jueves, 22 de julio de 2010

Libro del mes (Julio 2010): Guía políticamente incorrecta del Islam.


El autor del libro es Robert Spencer es el director del Observatorio de la Yihad y es profesor asociado en la Free Congress Foundation. Es autor de varios libros sobre el Islam, entre los que destacan Islam Unveiled: Disturbing Questions About The World,s Fastest Growin Faith y Onward Muslim Soldiers: How Jihad Still Threatens America and the West, así como ocho monografías y cientos de artículos.
EL ISLAM, LA RELIGIÓN DE LA GUERRA
Aquellos que combaten en la yihad van a disfrutar de un nivel superior del Paraíso que los demás:
La autoridad Abu Sa'idjudri ha trasmitido que el Mensajero de Alá (que la paz sea con él) le ha dicho: Abu Sa'id, aquel que acepta de buena gana a Alá como su Señor, al islam como su religión y a Mahoma como su Apóstol, necesariamente tendrá derecho a entrar al Paraíso. Él (Abu Sa'id) pensó en esto y dijo: Mensajero de Alá, repite esto para mí. Él (el Mensajero de Alá) lo hizo y dijo: existe otro acto que eleva la posición del hombre en el Paraíso a un grado cien veces (superior), y la elevación de un grado al siguiente es equivalente a la distancia entre el cielo y la tierra. Él (Abu Sa'id) dijo: ¿Cuál es ese acto? Él respondió: ¡La yihad por Alá' ¡La yihad por Alá!

En otra ocasión «un hombre llegó hasta el Apóstol de Alá y dijo: "Instrúyeme acerca de ese hecho que equivale a la yihad (como recompensa)". Él respondió: "No conozco tal hecho".
MAHOMA VS, JESÚS
"Bienaventurados seréis cuando os injurien yos persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos»,
Jesús (San Mateo, 5: 11)
"Matadles dondequiera que los encontréis y expulsadles de donde os hayan expulsado, pues la opresión es aún peor que matar»,
Corán, 2: 191
Tres alternativas
En un hadiz de capital relevancia, Mahoma esboza tres alternativas que los musulmanes pueden ofrecer a los no musulmanes.
Suleimán b. Buraid ha informado a través de su padre que cuando el Mensajero de Alá (que la paz sea con él) ponía a alguien al mando de un ejército o de un destacamento iba a exhortado especialmente a temer a Alá y a ser bueno con los musulmanes que estuvieran con él. Él les diría: combatid en nombre de Alá y por Alá. Luchad contra quienes descreen de Alá. Haced la guerra santa [ ... ] Cuando encontréis a vuestros enemigos, que son politeístas, invitadlos a que realicen tres tipos de acciones. Si ellos responden a alguna de ellas, aceptadlo y evitad hacerles ningún daño. Invitadlos a aceptar el islam; si ellos te responden, acéptalos y desiste de luchar contra ellos [ ... ] Si ellos se niegan a aceptar el islam, pídeles que paguen laJizya. Si están de acuerdo con el pago, acéptalo y no les pongas las manos encima. Si se niegan a pagar el impuesto, busca la ayuda de Alá y lucha contra ellos.t?
Las alternativas para los no creyentes son:
Aceptar el islam.
Pagar la jizya, el impuesto a los no musulmanes, que es la piedra angular de todo un sistema de regulaciones humillantes que institucionalizan el estatus inferior que tienen los no musulmanes en la ley islámica.
Combatir junto a los musulmanes.
Siempre hay que recordar que la «coexistencia pacífica como iguales en una sociedad pluralista» no figura entre las alternativas.
En otro hadiz, que se repite varias veces en la colección de las tradiciones que los musulmanes consideran más fiables, Mahoma dice que a él se le ha «ordenado combatir contra el pueblo» hasta que se conviertan en musulmanes, y que quienes se resisten a ello se arriesgan a perder sus vidas y sus propiedades: «El Profeta ha hablado con claridad acerca de su propia responsabilidad para ir a la guerra por la religión que ha fundado: "[Alá] me ha ordenado combatir contra la gente hasta que ellos testifiquen que solamente Alá merece la adoración, y que Mahoma es el Mensajero de Alá y realicen sus salat (rezos) y entreguen la zakat, de modo que si ellos hacen todo esto, podrán poner a salvo sus vidas y propiedades, con excepción de lo dictado por las leyes islámicas, y el cálculo [las cuentas] será [efectuado] por Alá''.


viernes, 9 de julio de 2010

4º E.S.O. ÉTICA: Epílogo del ciudadano.

Josif Vissarionovich Dhzugasvili, Stalin

En una mísera choza de la aldea Georgiana de Gori, nació el 21 de diciembre de 1879 Josif Vissarionovich Dhzugasvili, más tarde conocido como "Stalin", acero en ruso. Su padre era un zapatero analfabeto y borracho y su madre trató de darle lo mejor cuando rogó su ingreso en el seminario teológico de Tiflis. Como es obvio, aquello no prosperó y, tras conocer a un grupo marxista de la capital georgiana, fue expulsado del seminario. Su juventud fue ajetreada: encarcelado, deportado a Siberia, logró escapar y huir a Berlín y Estocolmo, pero regresó clandestinamente y, convertido en terrorista, ayudó a Lenin en los preparativos de la revolución de 1917. Con él forjó la visión de una Rusia comunista y tras la muerte de Lenin en 1924, la consolidó, sangrientamente, en la esfera mundial.
Su furor inquisitorio se instaló sin escrúpulos en la década de los 30. Periodistas, sacerdotes, artistas o escritores eran acusados de ser "socialmente dañinos" y se les asesinaba o se les deportaba a Siberia. Lo mismo ocurría con oficiales del Ejército Rojo o, sencillamente, con obreros y campesinos. Todo valía para conservar el poder; esta era su misión como líder.
Al lado del tremendo costo social que habla de varias decenas de millones de víctimas, Stalin, implantó planes económicos que convirtieron a la Unión Soviética en una potencia mundial. El estallido de la Segunda Guerra Mundial sorprendió a Rusia en plena fase de crecimiento. Stalin firmó con Hitler un tratado de no agresión (1939). Sin embargo, pronto pactó con los aliados y, con la heroica resistencia del pueblo ruso, casa por casa, consiguió rechazar el avance alemán. Occidente pagaría un alto precio por la alianza con Moscú en las conferencias de Teherán, Yalta y Potsdam.



