1943 Sophie, Hans y Christoph fueron condenados a muerte en la guillotina por el Tribunal del "Pueblo", que había sido creado por el Partido Nacional Socialista para eliminar a los enemigos de Hitler.
Las últimas palabras que Hans Scholl gritó desde la guillotina fueron: "iViva la Libertad!". “Córno podemos esperar que prevalezca la justicia cuando casi no hay gente que se brinde individualmente en pos de una causa justa", dijo Sophie. "Un día tan lindo, tan soleado, y debo irme", continuó diciendo horas antes de su ejecución. "Pero, qué importa mi muerte, si a través de nosotros miles de personas se despiertan y comienzan a actuar?


El miedo es la primera forma de violencia, un atentado contra la paz. Donde reina el temor la vida se encoge. Tristemente en la España de principios del s. XXI aún tenemos el ominoso ejemplo de una buena parte de la sociedad aplastada por el miedo, especialmente en el País Vasco.
Se permiten todas las comodidades y privilegios de las sociedades occidentales del primer mundo a condición de que se renuncie a la expresión de la propia libertad política. En esas circunstancias, para ser libre hay que ser héroe, y eso reduce significativamente el número de mujeres y de hombres que se atreven a ser libres. Los ciudadanos ya no preguntan entonces "¿qué puedo hacer?", sino ¿“qué me pueden hacer?".


Una sociedad está viva -tiene automovimiento y se marca sus propios fines- cuando considera suyo el deber de intervenir, de acuerdo con las posibilidades de cada uno, en las distintas esferas de la vida pública. y cuando no es así, surge el desinterés, el absentismo electoral, el fraude fiscal, laboral y social, y sólo queda en pie la egoísta defensa de los privilegios de la sociedad opulenta.
Dice el artículo 29.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Toda persona tiene deberes respecto de la comunidad puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad". Se abre así el gran campo de las actividades culturales, asistenciales, benéficas, caritativas, deportivas, etc., cuya finalidad es el muy directamente el bien común y que son promovidas por la iniciativa de los propios ciudadanos.
Además de estas tareas enfocadas en directo al bien común, cualquier tarea o trabajo humanos, desde la sencilla limpieza del hogar hasta la dirección de una gran empresa, deben contribuir al bien común. De esta forma, estarán alineadas con el sentido de trascendencia que difunde el bien en el mundo y dignifica infinitamente a la persona.
El hombre no vive más que en sociedad. Es para él una obligación de justicia colaborar en la configuración de una sociedad más justa, aportando sus propias capacidades personales que, sin duda, habrá a su vez adquirido y desarrollado en la familia, la primera sociedad.
(Apuntes de Filosofía).

miércoles, 7 de julio de 2010

Bloque 1º de Filosofía: El camino del conocimiento.

Para estar atentos a la realidad hay que utilizar los ojos: "Me duelen los ojos", dice Neo. "Es normal -contesta Morfeo-. Es que nunca los habías usado". Debemos aprender a usar la vista para mirar bien despiertos. "No sueñes tu vida; vive tu sueño", se lee en la pared de mi hija adolescente.


Es sabio apoyarse en los que nos han antecedido para adquirir criterio propio. Muchas veces la apariencia de independencia respecto de las ideas de los demás puede parecer un síntoma de personalidad propia fuerte. Pero puede esconder también una profunda ignorancia revestida de un orgulloso caparazón. El criterio es la capacidad de discernir lo verdadero de lo falso, distinguir lo que vale la pena de lo que no, las cosas que son valiosas y merecen que les dediquemos esfuerzo, sacrificio y tiempo. Sin criterio somos como veletas al viento que más sople. Decía el viejo Confucio: "Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender, peligroso". El que el criterio deba ser propio no significa que no tengamos que aprenderlo para interiorizarlo.
La lectura de libros clásicos, el buen cine, conversaciones con gente sabia, buenos artículos periodísticos son algunas de las fuentes a las que acudir para buscar criterio. Eso y nuestra actitud honrada y valiente evitarán que nos suceda como a los ciegos de aquella fábula de León Tolstoy:

