domingo, 4 de diciembre de 2011

Revista Acontecimiento. Extraordinario nº 100.

CUANDO DESOBEDECER ES VIRTUD
Teófilo González Vila
Miembro del Instituto E. Mounier

"Las normas o las órdenes que mandan actuar, p. ej., contra la dignidad de la persona, contra los derechos humanos, contra otras normas supe­riores que protegen esos bienes, deben ser desobede­cidas. Nadie puede invocar un deber de obediencia, la «obediencia debida», para justificar un proceder inmoral En ningún caso, en ninguna situación ni ins­titución.Y a este respecto, resulta ejemplarmente clara una de las ordenanzas o reglas de comportamiento establecidas para las fuerzas armadas españolas: «Si las órdenes entrañan la ejecución de actos constitutivos de delito, en particular contra... las personas ... , el militar no estará obligado a obedecerlas. En todo caso, asumirá, la grave responsabilidad de su acción u orni­sión». Hay casos, pues, en que «la debida» no es la obediencia, sino la desobediencia. Ante un mandato vicioso a la desobediencia habremos de considerarla virtuosa. Por eso no es una mera «gracieta» anarquista aquello de «contra el vicio de mandar está la virtud de no-obedecer». En el modesto nivel de la vida ordi­naria, ante la propensión de mucha gente a dar órde­nes sin título alguno para hacerlo, la aplicación de esa regla podría contribuir a la salud mental social y a poner, sin acritud, muchas cosas en su sitio. En esos casos, se trataría simplemente de «no hacer ni caso» a quien no tiene para mandar otra razón que su imper­tinente inclinación a hacerla.

Ganas de mandar, de decirle a los demás lo que tie­nen que hacer, de hacerles actuar como nos parece más conveniente... a nuestros intereses, gustos y caprichos, es algo que todos llevamos dentro por más que, en muchos casos, las circunstancias las manten­gan tan apagadas que parezcan inexistentes. De una de las integrantes de un grupo de pordioseras insta­lado a la puerta de una iglesia dirá Galdós, para carac­terizarla, que «hablaba con cierta arrogancia, como quien tiene o cree tener autoridad» y «es verosímil que la tuviese», añade, pues «en dondequiera que para cualquier fin se reúnen media docena de seres huma­nos, siempre hay uno que pretende imponer su voluntad a los demás, y, en efecto, la impone» (pérez Galdós, Benito, Misericordia, c. Ir). Permítame D. Benito advertir que para que aparezcan un mandón o mandona, y aun dos, basta que la reunión sea de dos.