El sagaz Stalin logró que se le permitiera dominar la Europa del Este. Terminada la guerra vino otra oleada de torturas y matanzas de miles de bielorrusos, cosacos y ucranianos, acusados falsamente de colaboracionismo con Hitler. Nunca se sabrá con precisión las atrocidades cometidas por este hijo de zapatero, ya que muchas de sus víctimas yacen bajo tierra en medio de la inmensidad de los bosques y la nieve de las estepas rusas.
En la última etapa de su vida, su leyenda había crecido hasta la desmesura más absoluta. Su salud se había hecho precaria. No podía soportar relaciones estrechas con otras personas, dada su recelosa actitud, que llegaba hasta la psicopatía. La mejor imagen de esta época de su vida la ofrecen las memorias de Kruschev. "En esta época -escribió su sucesor en el poder- no importaba qué cosa podía sucedernos. Se iba a las reuniones en la dacha de Stalin porque no había más remedio, pero no se sabía si acabarían en una promoción personal o en el fusilamiento".
En los cuatro últimos años de su vida, dio más que nunca la sensación de haberse convertido en un completo paranoico. El 2 de marzo de 1953 Stalin sufrió un derrame cerebral mientras se hallaba solo en su apartamento, en Moscú. Sin embargo, la noticia fue ocultada, ya que había pánico frente a una reacción violenta en caso de una eventual recuperación. Sus hombres de confianza no se atrevían a ingresar a la habitación y aguardaban en el portal del edificio. Era el resultado de su manera de gestionar a sus colaboradores.
Sólo en grupo, sus hombres más cercanos se atrevieron a acercarse al lecho del enfermo. Kruschev tenía los ojos enrojecidos por el llanto, mientras que el frío Beria, odiado jefe de la policía secreta, se situaba muy cerca del rostro de Stalin para demostrar preocupación y afecto, mientras tenía los ojos abiertos. Cuando cerraba los párpados y se sumía en coma, Beria se mofaba de su viejo mentor ante la presencia horrorizada de los demás. El reloj marcaba las 22: 10. De pronto, intentó erguirse, cayó en ataques de sofocación, miró con ira a sus seguidores, y murió.

Gonxha Agnes Bojaxhiu, Madre Teresa de Calcuta

El 26 de agosto de 1910, en Skopje, una ciudad situada en los Balcanes (hoy capital de Macedonia; entonces, en plena Albania) nació la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu. Recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes. La repentina muerte de su padre, cuando tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el carácter y la vocación de su hija que, en septiembre de 1928 ingresó en la Congregación de las Hermanas de Loreto con el nombre de Hermana Teresa. Llegó a Calcuta en 1929, a la escuela para chicas Sto Mary, de la que en 1944 llegó a ser directora. Sus 20 años en Loreto se caracterizaron por su caridad, alegría, altruismo y coraje, así como por su capacidad para el trabajo duro y un talento natural de organizadora.
El lO de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling, Madre Teresa recibió su "inspiración," su "llamada dentro de /a llamada". Fue su visión. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. "Ven y sé mi luz", Jesús le suplicó. "No puedo ir solo ". Madre Teresa fundó entonces la Congregación de las Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres, con el conocido sari blanco orlado de azul. Era su misión. En 1948 va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día comulgando a Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en "los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba". Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.


El Decreto de aprobación por Pablo VI a la Congregación en 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba. Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama con templativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitó solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un "pequeño camino de santidad" para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu. De esta manera y con estas fundaciones gestionó y organizó a las personas que vieron en su seguimiento una vocación.
Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios y especialmente el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como la creciente atención "para gloria de Dios y en nombre de los pobres".
Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia.


En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo.
Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. A causa de lo extendido de la fama de santidad de Madre Teresa en Octubre de 2003 fue beatificada por Juan Pablo II.
"De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús". De pequeña estatura, firme como una roca, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres.

Ahí los tenemos: dos líderes del último siglo. Dos personas con una visión, una misión y una capacidad de gestión que influyó sobre millares de otras más. ¿Quién transformó más radicalmente el mundo? ¿Quién le aportó más valor? é Quién creó algo más nuevo para los otros?

4º E.S.O. Ética: Tercer Trimestre: El ciudadano.

TOLERANCIA, PLURALISMO Y MANIPULACIÓN.


En 1995, la ONU consideró necesario proclamar el “Año internacional de la Tolerancia”, apenas medio siglo después de Auschwitz, Katyn e Hiroshima. Se había roto el consenso del “nunca más”. Bosnia, Kurdistán, Ruanda……Dejaban en evidencia a los más optimistas que pensaron que los horrores y genocidios no se volverían a repetir.
Nuestro mundo está convulso y los viejos fantasmas de la tiranía, y de la cobardía de quienes no la padecen parecen haber vuelto. Ante ello, es preciso retomar los valores de la tolerancia y el pluralismo, y despertar nuestra inteligencia para prevenirnos de la manipulación.

La tolerancia está entre las virtudes más aplaudidas y que más permiten presumir, pero es de las más difíciles de practicar. Tolerar no es tolerar a los demás. A los demás, con sus diferencias, hay que respetarlos, que es más que tolerarlos. La tolerancia es la actitud ante lo que no es bueno pero que se debe consentir. Se podría definir como "permitir un mal cuando se piensa que impedirlo traería consigo un mal aún peor o impediría un bien superior". La tolerancia implica por tanto una jerarquía de bienes y valores en quien la practica.
La convivencia exige tolerancia pero no todo se debe tolerar. El resto de partidos de la Alemania de entreguerras no debió tolerar al nazi NSDAP. ¿y hoy? ¿Debemos tolerar el tráfico de personas, de drogas o de armas? ¿Es intolerante el actual gobierno alemán que sí que prohíbe ahora actos y asociaciones neonazis? ¿Cuál es el límite entre lo tolerable y lo intolerable? En las sociedades confiadas al imperio de la ley y del derecho hay que dejar en manos del poder judicial el trazado de esta frontera. Pero podemos señalar que es necesario que el legislador haya antes actuado desde una jerarquía de valores que respete la dignidad de las personas y que el juez obre desde la prudencia.

