Veamos un fragmento en el que Aristóteles pone de manifiesto
el deseo de saber que tienen todos los seres humanos y que este deseo culmina
cuando se adquiere la sabiduría que es el conocimiento de las causas y los
principios del ser, como hemos estudiado ya.
" Creemos, sin
embargo, que el saber y el entender pertenecen más al arte que a la experiencia
y consideramos más sabios a los conocedores del arte que a los expertos,
pensando que la sabiduría corresponde en todos al saber. Y esto, porque unos
saben la causa y los otros no. Pues los expertos saben el qué, pero no el
porqué. Aquéllos, en cambio, conocen el porqué y la causa. Por eso a los jefes
de obras los consideramos en cada caso más valiosos, y pensamos que entienden
más y son más sabios que los simples operarios, porque saben las causas de lo
que se está haciendo; éstos, en cambio, como algunos seres inanimados, hacen,
sí, pero hacen sin saber lo que hacen, del mismo modo que quema el fuego. Los
seres inanimados hacen estas operaciones por cierto impulso natural y los
operarios, por costumbre. Así pues, no consideramos a los jefes de obras más
sabios por su habilidad práctica, sino por su dominio de la teoría y su
conocimiento de las causas. En definitiva, lo que distingue al sabio del
ignorante es el poder enseñar, y por esto consideramos que el arte es más
ciencia que la experiencia, pues aquéllos pueden y éstos no pueden enseñar. "