"Un rey de la India ordenó reunir a todos los ciegos de su país. Una vez juntos, mandó mostrarles sus elefantes. Un ciego palpó una pata; otro, la cola; un tercero, el comienzo de la cola; un cuarto, el vientre; un quinto, el lomo; un sexto, las orejas; un séptimo los colmillos y un octavo, la trompa. Luego dispuso el rey que los ciegos vinieran a su presencia y les preguntó: «a qué se parecen mis elefantes?».
El primer ciego respondió: -tus elefantes se asemejan a las columnas. Era el que había palpado la pata. El segundo dijo: -son semejantes a una escoba. Era el que había tocado la cola. El tercero dijo: -se parecen a una rama. Es el que había examinado con sus manos el comienzo de la cola. El que había palpado el vientre dijo: -tus elefantes se parecen a un montón de tierra. El que había estado tocando el costado aseguró: -son semejantes a un muro. El que había palpado el lomo declaró: -se asemejan a una montaña. El que había tocado los colmillos dijo: -son semejantes a los cuernos. El que había palpado la trompa dijo: -se parecen a una gruesa cuerda. Y todos los ciegos comenzaron a discutir entre sí.

¿Qué es la verdad?
He aquí una pregunta que es más fácil de responder de lo que parece. En determinado contexto, lanzarse a contestar podría dar a entender que nos creemos en posesión de la verdad, como si fuésemos un profeta que viene de escuchar un oráculo. Lo más común entonces es evitarlo rápidamente, diciendo que no existe una verdad que sólo algunos conozcan; que nadie puede estar en posesión de la misma y que debemos limitarnos a verdades más parciales: a creer en lo que digan los científicos o los telediarios.
Pero no es tan complicado. La verdad es conocer la realidad, lo que las cosas son. Esto la hace más asequible, más democrática, lo que permite la comunicación entre los hombres. Los clásicos definen la verdad como la adecuación entre la inteligencia y las cosas: si entiendo que lo que tengo delante es una mesa y verdaderamente la tengo, poseo la verdad. Así de simple. Pregunten a cualquiera.
Claro que la cosa puede hacerse más complicada cuando no se trata ya de mesas o cosas por el estilo. No siempre el conocimiento de la verdad supone que estemos delante de' ella como lo estamos de la mesa. Si oímos que el Real Madrid ha ganado este domingo su partido de liga, lo normal es que creamos que es verdad. Si escuchamos que un coche que queremos comprar tiene 150 CV de potencia, lo admitimos también como verdadero. Y ni hemos visto el partido, ni uno solo de esos caballos.
También damos por verdadero lo que nos han contado nuestros padres acerca de nuestras familias y de cuando éramos tan pequeños que no podemos recordar, o lo aprendido en nuestros estudios.
La verdad se adquiere, se conoce por experiencia propia o por la confianza en los demás. Poseer la verdad requiere por lo tanto paciencia y tiempo. Pero, ¿cómo se posee la verdad? Ciertamente, no la podemos almacenar ni meter en un bolsillo. Y sin embargo, de algún modo distinguimos perfectamente cuándo sabemos algo de cuándo no. ¿Dónde metemos lo que sabemos? Habrá que admitir que se trata de una posesión inmaterial o espiritual pero realísima de lo que conocemos. Al ser inmaterial es también inmediata. No hay algo así como un "proceso de conocimiento", como una actividad en la que poco a poco se vaya poseyendo lo conocido'', como sucede en cambio en la nutrición con los alimentos. Cuando conozco, lo hago inmediatamente. Cuando veo, ya he visto.
a. Sentir y entender
Conocemos el mundo a través de los sentidos: con la vista vemos los colores, con el oído oímos los sonidos, con el tacto tocamos las superficies, con el olfato olemos los olores y con el gusto gustamos los sabores. Pero cuando ya hemos visto, oído, tocado, olido o gustado, muchas veces nos preguntamos además: ¿esto qué es? Preguntamos por lo que no sentimos. Y algo en nosotros permite la respuesta: un coche. Eso azul, que suena como un rugido, tan lisito, que huele a gasolina y a motor caliente y que mejor no gustamos, es un coche. Pero no existe el sentido de sentir los coches. Ha sido nuestra inteligencia quien se ha ocupado de responder. Con los sentidos, sentimos el mundo; con la inteligencia, sabemos y lo podemos entender.
Conocer la realidad: el conocimiento sensible.
Los sentidos nos proporcionan la experiencia básica de las cosas. No podemos conocer si no partimos de los sentidos. No hay nada que llegue a la inteligencia sin haber pasado, de algún modo, por la experiencia sensitiva.
En el conocimiento sensible podemos encontrar tres niveles: los sentidos externos, el sentido común y los sentidos internos.