El pluralismo es el respeto a la diversidad. Es la disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar -distinta raza, distinta religión, distintas costumbres- que no son la nuestra. No es ya el aceptar un mal (tolerancia) sino admitir un bien que no se nos aparece como tal bien con evidencia, pero que sabemos que lo es. Es muy difícil ser profundamente pluralista sin el respeto hondo y sincero a los demás, a su condición de personas dotadas de infinita dignidad.

Hablar de la manipulación es más complicado. Es la utilización de la apariencia de verdad para confundir y para obtener fines espurios, adulterados, falsos. En la edad de la información es una tentación en la que ya han caído muchos poderosos para reforzar su poder. Para defendernos, es necesario recurrir al criterio del que se ha hablado antes, a una profunda honradez intelectual y a una despierta claridad de ideas. "Esta claridad de ideas nos da cierta libertad interior frente a los ardides de los manipuladores. Pero no hay que olvidar que éstos son "prestidigitadores de conceptos", "ilusionistas de la mente" y necesitamos conocer de cerca sus tácticas arteras para no ser burlados por su arte de la tergiversación". (Alfonso López Quintás. Descubrir la grandeza de la vida).

El manipulador es un gran técnico de las palabras. En la antigua Grecia se llamaban sofistas. "El manipulador no quiere promocionar nuestra personalidad, nuestro conocimiento profundo de los valores, nuestra libertad creativa ... ; actúa, subrepticiamente, sobre nuestros centros de decisión para que sigamos sus consignas y defendamos sus intereses. No habla a nuestra inteligencia ni respeta nuestra libertad. Por eso no necesita ser muy inteligente para dominarnos, sino un tanto astuto" (Alfonso López Quintás. Descubrir la grandeza de la vida).

Podemos ver un ejemplo de esta técnica. Es casi como seguir los pasos de una una receta de cocina. Primero se incluye un nuevo concepto bajo el mismo género. Luego se trata de equiparar su naturaleza y por tanto, sus derechos legales, del concepto clásico con el recién "acogido". Y por fin, hemos desnaturalizado al primero. Verbigracia: la familia. Existía, tranquilamente, la idea de familia, tal y como la habían concebido todo el mundo: hombres buenos y hombres malos, antiguos y modernos, derechistas e izquierdistas; la de siempre: un padre, una madre, unos hijos ... Ampliable si se quería a abuelos, tíos y sobrinos, ... Nada especial, vaya. De repente, deja de ser "familia" y pasa a ser "familia-tradicional", al lado de la recién llegada "familia no-tradicional”:

"Siempre se me ha antojado entre redundante y rocambolesco que a la familia se la moteje de «tradicional». No me causaría mayor asombro si mañana entrara en un restaurante y, tras solicitar al camarero un guiso de conejo, éste me respondiese: «Perdone el señor, ¿se refiere a un conejo tradicional? Porque también podemos ofrecerle un conejo bípedo». «¿y cómo han logrado obtener conejos bípedos? -preguntaría yo, sobresaltado ante la mención de tan portentosa quimera-o ¿Mediante manipulación genética?». «Oh, no señor -rne respondería el camarero, con una sonrisita condescendiente-, son conejos criados del modo más natural: además de caminar sobre dos patas, tienen plumas en lugar de pelo y corona su cabeza una graciosa cresta». «Pero usted me está describiendo un pollo -le objetaría un tanto mosqueado al obsequioso camarero-o Y yo lo que deseo comer es conejo». «Creo que el señor no me ha entendido: existe un conejo tradicional, que hociquea y pega brinquitos; y existe un conejo bípedo, que se reproduce mediante huevos y come por el pico». «Que no, hombre, que no, que eso que usted llama conejo bípedo es un pollo de libro, un pollo de los de toda la vida, vamos», insistiría yo, entre divertido y exasperado. Ante lo cual, el camarero, herido en la víscera del orgullo y con ademán autoritario, me expulsaría del restaurante, murmurando: «Habráse visto, qué tío carca. iPretender que los conejos tradicionales son los únicos que existen!.
Una impresión de desconcierto similar me golpea cuando oigo hablar de «familia tradicional», como una más de las posibles formas de familia. Uno puede entender que la gente se lo monte como quiera y pruebe las más imaginativas modalidades de combinación humana; uno puede entender incluso que, de resultas de algún trauma infantil o como consecuencia de una indigestión de pienso ideológico, llegue a aborrecer la familia. Pero que alguien que aborrece la familia desee usurpar su nombre ya requiere una explicación clínica. Yo, por ejemplo, aborrezco la gimnasia y me precio de no haber visitado en mi puñetera vida uno de esos quirófanos con olor a sobaco donde la gente mata su salud haciendo pesas y bicicleta ciclostática; pero cuando tengo que rellenar algún impreso oficial no se me ocurre poner en la casilla de la profesión «gimnasta de sofá». Tampoco pretendo concurrir en ninguna olimpiada, ni convencer a nadie de que mis confortables michelines, que tanto me abrigan en invierno, son en realidad músculos abdominales hiperdesarrollados. Digamos que acepto con plácida naturalidad que carezco de dotes gimnásticas; no entiendo por qué cierta gente que carece de dotes para fundar una familia pretende, en cambio, que la modalidad alternativa de combinación humana que escogen sea designada con el nombre que en realidad tanto detestan. Supongo que tanta terquedad obedece en el fondo a la supervivencia de un complejito; pero los complejitos, que merecen nuestra caridad, no pueden provocar el torcimiento del lenguaje. De una señora gorda podremos decir, por cortesía o sentido del humor, que está lozana, jamona o maciza; ponderar su esbeltez, en cambio, constituye un ejercicio de cinismo.

Y, salvo que juguemos al cinismo, hemos de reconocer que familia no existe más que una. Cuando decimos «familia tradicional» estamos formulando en realidad un pleonasmo, tan grotesco e hilarante como si dijéramos que después de comer nos gusta dar un «paseo pedestre». ( ... ). Podemos jugar a torcer el lenguaje cuanto deseemos, podemos marear las palabras y someterlas a centrifugados y travestismos pintorescos; pero, por mucho que nos empeñemos, un pollo seguirá siendo un pollo, aunque lo envolvamos con una piel de conejo."
(Juan Manuel de Prada, publicado en A.B.C.)