Para que surja la tensión mandante-mandado bastan dos personas. Por lo demás, las relaciones interpersona­les privadas mandante-mandado se desarrollan, aun simultáneamente, en direcciones y con signos muy diversos. Pero no se trata ahora de seguir por ese camino, perderse en consideraciones sobre la inevitable presencia y ansia de poder en todo ser (aquí el spino­ziano omne ens in suo ese perseverare conatur), de modo especial en el ser consciente, hasta llegar a afumarlo como un transcendental (omne ens potens est) y adere­zado con algunas invocaciones zubirianas. Tampoco es cosa, por más que fuera divertida, de enfrascamos en un tratado sobre tipos mandones y mandonas que daría para un sabio solaz. Baste ahora advertir que tanto más ridículamente descontrolado es el aran de mando cuanto más pobre contextura humana, intelectual y moral, tiene el sujeto o «sujeta» de que se trata. Tanto más incontinentes, arrogantes, desabridos, impertinen­tes, groseros, son los modos de mandar de alguien cuanto más baja su personal catadura. Ya dice el refrán español aquello de «si quieres saber quién es fulanillo, dale un carguillo» y (añadamos) «si quién es fulanita, hazla ministrita». Pero el afán y tentación de mando acomete de manera grave, y tanto más cuanto más fácilmente se revista de celosa y sacrificada entrega al bien del prójimo, a quienes, subidos a su currículo, se creen más sabios y virtuosos y, por ello, llamados a ser legítimos guías de los demás. Se explica así que en esa tentación caigan ¡tantas veces! los «clérigos», ahora más «civiles» que «eclesiásticos». A este respecto no deja de ser significativo que aquí y ahora algún que otro filó­sofo, en el merecido disfrute del favor del gran público de los entendidos, y con vocación de gran educador, apoye entusiasta proyectos políticos que no parecen compadecerse con la libertad de cada cual para educar, educarse y equivocarse. .. Las tensiones generadas por el afán de mando entre particulares en la vida ordina­ria no suelen llegar a mayores. Los mandatos de quie­nes los dictan en el ejercicio de algún poder político son ya otro cantar. El que manda se desmanda y hay que tenerle vigilado. En un estado de Derecho, leyes justas limitan y encauzan el ejercicio del poder.
Ahora bien, con nada de lo dicho, advirtamos, se pone en cuestión, por nuestra parte, la necesidad del poder en la sociedad en cuanto exigencia que reside en la propia naturaleza de ésta, conforme a la vez con la misma naturaleza social del hombre y, en último tér­mino, -para quien comparta la visión de quien subs­cribe- con el plan del Creador. Por eso, a los cristia­nos -entre ellos se autocataloga el mismo abajo firmante- se nos dice que todo poder viene de Dios y se nos exhorta a obedecer a las autoridades, a sus leyes (Rm 13, I-7;Tt 13,1; IP 2, 13 ss ... ). Pero también se nos dice que, en caso de conflicto entre un mandato divino y otro humano, hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, como dejaron claro desde el pri­mer momento los apóstoles ante el Sanedrín (Hch 5,29). En tal caso, unos, habida cuenta de sus circuns­tancias, p. e., profesionales, deberán desobedecer y todos debemos combatir la norma injusta hasta conseguir su derogación. Según el dogma positivista que hoy muchos pretenden imponemos, criticar una norma aprobada con todas las formalidades democráticas supondría poner en cuestión la competencia norma­tiva de quienes la tienen (el Parlamento, en primer lugar) y adoptar una postura antidemocrática. Eso no es verdad. Recordemos algo muy elemental ya dicho en otro lugar: «Respetar la competencia del Parla­mento para dictar las leyes es ciertamente una exigen­cia fundamental de la democracia. Pero no es menos fundamentalmente democrática la exigencia de respe­tar el derecho de cualquier ciudadano a manifestar que tal o cual ley le parece injusta, a exponer las razo­nes por las que así lo piensa y tratar de que otros, en número creciente, asuman esas razones hasta constituir una nueva mayoría suficiente para derogar la ley injusta. Ni yo por ejercer mi libertad de expresión niego la competencia del Parlamento, ni el respeto a esta competencia me exige renunciar al ejercicio de mi libertad de expresión» (Alfa y Omega, n. 639). Nada más reaccionario que pretender petrificar el ordena­miento jurídico e impedir la crítica que hace posible su «progreso»... Se ve que algunos cuando mandan creen haber llegado al final de la Historia ... Olvidan que si no todos los disidentes han hecho avanzar la Historia, los que la han hecho avanzar han sido «por definición» disidentes. Por eso, es preciso insistir en la legitimidad de la crítica y de la oposición, por todos los medios lícitos, a las leyes que consideremos recha­zables. No basta con lamentarlas. Hay que actuar con­tra ellas: a partir del propio ordenamiento positivo (la propia Constitución), de los principios generales del Derecho (memento Ulpiano).Y, en último término, si es preciso, mediante la abierta desobediencia que debe practicarse, como grave e ineludible obligación moral, aun con graves riesgo y daño propio, frente a normas que resultan de modo objetivo y manifiesto absoluta­mente injustas, como las que permiten y aun fomen­tan la eliminación de seres humanos ...
Efectivamente, en último término, las leyes injustas y estúpidas deben ser desobedecidas. Llamo ley estúpida aquella cuya existencia y contenido son la expresión de la ignorancia, de la falta de criterio y de raciocinio, de la caprichosa arbitrariedad de quienes, instalados circunstancialmente en el Poder, consiguen que sean aprobadas. No toda ley injusta es estúpida, pero sí toda ley estúpida es injusta. Es más: como en otro lugar ya manifestaba, «quizá no hay mayor injusticia que una práctica -perdonen la paradoja- conscientemente estú­pida. La estupidez ataca no ya preceptos concretos de un código moral, sino que trata de cocear la realidad misma en la que tiene su asiento estructural antropológico constitutivo toda exigencia moral. y, por cierto: ¿no habría que ver en doña Estupidez uno de los más activos aliados del anti­cristo? ¿Cómo es posible que millones de ciudadanos inteligentes e ilustrados soporten pacíficamente ser regidos por personas que vierten en las normas las graves, alarmantes, ignorancias propias que en otro contexto simplemente les valdrían a éstas un absoluto suspenso en la materia de que se trate ... ? Quizá la explicación está también en que la mayoría de los ciu­dadanos no se toman muy en serio esa nomorrea y piensan que, dado lo 'gordos' que son los disparates establecidos, no llegarán a implantarse ... No estén tan seguros. Esperemos que aun quienes no se sientan motivados a luchar contra la injusticia lo hagan contra la mayor de todas: la estupidez» (Alfa y Omega, n. 741).
La democracia garantiza la legitimidad en el acceso al poder. Es preciso, parece, todavía perfeccionar bas­tante los mecanismos que permitan asegurar que quie­nes lo ocupan cuenten no sólo con esa legitimidad de origen, sino con la competencia mínima para no ejer­cerlo de modo insensato... ¿Y no habría que estable­cer previsiones penales específicas para quienes en el ejercicio del poder público actúan en términos que deben ser objetivamente considerados delictivos ... ?

