sábado, 21 de junio de 2014

Libro del mes (junio 2014): La filosofía de las corridas de toros.



Este libro de un filósofo francés nos enseña a entender el toreo en toda su grandeza. Veamos un fragmento:


  • "Así, pues, la explicación sacrificial no es falsa, pero sólo puede ser parcial. Pasa por alto deliberadamente un aspecto esencial del acto taurino: el de que se trate precisamente de ... tauromaquia. Así, pues, al contrario que la interpretación «sacrificialista», hay que res­ponder a la pregunta: «¿Por qué matar los toros?», planteando la te­sis de que el toro de lidia no es -sólo- un animal sacrificado, sino que es también -y ante todo- un animal en lucha. 
  • Veamos una explicación de la muerte del toro que se basa pre­cisamente en la corrida-combate: llamémosla la interpretación «agonística». El matador no es un sacrificador, es un gladiador. No mata encarnando los valores sagrados del sacerdote, sino los valores profanos del héroe. El toro no es el animal que se inmola, sino el antagonista absoluto con el cual se mide su adversario. ¿Por qué ma­tado? No porque encarne ese poder casi inviolable del que el hom­bre en general se apropia por la muerte, sino porque es el adversa­rio casi invencible que un hombre singular logra vencer hasta la muerte. El matador no glorifica el animal al matarlo, se glorifica a sí mismo. Ha vencido su poder, el poder, algo así como un poder ab­soluto. Entonces, ¿qué es la corrida de muerte? No una misa, sino el campo cerrado de los desafios y las hazañas ... lejanamente hereda­da de los torneos de la caballería, emparentada por alianza con las cacerías de montería. ¿Qué es la estocada? No un acto ritual, sino la demostración aristocrática de una superioridad guerrera contra un animal salvaje. Es la «proeza» suprema, en el sentido que ese térmi­no tenía en la ética caballeresca: aquella por la que se afirma el po­der soberano de un hombre y el triunfo del valiente solitario. 
  • También a ese respecto, incluso quien se negara a aceptar esa interpretación en toda su radicalidad debería conceder que muchos elementos de la corrida de toros abogan a su favor. Tenemos, al menos, tres indicios de ellos.
  • La corrida de toros es (¿acaso debemos repetirlo?) el combate regulado entre un hombre y un animal o, dicho de otro modo, la representación de la lucha entre dos formas de vida: el poder sereno de la inteligencia-la astucia- contra el poder de la fuerza bruta, el instinto ciego. Así, pues, es en primer lugar algo así como una exhibición clamorosa de omnipotencia delante del mundo. Un hombre -un héroe, algo así como un semidiós- se proclama capaz de un gesto heróico para granjearse la admiración de todos y alcanzar la gloria: poner su vida en juego frente a una fiera y lograr acabar con ella. En relación con el público, la corrida es una hazaña: «¡Admirad mi victoria!   ¡Mirad mi triunfo!» Pero, en relación con el animal, es un desafio: Tú que eres tan fuerte, ¡mátame, si puedes! ... Y, puesto que no puedes soy yo quien te mata.» Ése es el sentido profundo de la muerte del toro y es inseparable de toda la lidia que la precede, pues, frente a la interpretación sacrificialista, podemos sostener que no es la muerte del animal lo que  qcuenta, en la «hora de la verdad», no es lo que inspira silencio y respeto y respeto, sino el acto último -y extremo- del hombre combatiente.La suerte de matar es simplemente el último gesto del último acto del drama."

miércoles, 11 de junio de 2014

Libro del mes (mayo 2014): "De Malo" de Santo Tomás de Aquino


Con el fin de que los alumnos se inicien en algún ensayo de Santo Tomás, hemos elegido este fragmento sobre la libre elección.


“ Del mismo modo que en las otras cosas de la naturaleza, encontramos en el hombre un principio de sus actos. Este principio activo en el hombre es la inteligencia y la voluntad. Este principio "humano" se asemeja parcialmente, como también difiere en parte, a aquel que encontramos en las cosas. Se parece en el sentido de que, de una parte y de otra, tenemos una forma, que es el principio del obrar, y una inclinación o un apetito, consecutivo a esta forma: apetito del que deriva la acción exterior. El hombre, en efecto, obra por inteligencia. La diferencia consiste en esto: la forma que constituye las realidades de la naturaleza está individualizada por la materia; la inclinación que se deriva está, como consecuencia, estrictamente determinada a una sola posibilidad. La forma intelectual, por el contrario, en razón de su universalidad, es susceptible de englobar a una multitud de posibilidades. Por eso, como los actos se realizan siempre sobre una materia singular, jamás adecuada a la potencia de lo universal, la inclinación de la voluntad no está determinada. Se beneficia de un margen de indeterminación respecto a los múltiples singulares. El arquitecto, por ejemplo, que conciba el plano de una casa en lo universal, puede, a su gusto, darle la forma que quiera: cuadrada, redonda, etcétera. Todas estas figuras se ordenan bajo lo universal a título de determinaciones particulares. El animal (que es menos determinado que la piedra) se encuentra en una posición intermedia entre el hombre y la cosa. Pero las formas de su percepción permanecen individuales. En consecuencia, la inclinación, pese a la variedad de "lo sensible" que la condiciona, está siempre determinada por lo singular (…)

¿Cómo se decide, pues, la voluntad concretamente? Se pueden analizar tres casos. A veces la decisión dependerá del "peso" de tal o cual condición del objeto, en tanto que valorada por la inteligencia. La decisión será en tal caso racional; por ejemplo, si yo considero tal cosa útil para mi salud o, al menos, lo es para mi actividad voluntaria. Otras veces una ocasión, venga del interior o del exterior, hará que me apoye sobre una circunstancia del objeto y que deje el resto en la sombra. Finalmente, la decisión puede tener su origen en una disposición interna. El hombre colérico y el hombre sabio deciden de muy diferente manera; el enfermo no ve la comida del mismo modo que el sano. Como dice el filósofo: a tal disposición, tal fin”

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