ÉTICA 4º E.S.O. Segundo Trimestre: El ciudadano

El bien común.

Nuestra existencia en sociedad tiene una finalidad común a todos. Es la ayuda mutua, lo que llamamos bien común. Es en lo que la sociedad en su conjunto imita a la familia. En ésta, todos sus miembros entregan sin miedo todo lo que son sin perder su individualidad, la cual queda además reforzada. La familia transmite al resto de la sociedad sus principales obligaciones con respecto a la persona y la primera es la del bien común.
"Muy bien dijo Platón que no hemos nacido para nosotros únicamente, sino que una gran parte de lo que somos se lo debemos a nuestros padres, y otra a los amigos. Y según afirman los estoicos, todo cuanto produce la tierra fue creado para el uso de los hombres, y los hombres para los hombres, de forma que puedan servirse de provecho entre sí y a los demás. Por eso debemos promover la utilidad común con el mutuo intercambio de obligaciones, dando y recibiendo el fruto de nuestro trabajo y de nuestras facultades”. (Cicerón. “Los oficios.)

La sociedad tiene la obligación de atender a los más necesitados para promover el bien común. Hay quien propone que sea el Estado quien se ocupe de todas las tareas de redistribución social. Pero esta idea es profundamente dañina para la propia sociedad, ya que con la excusa de esa delegación pierde la sensibilidad solidaria y la pone en manos de un Estado que garantiza más su capacidad de imponerse que el sentido de la justicia. Sin embargo, siempre han estado vivas, especialmente en determinados sectores sociales, la preocupación eficaz y la solidaridad para con los que lo pasan peor.
(En España fue impresionante la cantidad de voluntarios que acudieron a Galicia a limpiar las playas cuando tuvo lugar el accidente del petrolero Prestige. O lo son aún hoy los que acuden a sofocar los incendios que verano tras verano asolan nuestro país. O los bañistas de Canarias que no dudan en dejar un día de playa para atender a los inmigrantes africanos que llegan en los cayucos, esas barcazas que los vomitan casi como cadáveres a los que logran sobrevivir hasta nuestras costas. O la reacción de la gente anónima para atender los más de 1.500 heridos en el ll-M. Por no hablar de los miles de misioneros y voluntarios que gastan escondidamente sus vidas exclusivamente por los más necesitados en sus propios países.)


La que debe ser primera conquista del bien común es el bienestar material; no tanto la obtención de un conjunto suficiente de recursos como la participación justa de todos los ciudadanos en ellos. Es lo que también llamamos derecho a la igualdad de oportunidades.

La segunda obligación de la sociedad con relación al bien común es la paz. No tanto la individual -que es tarea de cada uno- sino la paz social. Y no debe ser el resultado del temor a la represión, sino el equilibrio de toda la sociedad para que -sin violencia ni excesivas tensiones- sea posible a cada ciudadano procurarse los fines propios y los de la comunidad. En el siglo XX, lamentablemente, se sucedieron ejemplos de sociedades -de entre las más avanzadas­ sometidas sin gran rechazo interno al miedo, la opresión y el horror.

"Una especie de glacial aliento se cierne sobre las calles de Alemania en la mañana del 9 de noviembre de 1938. De pronto, una mano asesina barre la pacífica existencia ciudadana de los judíos. Indefensos ciudadanos que son súbitamente expulsados a golpes de sus casas y torturados. Sus comercios demolidos y expropiados. Por todas partes arden las sinagogas. Todo alemán decente está horrorizado. Pero nadie se atreve a protestar en alta voz, pues esa protesta sería ahogada al instante en sangre y muerte”.
(Tomado de una biografía de Edith Stein. Filósofa alemana, judía, discípula de E. Husserl, se convirtió al catolicismo y se hizo carmelita poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Falleció asesinada en Auschwitz. Fue canonizada en 1998. )

Son muchos los testimonios que podemos encontrar sobre la Alemania nazi y la pasividad generalizada de su sociedad durante el III Reich. Tampoco hoy en día podemos estar seguros de que nuestra propia sociedad esté lo suficientemente sana como para reaccionar ante una defección de sus dirigentes en la defensa de las libertades. La situación de los ciudadanos que mantienen incólume su espíritu libre es de tremenda debilidad en esas situaciones, aunque su valentía se hace entonces imprescindible.

"Mientras en mayo de 1942 las tropas alemanas se encontraban en los campos de batalla de Rusia y del Norte de África, unos estudiantes de la Universidad de Munich asistían a clases y compartían su aversión hacia el régimen nazi. Hans Scholl, Alexander Schmorell y Sophie Scholl formaban el núcleo de este grupo de amigos. Que pasó a llamarse La Rosa Blanca. Sophie Scholl nació el 9 de mayo de 1921 en Forchtenberg am Kocher, un pueblo del que su padre, Robert Scholl, era el alcalde. El arresto de su padre por haberse referido a Hitler frente a un empleado suyo como "El Flagelo de Dios", le causó una profunda impresión.