Los sentidos externos son los tradicionales "cinco sentidos" que además ya hemos citado. Son como las ventanas abiertas al mundo. Dicen los científicos que una persona que no tuviese sentidos no sería viable porque estaría cerrada al mundo, que es nuestro lugar natural. Conocer sensiblemente es también poseer inmaterialmente. Cuando veo el color rojo, mis ojos no se vuelven rojos. Sentimos por contacto físico, pero no introducimos nada físico en nuestros sentidos.
Los sentidos internos actúan a partir de sentido común. Mucha gente los confunde con actividades intelectuales, cuando realmente son sentidos. Se trata de la percepción o sentido común, la imaginación, la estimación y la memoria.
El sentido común o percepción, es otro sentido pero que está enfocado a los sentidos externos, y no directamente al exterior. Es el reunificador de las sensaciones, el sentido que nos permite agrupar color, textura, olor, etc., y atribuirlas a un único objeto. Porque la vista sólo ve, y no es capaz de asociar el color que ve al sonido que oye su vecino el oído. Asociar es distinto que ver, que oír, que oler. Por eso es necesario un sentido común.


La imaginación es como el archivo de las percepciones. A partir de objetos percibidos puede recrearlos y reconocerlos. En ella está el mapa del mundo que nos rodea. A su vez, sirve de base a la inteligencia: ésta obtiene de las imágenes de la imaginación los conceptos que maneja el pensamiento. Una imagen de la imaginación puede ser más o menos sensible, y parecerse por eso más o menos a un concepto (el concepto es ya objeto de la inteligencia). Así, si mi imagen de mesa es lo más parecido posible al pupitre que tengo delante, es más sensible y menos universal. Quizá, si nunca he visto otra antes, puede que no me sirva para llamar mesa a una enorme mesa de comedor, porque me parecería muy distinta. Pero si mi imagen de mesa es simplemente [tablero + patas], entonces es más intelectual y serviría para cualquier mesa. Cuanto más simple, más pura y más universal. Sería casi un concepto. Imágenes muy puras son, por ejemplo, las de la geometría: círculo, rombo, cuadrado; figuras, volúmenes, ángulos.

