miércoles, 26 de septiembre de 2012

Libro del mes (Agosto 2012): España Invertebrada.



El ensayo “España invertebrada” de Ortega y Gasset presenta dos secciones diferenciadas y complementarias. La primera parte, “Particularismo y Acción directa”, es un diagnóstico político de la situación nacional de la España de los años 20, aquejada por el fantasma del particularismo y la desintegración. La segunda parte, “La ausencia de los mejores”, es una reinterpretación de la historia española en función de la distinción masa/minoría. Diagnóstico político y reinterpretación histórica se conjugan: la crisis política de España es, para Ortega, una manifestación contingente de un defecto constitutivo de la raza española: el rechazo a las élites por parte de las mayorías.

Veamos un fragmento del texto:

“El poder creador de naciones es un quid divinum, un genio o talento tan peculiar como la poesía, la música y la invención religiosa. Pueblos sobremanera inteligentes han carecido de esa dote y, en cambio la han poseído en alto grado pueblos bastante torpes para las faenas científicas o artísticas. Atenas, a pesar de su infinita perspicacia, no supo nacionalizar el Oriente mediterráneo; en tanto que Roma y Castilla, mal dotadas intelectualmente, forjaron las dos más amplias estructuras nacionales.

Sería de gran interés analizar con alguna detención los ingredientes de ese talento nacionalizador. En la presente coyuntura basta, sin embargo, con que notemos que es un talento de carácter imperativo, no un saber teórico, ni una rica fantasía, ni una profunda y contagiosa emotividad de tipo religioso. Es un saber querer y un saber mandar. Ahora bien: mandar no es simplemente convencer ni simplemente obligar, sino una exquisita mixtura de ambas cosas.. La sugestión moral y la imposición material van íntimamente fundidas en todo acto de imperar. Yo siento mucho no coincidir con el pacifismo contemporáneo en su antipatía hacia la fuerza; sin ella no habría habido nada de lo que más nos importa en el pasado, y si la excluimos del porvenir sólo podremos imaginar una humanidad caótica. Pero también es cierto que con sólo la fuerza no se ha hecho nunca cosa que merezca la pena. Solitaria, la violencia fragua pseudoincorporaciones que duran breve tiempo y fenecen sin dejar rastro histórico apreciable. ¿No salta a la vista la diferencia entre esos efímeros conglomerados de pueblos y las verdaderas, sustanciales incorporaciones? Compárense los formidables imperios mongólicos de Genghis-Khan o Timur con la Roma antigua y las modernas naciones de Occidente. En la jerarquía de la violencia, una figura como la de Genghis-Khan es insuperable. ¿Qué son Alejandro, César o Napoleón, emparejados con el temible genio de Tartaria,el sobrehumano nómada, dominador de medio mundo, que lleva su yurta cosida en la estepa desde el Extremo Oriente a los contrafuertes del Caúcaso?

 Frente al Khan tremebundo, que no sabe leer ni escribir, que ignora todas las religiones y desconoce todas las ideas, Alejandro, César, Napoleón son propagandistas de la Salvation Army. Mas el Imperio tártaro dura cuanto la vida del herrero que lo lañó con el hierro de su espada; la obra de César, en cambio, duró siglos y repercutió en milenios. En toda auténtica incorporación, la fuerza tiene un carácter adjetivo. La potencia verdaderamente sustantiva que impulsa y nutre el proceso es siempre un dogma nacional".

 

 

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domingo, 23 de septiembre de 2012

Libro de mes (Julio 2012): Título: "Biblia y Corán".





El autor del libro es Joachim Gnilka, profesor de exégesis del Nuevo Testamento y de hermenéutica de la Universidad de Munich. Goza de amplio prestigio internacional y es autor de nuerosas publicaciones traducidas a varias lenguas.