Para la familia Scholl la palabra "lealtad" significaba obedecer los dictados del corazón."Lo que quiero para ustedes es vivir con rectitud y libertad de espíritu, sin importar lo difícil que esto resulte", le dijo el padre a su familia.
Cuando en 1942 comenzó la deportación masiva de judíos, Sophie, Hans, Alexander y Jurgen compraron una máquina de escribir y una copiadora: "nada es tan indigno de una nación como el permitir que sea gobernada sin oposición por una casta que ha cedido a los bajos instintos... La civilización occidental debe defenderse contra el fascismo y ofrecer una resistencia pasiva antes de que el último joven de la nación haya derramado su sangre en algún campo de batalla". Los miembros de La Rosa Blanca trabajaron día y noche en secreto, produciendo miles de panfletos que enviaban a intelectuales desde sitios no detectables dentro de Alemania. Sophie compraba papel y sellos de correo en sitios diferentes para que sus actividades no llamaran la atención. La Gestapo había estado buscando a los autores de los panfletos desde que apareciera el primero. Un día. Sophie y Hans llevaron una maleta llena de folletos a la Universidad, y los dejaron en los pasillos para que los estudiantes los leyesen. Jakob Schmidt, un bedel de la Universidad y miembro del Partido Nazi, vio a Sophie y a Hans con los folletos y los denunció. Fueron llevados bajo arresto a la Gestapo. El "interrogatorio" de Sophie fue tan cruel que apareció ante el tribunal con una pierna rota. El 22 de febrero de 1943 Sophie, Hans y Christoph fueron condenados a muerte en la guillotina por el Tribunal del "Pueblo", que había sido creado por el Partido Nacional Socialista para eliminar a los enemigos de Hitler.
Las últimas palabras que Hans Scholl gritó desde la guillotina fueron: "iViva la Libertad!". “Córno podemos esperar que prevalezca la justicia cuando casi no hay gente que se brinde individualmente en pos de una causa justa", dijo Sophie. "Un día tan lindo, tan soleado, y debo irme", continuó diciendo horas antes de su ejecución. "Pero, qué importa mi muerte, si a través de nosotros miles de personas se despiertan y comienzan a actuar?


El miedo es la primera forma de violencia, un atentado contra la paz. Donde reina el temor la vida se encoge. Tristemente en la España de principios del s. XXI aún tenemos el ominoso ejemplo de una buena parte de la sociedad aplastada por el miedo, especialmente en el País Vasco.
Se permiten todas las comodidades y privilegios de las sociedades occidentales del primer mundo a condición de que se renuncie a la expresión de la propia libertad política. En esas circunstancias, para ser libre hay que ser héroe, y eso reduce significativamente el número de mujeres y de hombres que se atreven a ser libres. Los ciudadanos ya no preguntan entonces "¿qué puedo hacer?", sino ¿“qué me pueden hacer?".


Una sociedad está viva -tiene automovimiento y se marca sus propios fines- cuando considera suyo el deber de intervenir, de acuerdo con las posibilidades de cada uno, en las distintas esferas de la vida pública. y cuando no es así, surge el desinterés, el absentismo electoral, el fraude fiscal, laboral y social, y sólo queda en pie la egoísta defensa de los privilegios de la sociedad opulenta.
Dice el artículo 29.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Toda persona tiene deberes respecto de la comunidad puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad". Se abre así el gran campo de las actividades culturales, asistenciales, benéficas, caritativas, deportivas, etc., cuya finalidad es el muy directamente el bien común y que son promovidas por la iniciativa de los propios ciudadanos.
Además de estas tareas enfocadas en directo al bien común, cualquier tarea o trabajo humanos, desde la sencilla limpieza del hogar hasta la dirección de una gran empresa, deben contribuir al bien común. De esta forma, estarán alineadas con el sentido de trascendencia que difunde el bien en el mundo y dignifica infinitamente a la persona.
El hombre no vive más que en sociedad. Es para él una obligación de justicia colaborar en la configuración de una sociedad más justa, aportando sus propias capacidades personales que, sin duda, habrá a su vez adquirido y desarrollado en la familia, la primera sociedad.
(Apuntes de Filosofía).

miércoles, 7 de julio de 2010

Bloque 1º de Filosofía: El camino del conocimiento.

Para estar atentos a la realidad hay que utilizar los ojos: "Me duelen los ojos", dice Neo. "Es normal -contesta Morfeo-. Es que nunca los habías usado". Debemos aprender a usar la vista para mirar bien despiertos. "No sueñes tu vida; vive tu sueño", se lee en la pared de mi hija adolescente.


Es sabio apoyarse en los que nos han antecedido para adquirir criterio propio. Muchas veces la apariencia de independencia respecto de las ideas de los demás puede parecer un síntoma de personalidad propia fuerte. Pero puede esconder también una profunda ignorancia revestida de un orgulloso caparazón. El criterio es la capacidad de discernir lo verdadero de lo falso, distinguir lo que vale la pena de lo que no, las cosas que son valiosas y merecen que les dediquemos esfuerzo, sacrificio y tiempo. Sin criterio somos como veletas al viento que más sople. Decía el viejo Confucio: "Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender, peligroso". El que el criterio deba ser propio no significa que no tengamos que aprenderlo para interiorizarlo.
La lectura de libros clásicos, el buen cine, conversaciones con gente sabia, buenos artículos periodísticos son algunas de las fuentes a las que acudir para buscar criterio. Eso y nuestra actitud honrada y valiente evitarán que nos suceda como a los ciegos de aquella fábula de León Tolstoy:

"Un rey de la India ordenó reunir a todos los ciegos de su país. Una vez juntos, mandó mostrarles sus elefantes. Un ciego palpó una pata; otro, la cola; un tercero, el comienzo de la cola; un cuarto, el vientre; un quinto, el lomo; un sexto, las orejas; un séptimo los colmillos y un octavo, la trompa. Luego dispuso el rey que los ciegos vinieran a su presencia y les preguntó: «a qué se parecen mis elefantes?».
El primer ciego respondió: -tus elefantes se asemejan a las columnas. Era el que había palpado la pata. El segundo dijo: -son semejantes a una escoba. Era el que había tocado la cola. El tercero dijo: -se parecen a una rama. Es el que había examinado con sus manos el comienzo de la cola. El que había palpado el vientre dijo: -tus elefantes se parecen a un montón de tierra. El que había estado tocando el costado aseguró: -son semejantes a un muro. El que había palpado el lomo declaró: -se asemejan a una montaña. El que había tocado los colmillos dijo: -son semejantes a los cuernos. El que había palpado la trompa dijo: -se parecen a una gruesa cuerda. Y todos los ciegos comenzaron a discutir entre sí.