La estimación por su parte, pone en relación una realidad exterior con la propia situación orgánica. Estima o valora lo conocido en función de las necesidades del ser vivo. Preferir algo a otra cosa, determinar si me conviene o no, valorar el provecho que puedo obtener. La estimación rige el comportamiento que voy a tener con el objeto valorado; adquiero experiencia y determino mi conducta. Si pruebo un plato que no me gusta, mediante la estimación evitaré en el futuro volver a pedirlo en un restaurante. Para los animales es su sentido más alto y, como el conocimiento sensible es el más alto para ellos, se puede decir que es la guía de su comportamiento. Por la estimativa, el conejo huye del lobo, el pájaro anida en la rama, o el perro mueve la cola al ver a su amo. Es la fuente de sus instintos.
Por último, la memoria conserva las valoraciones de la estimativa, las imágenes y los actos del sujeto. La memoria retiene la sucesión temporal del propio vivir y permite encontrar nuestro lugar en el tiempo. Como sentido que es, tiene una base orgánica localizable en el cerebro. Para los humanos posee una gran importancia porque nos permite enlazar con el pasado y conservarlo. Sin ella no sabríamos que hicimos ayer, ignoraríamos a qué familia pertenecemos, desconoceríamos qué prometimos o qué nos propusimos, olvidaríamos que nos viene bien o qué decidimos evitar, y no podríamos contar historias ni recuerdos.
Resumiendo: el conocimiento sensible es el que obtenemos a partir de los sentidos, externos o internos, y lo compartimos con los animales.
Con los sentidos externos captamos propiedades de los cuerpos, como la luz, el color, los sonidos, la temperatura, etc., que son el estímulo externo necesario para este conocimiento. Sin estímulo no hay sensación: sin luz, aunque queramos ver no vemos.
La percepción unifica las sensaciones de los sentidos externos. La imaginación objetiva lo unificado por la percepción, la memoria retiene lo conocido por los sentidos externos, clasificándolo temporalmente, y la estimación -que es la base de los instintos ­valora lo conocido en funciónףde las necesidades del ser vivo.
Los vivientes que conocen (los animales y el hombre) proyectan su comportamiento a partir de su conocimiento. Como hemos visto, en los animales, el conocimiento mבs alto y que engloba a los demבs es la estimativa, que se convierte de esta manera en la directora de su conducta. Todo lo que conoce se somete al criterio de conveniencia de acuerdo con lo mבs elevado de su vida: la supervivencia de su especie. Las cosas son solamente lo que son-para-él. y el conocimiento sensible es una herramienta más para salir adelante en la lucha por la vida: un conocimiento útil para satisfacer sus necesidades vitales. El animal no puede escapar a sus instintos porque no tiene nada superior (ni falta que les hace). Sus instintos cuidan de él. Por eso, satisfacerlos es su mejor manera de vivir.
El hombre, sin embargo, posee una instancia superior que es la inteligencia (y con ella, la libertad, la intimidad y la dignidad). Por eso, nuestros instintos tienen una directora distinta y por encima. Nuestros instintos no cuidarían de nosotros como lo pueden hacer nuestra inteligencia y voluntad libres. Toda nuestra arquitectura sensible está en función no ya de la supervivencia sino de los objetivos propios de esa voluntad y de esa inteligencia (que podemos ir anticipando que son la verdad y el amor). La estimativa y los instintos pueden valorar lo que nos conviene como animales. Pero nuestra condición animal no lo es todo. Es la inteligencia la que puede valorar lo que nos conviene como personas. Veamos cómo funciona.


Conocer la realidad: el conocimiento intelectual


Los hombres, con el conocimiento sensible, sabemos lo que las cosas son para nosotros. Con la inteligencia, conocemos lo que son en sí mismas.

Como hemos visto, tenemos distintos sentidos externos e internos. La inteligencia en cambio es única, pero realiza diferentes operaciones y se va perfeccionando. No conocemos las cosas de un modo total y acabado sino que podemos y debemos profundizar en ellas. Esto no ocurre con los sentidos. Por eso los animales no progresan, no poseen cultura ni la transmiten. Sólo, y en todo caso, evolucionan. No inventan cosa nuevas ni descubren otros modos de comportarse: no les hace falta porque su conocimiento está en función de sus necesidades biológicas, y éstas son siempre las mismas. No necesitan más de lo que ya tienen.


Las operaciones de la inteligencia son tres: la abstracción, el juicio y el razonamiento.

