Una de las más significativas teóricas de esta ideología, Alisan Jagger, afirma que la «humanidad podrá revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural». Y avanza que «La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley ni tan solo igual satisfacción de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres -igual que los hombres- no tengan que dar a luz». En consecuencia, «la destrucción de la familia biológica que Freud nunca visualizó, permitirá la emergencia de nuevos mujeres y hombres distintos de cuantos han existido anteriormente».
Tales premisas prefiguran, pues, la revolución antropológica que particularmente se está experimentando en la sociedad española, con la dimensión de un auténtico y pluridisciplinar laboratorio de ingeniería social, cuyo objetivo último es «superar» la condición biológica con la que uno nace, introduciendo los medios materiales y culturales que desborden esa barrera - según esta ideología - al proyecto personal.
Esta revolución de naturaleza antropológica -pues transgrede la realidad biológica del ser humano desde una perspectiva puramente ideológica e irracional- quiere imponer corno máxima aspiración individual la construcción de una identidad, independientemente del sexo con el que se nace. Por tanto, la identidad sería el «género», y éste implica que cada ser humano emancipado y liberado «se haga» mujer, hombre, bisexual, transexual, homosexual, a capricho o supuesta necesidad; incluso en varias ocasiones a lo largo de la vida, si las técnicas médicas lo facilitan.
En palabras de la portavoz del Foro de la Familia y orientadora familiar Arnaya Azcona, «la cultura posmoderna niega que la familia sea una realidad natural y la explica corno una convención social para cumplir las funciones que la sociedad le asigna y que, por tanto, no está sometida a una juridicidad propia y que es posible considerar familia lo que en cada momento sea más práctico para la sociedad en la que se encuentra.» ( ... ) Deconstruir es resignificar los conceptos, vaciarlos de significado y darle uso nuevo. El feminismo primero y posteriormente la ideología de género han tenido un papel muy activo en la resignificación de los conceptos: hombre, mujer, sexualidad, matrimonio, familia, paternidad, maternidad, fraternidad. Conceptos que afectan a las relaciones familiares y al núcleo de las identidades personales». Así, se han redefinido en particular legalmente, «la relación esponsal, la conyugalidad, las relaciones sexuales, la filiación, la paternidad, la maternidad.
La agenda de ingeniería social impulsada por esta ideología pretende, en fases sucesivas, acabar con el dominio del hombre - denominados despectivamente como «patriarcado» y «machismo» - sobre la mujer. El primer paso ha sido el control por las mujeres, sin dar cuenta a los hombres, de la reproducción, incluyendo el aborto. La mujer, dueña de su cuerpo, es así propietaria del nuevo ser que, naturalmente o por técnicas de fertilidad artificial, llegue a engendrar libre y voluntariamente. Y, caso de que una mujer quiera interrumpir el embarazo, no tiene por qué informar al padre de ello, pues no es quién para impedirlo; decidiendo la mujer sobre el futuro del niño y del propio padre. De ahí ese sentimiento de «propietaria y hacedora» de la vida de tantas mujeres. El padre, en consecuencia, no puede decidir ni en un sentido ni en otro. Si un hombre golpea, aún accidentalmente, a una mujer embarazada, se enfrenta a responsabilidad penal y civil por daños a madre y niño. En este caso, pues, no se trata al niño por nacer como mero «agregado de células», susceptible de ser abortado unilateralmente por la madre. Contradicciones, en suma, de los defensores del aborto, pero, curiosamente, siempre en detrimento del padre ... y del ser humano en ciernes. Toda esta situación de absoluto y exclusivo control por parte de la futura madre, de llegar a serlo, se prolonga a lo largo de toda la vida del agregado de células, feto o niño, según decisión de la madre. Por el contrario, el padre, únicamente tendrá el papel y afecto que la madre le conceda; aparte del económico. Y, llegados a este punto, mencionemos los contundentes casos de estafa que supone la paternidad legal de padres engañados, ignorantes de que otro varón es el biológico. Así, se han emitido sentencias en España en las que se ha obligado al supuesto padre engañado al abono de todas las responsabilidades económicas devengadas hasta ese momento; acreditado ya por pruebas y admitido judicialmente. De este modo, se elimina por la fuerza la supuesta relación de injusticia estructural de naturaleza «machista», volcándola en otra de carácter simétrico y «hembrista».
En esta evolución que estamos describiendo, es decisiva la implantación intelectual, positiva y en el plano de las costumbres, del denominado «derecho a la salud sexual y reproductiva», entendido corno la más efectiva modalidad de liberación de la mujer; separando la maternidad del cuerpo femenino, mediante métodos contraceptivos, la esterilización y el aborto. Pero también, mediante las técnicas de inseminación artificial, eliminando la paternidad conocida.
Por último, desde esta práctica de género, se eliminan las ataduras y desigualdades sexuales, nivelándose la heterosexualidad, la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad. De ahí su confluencia con los intereses del lobby gay.