¿Qué es la verdad?
He aquí una pregunta que es más fácil de responder de lo que parece. En determinado contexto, lanzarse a contestar podría dar a entender que nos creemos en posesión de la verdad, como si fuésemos un profeta que viene de escuchar un oráculo. Lo más común entonces es evitarlo rápidamente, diciendo que no existe una verdad que sólo algunos conozcan; que nadie puede estar en posesión de la misma y que debemos limitarnos a verdades más parciales: a creer en lo que digan los científicos o los telediarios.
Pero no es tan complicado. La verdad es conocer la realidad, lo que las cosas son. Esto la hace más asequible, más democrática, lo que permite la comunicación entre los hombres. Los clásicos definen la verdad como la adecuación entre la inteligencia y las cosas: si entiendo que lo que tengo delante es una mesa y verdaderamente la tengo, poseo la verdad. Así de simple. Pregunten a cualquiera.
Claro que la cosa puede hacerse más complicada cuando no se trata ya de mesas o cosas por el estilo. No siempre el conocimiento de la verdad supone que estemos delante de' ella como lo estamos de la mesa. Si oímos que el Real Madrid ha ganado este domingo su partido de liga, lo normal es que creamos que es verdad. Si escuchamos que un coche que queremos comprar tiene 150 CV de potencia, lo admitimos también como verdadero. Y ni hemos visto el partido, ni uno solo de esos caballos.
También damos por verdadero lo que nos han contado nuestros padres acerca de nuestras familias y de cuando éramos tan pequeños que no podemos recordar, o lo aprendido en nuestros estudios.
La verdad se adquiere, se conoce por experiencia propia o por la confianza en los demás. Poseer la verdad requiere por lo tanto paciencia y tiempo. Pero, ¿cómo se posee la verdad? Ciertamente, no la podemos almacenar ni meter en un bolsillo. Y sin embargo, de algún modo distinguimos perfectamente cuándo sabemos algo de cuándo no. ¿Dónde metemos lo que sabemos? Habrá que admitir que se trata de una posesión inmaterial o espiritual pero realísima de lo que conocemos. Al ser inmaterial es también inmediata. No hay algo así como un "proceso de conocimiento", como una actividad en la que poco a poco se vaya poseyendo lo conocido'', como sucede en cambio en la nutrición con los alimentos. Cuando conozco, lo hago inmediatamente. Cuando veo, ya he visto.
a. Sentir y entender
Conocemos el mundo a través de los sentidos: con la vista vemos los colores, con el oído oímos los sonidos, con el tacto tocamos las superficies, con el olfato olemos los olores y con el gusto gustamos los sabores. Pero cuando ya hemos visto, oído, tocado, olido o gustado, muchas veces nos preguntamos además: ¿esto qué es? Preguntamos por lo que no sentimos. Y algo en nosotros permite la respuesta: un coche. Eso azul, que suena como un rugido, tan lisito, que huele a gasolina y a motor caliente y que mejor no gustamos, es un coche. Pero no existe el sentido de sentir los coches. Ha sido nuestra inteligencia quien se ha ocupado de responder. Con los sentidos, sentimos el mundo; con la inteligencia, sabemos y lo podemos entender.
Conocer la realidad: el conocimiento sensible.
Los sentidos nos proporcionan la experiencia básica de las cosas. No podemos conocer si no partimos de los sentidos. No hay nada que llegue a la inteligencia sin haber pasado, de algún modo, por la experiencia sensitiva.
En el conocimiento sensible podemos encontrar tres niveles: los sentidos externos, el sentido común y los sentidos internos.

Los sentidos externos son los tradicionales "cinco sentidos" que además ya hemos citado. Son como las ventanas abiertas al mundo. Dicen los científicos que una persona que no tuviese sentidos no sería viable porque estaría cerrada al mundo, que es nuestro lugar natural. Conocer sensiblemente es también poseer inmaterialmente. Cuando veo el color rojo, mis ojos no se vuelven rojos. Sentimos por contacto físico, pero no introducimos nada físico en nuestros sentidos.
Los sentidos internos actúan a partir de sentido común. Mucha gente los confunde con actividades intelectuales, cuando realmente son sentidos. Se trata de la percepción o sentido común, la imaginación, la estimación y la memoria.
El sentido común o percepción, es otro sentido pero que está enfocado a los sentidos externos, y no directamente al exterior. Es el reunificador de las sensaciones, el sentido que nos permite agrupar color, textura, olor, etc., y atribuirlas a un único objeto. Porque la vista sólo ve, y no es capaz de asociar el color que ve al sonido que oye su vecino el oído. Asociar es distinto que ver, que oír, que oler. Por eso es necesario un sentido común.


La imaginación es como el archivo de las percepciones. A partir de objetos percibidos puede recrearlos y reconocerlos. En ella está el mapa del mundo que nos rodea. A su vez, sirve de base a la inteligencia: ésta obtiene de las imágenes de la imaginación los conceptos que maneja el pensamiento. Una imagen de la imaginación puede ser más o menos sensible, y parecerse por eso más o menos a un concepto (el concepto es ya objeto de la inteligencia). Así, si mi imagen de mesa es lo más parecido posible al pupitre que tengo delante, es más sensible y menos universal. Quizá, si nunca he visto otra antes, puede que no me sirva para llamar mesa a una enorme mesa de comedor, porque me parecería muy distinta. Pero si mi imagen de mesa es simplemente [tablero + patas], entonces es más intelectual y serviría para cualquier mesa. Cuanto más simple, más pura y más universal. Sería casi un concepto. Imágenes muy puras son, por ejemplo, las de la geometría: círculo, rombo, cuadrado; figuras, volúmenes, ángulos.