La abstracción. Nos detendremos algo más en ella porque conviene que la entendamos bien. En la abstracción, la inteligencia obtiene los conceptos a partir de las imágenes de la imaginación. El concepto es la idea que podemos abstraer de lo que conocemos. A diferencia del conocimiento sensible, la inteligencia no necesita de un estímulo sensorial para ponerse en marcha: no necesita contacto físico ni reacción química para funcionar. Necesita, eso sí, del conocimiento sensible.
Millán-Puelles lo explica así: entender el calor no calienta, mientras que sentirlo, sí. Y si lo que entiendo es el fuego, mi entendimiento no arde en llamas ni siente el menor calor. Lo cual no quiere decir que la inteligencia haya apagado el fuego (si fuese capaz de hacerlo enviaríamos al paro al cuerpo de bomberos).
¿Qué es entonces lo que traigo a mi inteligencia cuando conozco el fuego o una mesa o un coche? Es la idea; lo que en la historia de la Filosofía se ha llamado forma. Las cosas materiales están compuestas por materia y forma. Uno y otro no son partes de las cosas, sino principios que las constituyen. De otro modo no podríamos explicar por qué el pensar en el fuego no nos quema: algo tiene que haber en la cosa que pueda pasar a ser poseído por mi mente.
De la forma de las cosas extraigo la idea, que es lo que yo traigo de ellas a mi inteligencia. Parece un poco complicado, pero puede entenderse. La forma de un coche es lo que permite que a cualquier vehículo del estilo que encuentre le pueda llamar "coche", Es su género. Al decir coche damos por supuestas todas las características que debe tener para llamarse así: cuatro ruedas, que transporte personas, con su propio motor,... La idea es inmaterial, da universalidad a las cosas y permite que sean conocidas. La materia las individualiza. Las cosas son una y otra, materia y forma; las ideas, sólo forma.
Pues bien, cuando conocemos, captamos, poseemos o aprehendemos la forma de lo conocido. Por eso, conocer es poseer inmaterialmente (formalmente) las cosas. Y a esa operación la hemos llamado abstracción.

Con un ejemplo lo podemos ver más claro. Los animales no pueden abstraer porque no tienen inteligencia. Ayllón explica" un significativo experimento de Pavlov a este respecto:
Pavlov coloca a un simio en una gran balsa que flota en el centro de un lago. Entre el lugar en el que se sitúa al simio y aquel donde se le proporciona el alimento, hay un aparato que produce fuego. Pero también hay un depósito de agua y un cubo. Al mono se le enseña a sacar agua del depósito con el cubo, apagar el fuego y llegar a la comida. Por lo demás, el mono sabe refrescarse en el lago cuando hace calor. Pero un buen día se quita el agua del depósito. El simio, desconcertado, sigue metiendo el cubo en el depósito vacío sin pensar que puede Ilenarlo con el agua del lago. ¿Por qué? Ésta es la respuesta de Pavlov: porque «no tiene una idea general, abstracta del agua como tal; en el nivel en que se sitúan los antropoides no se produce aún la abstracción de las propiedades específicas de los objetos».
El animal siempre verá el agua en relación con sus necesidades y, en definitiva, con su supervivencia: donde me refresco, lo que bebo, con lo que apago el fuego. El hombre puede considerarla como realidad objetiva, en sí misma. Por tanto, no necesita del contexto de una necesidad -sed, calor- para asociarla a su satisfacción. Y podemos emplearla en lo que queramos, libremente: navegar, mover turbinas, regar, o hacer cubitos de hielo para el refresco.
Eso es abstraer: liberar a las ideas de las cosas y de nuestras circunstancias. Lo cual nos permite instrumentalizarlas al servicio de nuestra libre voluntad, con independencia de nuestros instintos. Sólo gracias a que podemos abstraer somos capaces de convertir un objeto en un instrumento. Nuestro primer instrumento fue la mano. Pero rápidamente pasó a la categoría de instrumento de instrumentos, en cuanto nos dimos cuenta de que con una rama podíamos golpear aún más fuerte. Nació así la técnica. Pero si lo que queríamos era cazar un mamut, ninguna rama, por gruesa que fuese, nos podía servir. A alguien se le ocurrió entonces afilar la punta y clavársela al pobre mamut. y todo gracias a que convertimos "rama" primero en "garrote" y después en "lanza", y seguramente más tarde en "flecha", ... ¿Fue la necesidad de comer pajaritos la que nos hizo llegar a la flecha? No: como observa L. Polo, la misma necesidad tienen los gatos y todavía no consta que hayan inventado las flechas. El hambre nos impulsa a comer, y puede que aguce el ingenio.