El libro, publicado aquí, pretende dar una luz en los elementos que unen y en los que separan la Biblia y el Corán. Veamos un fragmento del mismo:


"Mahoma comprendió, a través de su propia experien­cia, que sólo con recursos pacíficos era imposible llevar a la fe a las tribus árabes y, sobre todo, que no se podía hacer entrar en razón a los obstinados mequíes. Los enfrenta­mientas más destacados fueron las batallas de Badr (624) .- de Uhud (625) y la así llamada «Guerra del Foso» (627), en los alrededores de Medina. En la batalla de Uhud reci­bió Mahoma una herida de espada.
En el Corán encontramos numerosas referencias a estas campañas, a menudo con detalles muy concretos. Para nosotros son más interesantes las declaraciones que justifican estos enfrentamientos armados. "A partir de este momento, a quienes sufren agresiones les está permitida la defensa armada, aunque es Dios poderoso para otorgar­les la victoria (sin necesidad de que ellos intervengan). Fueron injustamente expulsados de sus hogares sólo porque declaraban: ¡Dios es nuestro Señor!» (sura 22,39s).

"Combatidles hasta que no haya lugar para el desorden ni más doctrina que la de Dios» (8,39). En sus combates Mahoma daba por descontado que los ángeles acudirían en su ayuda (3,124; 8,9). La recuperación de La Meca fue la culminación victoriosa de todas sus iniciativas. Se consiguió a través del pacto o las negociaciones de Hudaybiyya (v sura 48.18s) que ponía en manos de los musulmanes la custodia de la Caaba. Mahoma ordenó un cambio en la dirección de la oración. Hasta entonces, y al igual que los judíos, en sus oraciones, los musulmanes se orientaban hacia Jerusa­lén, pero en adelante debería hacerse en dirección a La Meca. Los enfrentamientos bélicos alcanzaron en el cur­so de los años una dimensión que afectaba a todas las tribus árabes. Mahoma tuvo en este campo una actuación brillante. Los investigadores están de acuerdo en la idea de que el ejemplo de Mahoma sirvió de modelo para las futuras generaciones islámicas. Comparemos también el fin de ambos personajes. En la etapa final de su-relativamente corta- actividad, Jesús se dirigió a Jerusalén, la capital judía, probablemen­te con el propósito de incitar al pueblo, desde aquel lugar céntrico, a tomar una decisión. Celebró en el círculo de sus seguidores más íntimos una cena de despedida que estuvo ensombrecida por la certeza de su inminente muer­te. Jesús fue rechazado y se le condenó a morir en la cruz. La acusación que se dirigía contra él era de signo político: rey de los judíos (Mc 15,26). La impresión externa es la de un fracaso total. Su grito al morir parecía ser la confir­mación de este fracaso. Pero los acontecimientos posterio­res demostraron que esta impresión era errónea. La inter­vención de Dios en la resurrección de Jesús de entre los muertos echó los fundamentos de la Iglesia. En cuanto a Mahoma, en marzo del año 622, poco antes de morir, se dirigió por última vez a La Meca. Fue su peregrinación de despedida. Tomó posesión definiti­va de la Caaba y fijó las normas de la peregrinación. Murió el mes de junio, en Medina, donde recibió sepultura.
Es indispensable añadir algunas palabras acerca de la relación de Mahoma con las mujeres, no para verter acusaciones, sino simplemente porque es aquí donde se percibe de singular manera un modo de ser árabe distinto del cristiano. En el Coránse alude repetidas veces a las esposas del profeta­. Tras el matrimonio monógamo con Jadicha practicó la poligamia.  A los varones musulmanes se les permitía hasta cuatro esposas, pero el Profeta, «a diferencia de los fieles», podía tener muchas más, como confirma la sura 33,50. R. Paret habla de trece mujeres con las que mantuvo  comunidad conyugal. Podía repudiarlas y tomar otras otras. Se le acusa de haberle quitado la esposa a su hijo adoptivo Zaid. En la sura 66,3-5 se mencionan disputas de harén.
Lo único que podemos decir es que  esta conducta concuerda con el estilo de vida dominado por los hombres  en la vieja cultura de las tribus árabes. Se trata de un  sistema que tiene componentes sociales y, en el caso de Mahoma, también aspectos políticos: relaciones de parentesco con los jefes tribales."