La estimación por su parte, pone en relación una realidad exterior con la propia situación orgánica. Estima o valora lo conocido en función de las necesidades del ser vivo. Preferir algo a otra cosa, determinar si me conviene o no, valorar el provecho que puedo obtener. La estimación rige el comportamiento que voy a tener con el objeto valorado; adquiero experiencia y determino mi conducta. Si pruebo un plato que no me gusta, mediante la estimación evitaré en el futuro volver a pedirlo en un restaurante. Para los animales es su sentido más alto y, como el conocimiento sensible es el más alto para ellos, se puede decir que es la guía de su comportamiento. Por la estimativa, el conejo huye del lobo, el pájaro anida en la rama, o el perro mueve la cola al ver a su amo. Es la fuente de sus instintos.
Por último, la memoria conserva las valoraciones de la estimativa, las imágenes y los actos del sujeto. La memoria retiene la sucesión temporal del propio vivir y permite encontrar nuestro lugar en el tiempo. Como sentido que es, tiene una base orgánica localizable en el cerebro. Para los humanos posee una gran importancia porque nos permite enlazar con el pasado y conservarlo. Sin ella no sabríamos que hicimos ayer, ignoraríamos a qué familia pertenecemos, desconoceríamos qué prometimos o qué nos propusimos, olvidaríamos que nos viene bien o qué decidimos evitar, y no podríamos contar historias ni recuerdos.
Resumiendo: el conocimiento sensible es el que obtenemos a partir de los sentidos, externos o internos, y lo compartimos con los animales.
Con los sentidos externos captamos propiedades de los cuerpos, como la luz, el color, los sonidos, la temperatura, etc., que son el estímulo externo necesario para este conocimiento. Sin estímulo no hay sensación: sin luz, aunque queramos ver no vemos.
La percepción unifica las sensaciones de los sentidos externos. La imaginación objetiva lo unificado por la percepción, la memoria retiene lo conocido por los sentidos externos, clasificándolo temporalmente, y la estimación -que es la base de los instintos ­valora lo conocido en funciónףde las necesidades del ser vivo.
Los vivientes que conocen (los animales y el hombre) proyectan su comportamiento a partir de su conocimiento. Como hemos visto, en los animales, el conocimiento mבs alto y que engloba a los demבs es la estimativa, que se convierte de esta manera en la directora de su conducta. Todo lo que conoce se somete al criterio de conveniencia de acuerdo con lo mבs elevado de su vida: la supervivencia de su especie. Las cosas son solamente lo que son-para-él. y el conocimiento sensible es una herramienta más para salir adelante en la lucha por la vida: un conocimiento útil para satisfacer sus necesidades vitales. El animal no puede escapar a sus instintos porque no tiene nada superior (ni falta que les hace). Sus instintos cuidan de él. Por eso, satisfacerlos es su mejor manera de vivir.
El hombre, sin embargo, posee una instancia superior que es la inteligencia (y con ella, la libertad, la intimidad y la dignidad). Por eso, nuestros instintos tienen una directora distinta y por encima. Nuestros instintos no cuidarían de nosotros como lo pueden hacer nuestra inteligencia y voluntad libres. Toda nuestra arquitectura sensible está en función no ya de la supervivencia sino de los objetivos propios de esa voluntad y de esa inteligencia (que podemos ir anticipando que son la verdad y el amor). La estimativa y los instintos pueden valorar lo que nos conviene como animales. Pero nuestra condición animal no lo es todo. Es la inteligencia la que puede valorar lo que nos conviene como personas. Veamos cómo funciona.


Conocer la realidad: el conocimiento intelectual


Los hombres, con el conocimiento sensible, sabemos lo que las cosas son para nosotros. Con la inteligencia, conocemos lo que son en sí mismas.

Como hemos visto, tenemos distintos sentidos externos e internos. La inteligencia en cambio es única, pero realiza diferentes operaciones y se va perfeccionando. No conocemos las cosas de un modo total y acabado sino que podemos y debemos profundizar en ellas. Esto no ocurre con los sentidos. Por eso los animales no progresan, no poseen cultura ni la transmiten. Sólo, y en todo caso, evolucionan. No inventan cosa nuevas ni descubren otros modos de comportarse: no les hace falta porque su conocimiento está en función de sus necesidades biológicas, y éstas son siempre las mismas. No necesitan más de lo que ya tienen.


Las operaciones de la inteligencia son tres: la abstracción, el juicio y el razonamiento.

La abstracción. Nos detendremos algo más en ella porque conviene que la entendamos bien. En la abstracción, la inteligencia obtiene los conceptos a partir de las imágenes de la imaginación. El concepto es la idea que podemos abstraer de lo que conocemos. A diferencia del conocimiento sensible, la inteligencia no necesita de un estímulo sensorial para ponerse en marcha: no necesita contacto físico ni reacción química para funcionar. Necesita, eso sí, del conocimiento sensible.
Millán-Puelles lo explica así: entender el calor no calienta, mientras que sentirlo, sí. Y si lo que entiendo es el fuego, mi entendimiento no arde en llamas ni siente el menor calor. Lo cual no quiere decir que la inteligencia haya apagado el fuego (si fuese capaz de hacerlo enviaríamos al paro al cuerpo de bomberos).
¿Qué es entonces lo que traigo a mi inteligencia cuando conozco el fuego o una mesa o un coche? Es la idea; lo que en la historia de la Filosofía se ha llamado forma. Las cosas materiales están compuestas por materia y forma. Uno y otro no son partes de las cosas, sino principios que las constituyen. De otro modo no podríamos explicar por qué el pensar en el fuego no nos quema: algo tiene que haber en la cosa que pueda pasar a ser poseído por mi mente.
De la forma de las cosas extraigo la idea, que es lo que yo traigo de ellas a mi inteligencia. Parece un poco complicado, pero puede entenderse. La forma de un coche es lo que permite que a cualquier vehículo del estilo que encuentre le pueda llamar "coche", Es su género. Al decir coche damos por supuestas todas las características que debe tener para llamarse así: cuatro ruedas, que transporte personas, con su propio motor,... La idea es inmaterial, da universalidad a las cosas y permite que sean conocidas. La materia las individualiza. Las cosas son una y otra, materia y forma; las ideas, sólo forma.
Pues bien, cuando conocemos, captamos, poseemos o aprehendemos la forma de lo conocido. Por eso, conocer es poseer inmaterialmente (formalmente) las cosas. Y a esa operación la hemos llamado abstracción.