Estos lobbys -radical/feminista y gay- han recorrido un largo camino. De entrada, desde medios intelectuales, descalificando las relaciones entendidas corno normales, desvelándolas fruto del conflicto familiar y la lucha de clases. Después, racionalizando y propagando las motivaciones ocultas de esa injusticia y las circunstancias que lo han permitido. Por último, imponiendo una alternativa a esas situaciones injustas, mediante campañas de adoctrinamiento, cambios legales ... y persecución de los disidentes.
Esta agenda ha provocado algunas resistencias sociales en España y otros países, generando muy concretos espacios de confrontación. Es el caso de la conflictividad en torno al denominado Síndrome de Alienación Parental (SAP), la lucha por la custodia compartida y la polémica dialéctica «violencia de género/violencia doméstica». Y por lo que se refiere a casos per- sonales concretos, mencionaremos el «caso Diego Pastrana», el reciente proceso estaliniano al diputado de UPyD Toni Cantó, las sanciones a diversos «disidentes» de la judicatura (Fernando Ferrín Calamita, María Jesús García Pérez, Francisco Serrano y María Sanahuja) y, por último, el del célebre investigador anglosajón feminista, Murray A. Strauss. Asuntos, todos ellos, acreedores de un estudio específico, acreditativo de la aparentemente irreversible implantación de la agenda de género.
En suma, es un cambio revolucionario, pues implica un cambio artificioso en la autocomprensión del sujeto individual en su propia naturaleza y en sus relaciones con los demás: padres, de tenerlos y en la modalidad que sea, sus iguales, las autoridades, los colectivos sociales, valores, expectativas vitales ... y esta revolución puede llegar a extremos realmente grotescos. Así, la radicalización ideológica ha llevado a grupos de feministas a propugnar, practicar y limitar su sexualidad, a unas relaciones íntimas exclusivamente con otras mujeres, de ahí que se le denomine «feminismo lesbiano» o «lésbico»: determinando, como auténtico dogma de fe, que en el plano físico éstas relaciones sexuales deben desarrollarse posicionadas ambas mujeres en paralelo, para evitar cualquier posición de superioridad física que pudiera reproducir roles machistas ... No en vano, la intelectual feminista Kate Millet afirmaba que «la mujer que se acuesta con un hombre lo está haciendo con su enemigo».
De esta revolución antropológica se derivan múltiples consecuencias prácticas, además de las resistencias reseñadas:
1.- Institucionalización de un enfrentamiento permanente entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, especialmente en el seno familiar; con la inevitable manipulación de los hijos en aras de conseguir su posicionamiento frente al otro.
2.- Destrucción de la personalidad masculina, mediante los mecanismos psicológicos y sociales del sentimiento de culpa y de inferioridad, al objeto de invalidarlo para el ejercicio de la autoridad familiar, causa de todos los males para el feminismo radical; violentando igualmente la afectividad y expresiones masculinas en aras de un hipotético y aceptable «componente femenino del varón».
3.- Sometimiento de la mujer a un nuevo régimen patriarcal -el de la protección de un Estado en deriva totalitaria- ante las potenciales agresiones físicas y emocionales de los hombres.
4.- Eliminación de los sentimientos naturales de intimidad y pudor, banalizando la sexualidad; al ser entendidos por la ideología de género como subproductos culturales de base religiosa al servicio de la dominación machista.
5.- Extensión, como alternativa patológica a los fracasos afectivos, de las dependencias: juego, pornografía, drogas, sexo compulsivo (especialmente entre los varones), consumísmo desenfrenado (entre las mujeres, pero de manera creciente, también entre los varones), etc. A destacar en esta área, la medicalización extensiva de buena parte de la población, especialmente la femenina, mediante psicofármacos; sustitutivos del desamor y los crecientes índices de infelicidad femenina hechos públicos en recientes estudios demoscópicos especialmente en el Primer Mundo.
6.- Extensión del daño moral y la confusión personal especialmente entre los jóvenes; carentes de referentes masculinos netos. A los que, por otra parte, se propone la experimentación sexual con parejas del mismo sexo, así como la anticipación temprana y la acumulación de contactos sexuales, como métodos de autoconocimiento personaL
7.- Transformación de la mujer, desvinculada de la maternidad, en mano de obra al servicio de los grandes intereses económicos transnacionales, al potenciar el trabajo fuera del hogar como referencialmente adecuado a su potencial crecimiento e instrumento de su liberación.
8.- Desprecio de la natalidad, acorde con los proyectos neomalthusianos de poderosos lobbys internacionales, como la Fundación Rockefeller y los nuevos filántropos antinatalistas como Bill Gates; con la consiguiente indiferencia ante el evidente envejecimiento de la población mundial -especialmente en Occidente, pero también en Argentina, Japón, Corea del Sur y China- derivado de la suma de los planteamientos anteriores.
La ideología de género, por tanto, es un «diseño» que desborda la naturaleza, el instinto de supervivencia de la especie y la razón humana.