Libro del mes (diciembre 2011): Marion-ética. Los "expertos de la O.N.U. imponen su ley.

La autora de este libro Marguerite A. Peeters es una periodista norteamericana (1963, New York) especializada en Organizaciones Internacionales.
A través del Instituto Dialogue Dinamics, fundado por ella en Bruselas, difunde información y material educativo sobre los retos de la ética posmoderna a la luz de los valores permanentes.
En este libro pretende dar a conocer los conceptos clave y los mecanismos de la revolución cultural global, revolución cultural que consiste en aplicar una nueva ética que es fruto de la revolución feminista, sexual y cultural de occidente. Una ética para marionetas que establece un nuevo diseño sobre el bien y el mal, suprimiendo lo presupuestos antropológicos básicos e imponiendo su ley a mayorías culturalmente indefensas.

Veamos un fragmento del libro donde aparecen algunos ejemplos de conceptos claves en esa revolución cultural:

"Ejemplos

Los paradigmas de la posmodernidad se presentan como más amplios y más inclusivos que los de la moderni­dad. Los agentes de transformación cultural confieren al holismo un valor añadido. Según ellos, la ética mundial es superior a los valores tradicionales o universales. Demos algunos ejemplos:

El desarrollo sostenible. Integra tres parámetros: el crecimiento económico (paradigma tradicional del desarrollo), la equidad social y la protección del medioambiente. El desarrollo sostenible «tras­ciende» el crecimiento económico después de ha­berlo desestabilizado.

La cultura de la diversidad Celebra todas las cultu­ras, «ampliando» la cultura occidental e integrando en ella a las demás culturas. La diversidad cultural disuelve la identidad de la civilización occidental y de las culturas, y las «trasciende».

La familia en todas sus formas. Además de la familia tradicional, incluye las familias monoparentales, las familias reconstituidas, las uniones de homo­sexuales, La «familia en todas sus formas» decons­truye la familia tradicional y se sitúa por encima de ella.

La cultura universal de derechos. Incorpora tanto los derechos reconocidos en la Declaración Universal de 1948 y los distintos tratados de derechos huma­nos como los nuevos derechos forjados por los agentes de la revolución cultural occidental y su­bordinados, no ya a valores trascendentales, sino al derecho a elegir (ver capítulo IV). La cultura universal de derechos deconstruye y «trasciende» el concepto de universalidad.
La calidad de vida. Es un estado de armonía total para todos, que incluye tanto el bienestar indivi­dual como el respeto colectivo del medio ambiente, una sociedad equitativa, la autonomía de mujeres y niños, el acceso a todas las opciones, el poder sobre nuestra propia vida. La calidad de vida de­construye y «trasciende» el concepto tradicional de felicidad individual.
La educación para todos. Incluye tanto la educación formal como la educación informal y no formal, que se dirigen todas a todos: a las niñas, a los niños, a los minusválidos, a los enfermos del sida, a las minorías indígenas y a otras minorías. Además de la transmisión de conocimientos objetivos, integra la «preparación para la vida» (clifeskills educa­tion»). La educación para todos «trasciende» la educación tradicional.
La salud. Se define como un estado completo de bienestar físico, mental, social y espiritual, no solo como ausencia de enfermedad o discapacidad. La salud "trasciende" el estado de ausencia de enfermedad.
La cultura de la paz. La paz sería no solo lo propio de una situación marcada por la ausencia de conflicto, sino una cultura en la que se transmiten los nuevos valores posmodernos, solidaridad, educación centrada en los derechos, tolerancia, participación, equidad entre sexos. La cultura de la paz "trasciende"la ausencia de conflicto".

14 º Comentario de Filosofía: ¿La ciencia es objetiva e imparcial?