Pero inventar, sólo inventa el ingenio, la inteligencia del hombre, hambriento o después de comer. No es correcto explicar al hombre desde sus necesidades.
El juicio es una nueva operación de la inteligencia. Lógicamente ésta no se puede quedar en la simple abstracción de objetos. Así, en el juicio reúne dos o mas conceptos conectándolos entre sí: el coche es azul, el agua está fresca. Un animal percibe el agua igual de fresca que nosotros, y si va a beber la preferirá a otra más caliente. Pero sólo por que le conviene. No puede formular juicios porque no ha sido capaz de abstraer. Luego no puede atribuir un predicado -fresca- a un sujeto -agua-, porque no entiende el concepto de agua ni el de fresca. No entiende el agua, sólo se la bebe. Ni entiende fresca: sólo se refresca.
En tercer lugar tenemos el razonamiento o concatenación de varios juicios. Veíamos al hablar de la abstracción que ese tipo de conocimientos posibilita la conducta humana, y hablábamos de la instrumentalización como condición de posibilidad de la técnica. Una de las técnicas más definitorias de lo humano es el lenguaje. El lenguaje es la expresión de nuestro carácter humano. Se sirve de símbolos convencionales, inventados, que son las palabras. Una palabra, salvo que sea onomatopéyica, no tiene nada que ver con lo expresado. Pero lo expresa. La palabra es el nombre de la idea abstraída. Y su expresión se realiza en juicios y razonamientos. El lenguaje es la forma del pensamiento, e implica la inteligencia. Al hablar, al razonar, conocemos mejor la realidad: profundizamos en ella, buscamos los porqués. Descubrimos que la naturaleza no es un caos y que hay un orden. Que los seres vivos son seres orgánicos, compuestos, pero en los que cada parte cumple una función y que hay una unidad. Comprobamos que esa unidad no es obra de nuestro pensamiento. No se debe a que hayamos reunido sólo en nuestra mente lo que fuera de ella está disgregado. El equilibrio ecológico, por ejemplo, no es un invento humano, sino que está ahí y es gracias a nuestra inteligencia como nos damos cuenta. Y al darnos cuenta de su importancia y de su fragilidad, nos sentimos llamados a protegerlo y responsables de su cuidado. Un nuevo descubrimiento: la responsabilidad -para con la naturaleza o para con nuestros semejantes- es algo que nos surge porque tenemos inteligencia. ¿Lograríamos todo esto sólo con los sentidos?

¿Piensan las computadoras?

Hablemos ahora de la inteligencia artificial (IA). Numerosas películas -incluida Matrix, que ya nos ha servido de ejemplo, o la misma AI, de Spielberg, I Robot y algunas más- se han atrevido con el planteamiento de ordenadores capaces de superar intelectualmente a los hombres. ¿Piensan los ordenadores? Lo cierto es que no. Y que por tanto, sólo metafóricamente decimos que poseen inteligencia artificial. Procesar información no es pensar. El ordenador combina símbolos, reducidos a su mayor simplicidad de unos y ceros, pero siguiendo las instrucciones de los ingenieros que las crean. Pueden incluso mostrar cierta autonomía, pero siempre y sólo si obedece -de nuevo- a instrucciones que se le han dado. El hombre es capaz de crear símbolos (lo decíamos al hablar del lenguaje); las máquinas, no. Veámoslo con un ejemplo de John Searle, publicado en 1980:
"Imaginemos una computadora que posee un programa integrado por el que entiende el idioma chino. Pero, lo entiende de verdad, como los auténticos chinos?
Imaginemos ahora que una persona es encerrada en un cubículo literalmente forrado por dentro de estanterías en las que se amontonan papeles con escritos en chino. Esta persona sólo habla inglés, pero recibe por debajo de la puerta del cubículo otros papeles. Éstos, aunque también están en chino, contienen además una serie de instrucciones en inglés en el que se le indica qué papel, de los que estaban dentro, debe devolver también por debajo de la puerta. Sin embargo, nuestro amigo no sabe ni que lo que le pasan en chino son preguntas, ni lo que devuelve, respuestas correctas a esas preguntas.
Si nadie dice nada, podríamos pensar desde fuera que el señor de dentro sabe chino. Pero lo cierto es que, por muchas veces que repita la operación y por muy rápido que llegue a hacerlo, jamás aprenderá una palabra de ese idioma.