Con un ejemplo lo podemos ver más claro. Los animales no pueden abstraer porque no tienen inteligencia. Ayllón explica" un significativo experimento de Pavlov a este respecto:
Pavlov coloca a un simio en una gran balsa que flota en el centro de un lago. Entre el lugar en el que se sitúa al simio y aquel donde se le proporciona el alimento, hay un aparato que produce fuego. Pero también hay un depósito de agua y un cubo. Al mono se le enseña a sacar agua del depósito con el cubo, apagar el fuego y llegar a la comida. Por lo demás, el mono sabe refrescarse en el lago cuando hace calor. Pero un buen día se quita el agua del depósito. El simio, desconcertado, sigue metiendo el cubo en el depósito vacío sin pensar que puede Ilenarlo con el agua del lago. ¿Por qué? Ésta es la respuesta de Pavlov: porque «no tiene una idea general, abstracta del agua como tal; en el nivel en que se sitúan los antropoides no se produce aún la abstracción de las propiedades específicas de los objetos».
El animal siempre verá el agua en relación con sus necesidades y, en definitiva, con su supervivencia: donde me refresco, lo que bebo, con lo que apago el fuego. El hombre puede considerarla como realidad objetiva, en sí misma. Por tanto, no necesita del contexto de una necesidad -sed, calor- para asociarla a su satisfacción. Y podemos emplearla en lo que queramos, libremente: navegar, mover turbinas, regar, o hacer cubitos de hielo para el refresco.
Eso es abstraer: liberar a las ideas de las cosas y de nuestras circunstancias. Lo cual nos permite instrumentalizarlas al servicio de nuestra libre voluntad, con independencia de nuestros instintos. Sólo gracias a que podemos abstraer somos capaces de convertir un objeto en un instrumento. Nuestro primer instrumento fue la mano. Pero rápidamente pasó a la categoría de instrumento de instrumentos, en cuanto nos dimos cuenta de que con una rama podíamos golpear aún más fuerte. Nació así la técnica. Pero si lo que queríamos era cazar un mamut, ninguna rama, por gruesa que fuese, nos podía servir. A alguien se le ocurrió entonces afilar la punta y clavársela al pobre mamut. y todo gracias a que convertimos "rama" primero en "garrote" y después en "lanza", y seguramente más tarde en "flecha", ... ¿Fue la necesidad de comer pajaritos la que nos hizo llegar a la flecha? No: como observa L. Polo, la misma necesidad tienen los gatos y todavía no consta que hayan inventado las flechas. El hambre nos impulsa a comer, y puede que aguce el ingenio.

Pero inventar, sólo inventa el ingenio, la inteligencia del hombre, hambriento o después de comer. No es correcto explicar al hombre desde sus necesidades.
El juicio es una nueva operación de la inteligencia. Lógicamente ésta no se puede quedar en la simple abstracción de objetos. Así, en el juicio reúne dos o mas conceptos conectándolos entre sí: el coche es azul, el agua está fresca. Un animal percibe el agua igual de fresca que nosotros, y si va a beber la preferirá a otra más caliente. Pero sólo por que le conviene. No puede formular juicios porque no ha sido capaz de abstraer. Luego no puede atribuir un predicado -fresca- a un sujeto -agua-, porque no entiende el concepto de agua ni el de fresca. No entiende el agua, sólo se la bebe. Ni entiende fresca: sólo se refresca.
En tercer lugar tenemos el razonamiento o concatenación de varios juicios. Veíamos al hablar de la abstracción que ese tipo de conocimientos posibilita la conducta humana, y hablábamos de la instrumentalización como condición de posibilidad de la técnica. Una de las técnicas más definitorias de lo humano es el lenguaje. El lenguaje es la expresión de nuestro carácter humano. Se sirve de símbolos convencionales, inventados, que son las palabras. Una palabra, salvo que sea onomatopéyica, no tiene nada que ver con lo expresado. Pero lo expresa. La palabra es el nombre de la idea abstraída. Y su expresión se realiza en juicios y razonamientos. El lenguaje es la forma del pensamiento, e implica la inteligencia. Al hablar, al razonar, conocemos mejor la realidad: profundizamos en ella, buscamos los porqués. Descubrimos que la naturaleza no es un caos y que hay un orden. Que los seres vivos son seres orgánicos, compuestos, pero en los que cada parte cumple una función y que hay una unidad. Comprobamos que esa unidad no es obra de nuestro pensamiento. No se debe a que hayamos reunido sólo en nuestra mente lo que fuera de ella está disgregado. El equilibrio ecológico, por ejemplo, no es un invento humano, sino que está ahí y es gracias a nuestra inteligencia como nos damos cuenta. Y al darnos cuenta de su importancia y de su fragilidad, nos sentimos llamados a protegerlo y responsables de su cuidado. Un nuevo descubrimiento: la responsabilidad -para con la naturaleza o para con nuestros semejantes- es algo que nos surge porque tenemos inteligencia. ¿Lograríamos todo esto sólo con los sentidos?

¿Piensan las computadoras?

Hablemos ahora de la inteligencia artificial (IA). Numerosas películas -incluida Matrix, que ya nos ha servido de ejemplo, o la misma AI, de Spielberg, I Robot y algunas más- se han atrevido con el planteamiento de ordenadores capaces de superar intelectualmente a los hombres. ¿Piensan los ordenadores? Lo cierto es que no. Y que por tanto, sólo metafóricamente decimos que poseen inteligencia artificial. Procesar información no es pensar. El ordenador combina símbolos, reducidos a su mayor simplicidad de unos y ceros, pero siguiendo las instrucciones de los ingenieros que las crean. Pueden incluso mostrar cierta autonomía, pero siempre y sólo si obedece -de nuevo- a instrucciones que se le han dado. El hombre es capaz de crear símbolos (lo decíamos al hablar del lenguaje); las máquinas, no. Veámoslo con un ejemplo de John Searle, publicado en 1980:
"Imaginemos una computadora que posee un programa integrado por el que entiende el idioma chino. Pero, lo entiende de verdad, como los auténticos chinos?
Imaginemos ahora que una persona es encerrada en un cubículo literalmente forrado por dentro de estanterías en las que se amontonan papeles con escritos en chino. Esta persona sólo habla inglés, pero recibe por debajo de la puerta del cubículo otros papeles. Éstos, aunque también están en chino, contienen además una serie de instrucciones en inglés en el que se le indica qué papel, de los que estaban dentro, debe devolver también por debajo de la puerta. Sin embargo, nuestro amigo no sabe ni que lo que le pasan en chino son preguntas, ni lo que devuelve, respuestas correctas a esas preguntas.
Si nadie dice nada, podríamos pensar desde fuera que el señor de dentro sabe chino. Pero lo cierto es que, por muchas veces que repita la operación y por muy rápido que llegue a hacerlo, jamás aprenderá una palabra de ese idioma.