NUEVO ESCÁNDALO CLIMÁTICO: "TODOS LOS MODELOS ESTÁN EQUIVOCADOS"
D. R. HERRERA / M. LLAMAS
Hace dos años un desconocido publicó un fichero con miles de correos electrónicos extraídos de los servidores de la británica Universidad de East Anglia, a la que pertenece la Unidad de Investigación del Clima (CRU, por sus siglas en inglés), uno de los centros de investigación más activos en sus esfuerzos por demostrar la teoría del calentamiento global de origen antropogénico (causado por el hombre). El fichero también incluía parte del código fuente empleado por los climatólogos que mostraba cómo cocinaron los datos para forzarlos a mostrar un calentamiento que no mostraban por sí mismos.
El escándalo por el contenido de aquella filtración acabó siendo denominado Climagate. Pues bien, parece que estemos ante el Climagate 2.0. Ahora han sido publicados otros 5.000 correos electrónicos. Aunque no ha sido completamente corroborada la autenticidad de los mismos, la Policía ha mostrado interés ante la posibilidad de que le dé más pistas sobre el aún desconocido autor de la filtración original, y Michael Mann, autor de parte de los mensajes y conocido creador de la gráfica del Palo de Hockey, ha reconocido que parecen legítimos.
Además, alrededor de 220.000 han sido almacenados en un fichero comprimido y cifrado con el algoritmo AES y clave de 256 bits, lo cual lo hace virtualmente indescifrable sin saber la contraseña. El por qué se ha distribuido este fichero de esta forma permanece aún como un misterio.
Al contrario que en la anterior filtración, en esta ocasión se ha presentado un breve resumen con algunos correos seleccionados. Así, por ejemplo, el director de investigación del CRU, Phil Jones, reconoce que 'todos los modelos [cürnátrcos] están equivocados" al no representar adecuadamente "las nubes de nivel bajo y medio". Estos modelos son la única base para predecir un futuro aumento de temperaturas y así poder exigir recortes en las emisiones de C02 a la atmósfera.
El climatólogo, que tuvo que dimitir por el anterior escándalo pero terminó siendo readmitido, también reconoce que algunas gráficas de temperatura incluidas en el informe del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU) escogían los penodos cubiertos en las mismas para mostrar ca lenta m ien to.
También se observa una gran preocupación por no dañar a la causa. Así, el suizo Heinz Wanner reconoce que pensó que era muy inadecuado resaltar de forma prominente en el informe del IPCC la gráfica del Palo de Hockey -que elimina el llamado periodo cálido medieval, haciendo parecer excepcional el calentamiento del siglo XX-, pero que no hizo declaraciones al Spiegel cuando se las pidieron para no hacer daño a la ciencia del clima.
En cuanto a la transparencia del proceso por el que el IPCC publica sus informes, varios de los mensajes detallan los planes de los climatólogos para borrar cualquier correo relacionado con la elaboración del próximo informe (AR5) para evitar así que sean publicados por una petición bajo la Ley de Transparencia. Como si tuvieran algo que ocultar.
Las pruebas del fraude climático
El denominado C/imagate (también conocido por Watergate cl.matico ) ha sido calificado por muchos como el mayor escándalo científico del siglo. Todo empezó en noviembre de 2009, cuando un hacker de identidad desconocida volcó en la red documentos internos de la Unidad de Investigación del clima (CRU) de la Universidad de East Anglia en Reino Unido. la filtración desveló información, hasta entonces confidencial, de le elite científica vinculada al todopoderoso IPCC, cuyos informes sobre el calentamiento global sirven para justificar las políticas medioambientales, industriales y energéticas de los países emergentes y de las grandes potencias, destinadas todas ellas a restringir y limitar la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero.
La relevancia de dicha filtración radica en que los calentólogos admiten en privado que manipulan datos, destruyen pruebas y ejercen fuertes presiones para acallar a los científicos escépticos con la teoría del calentamiento global de origen antropogénico. Así, por ejemplo, en uno de los correos desvelados entonces, los científicos del CRU reconocen abiertamente que "no podemos explicar la falta de calentamiento en estos momentos [ ... ] Nuestro sistema de observación es inadecuado".
Gráficos como el conocido Palo de Hockey no se derivan directamente de los datos. Además, los calentólogos introdujeron modificaciones arbitrarias para que las observaciones, supuestamente científicas, se adaptaran a lo que debían indicar los modelo climáticos del IPCC. Por si fuera poco, los principales centros propagandistas del calentamiento global se negaron a facilitar los datos en los que basan sus estudios, hasta tal extremo que podrían haber violado las leyes de transparencia de sus respectivos países.
El Climagate ya tambaleó los cimientos del IPCC en 2009. La nueva filtración, el Climagate 2, amenaza ahora con agrandar aún más el escándalo acerca de las manipulaciones y mentiras existentes en el seno de la cúpula climática mundial.
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