sábado, 2 de febrero de 2013

17º Comentario de Filosofía: Educación religiosa.




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Veamos ahora la carta que el político francés Jean Jaures, ateo y socialista, fundador de l'Humanité, escribió a su hijo donde le hacía una serie de reflexiones sobre la necesidad de su formación religiosa:

«Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cur­sar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de dis­tinta manera que la mayor parte de tus condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás.
No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no ha en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre; pero tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.
Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión. Son, hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos, pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las que todo el mundo dis­cute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un dis­parate?
Dejemos a un lado la política y las discusiones, y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender la historia y la civilización de los griegos y los romanos. ¿Qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civiliza­ción?
Las letras ¿Puedes dejar de conocer no solo a Bossuet, Fénélon, Lacordaire, De Maistre, Veuillot ... sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos gran­des maestros que debieron al cristianismo sus más bellas ins­piraciones? ... ¿Puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? ... Hasta en las Ciencias Naturales y Matemáticas encontrarás la religión; Pascal y Newton eran cristianos fervientes. Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón.
Hay que confesarlo; la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelec­tual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nues­tros días tantas inteligencias preclaras. Ya que hablo de edu­cación: ¿Para ser un joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta ... Si no estamos obligados a imitarlas, debemos por lo menos compenderlas, para poder guardarlas el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas.
Querido hijo: ... Muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión; pero todo el mundo desea conocer­la ... En cuanto a la libertad de conciencia ... eso es vana pala­brería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común ... Muchos anticatólicos conocen por lo menos indirec­tamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además, ... sólo son verdaderamente libres de no ser cristia­nos los que tienen facultad para serlo... te sorprenderá esta carta, pero precisa, hijo mío, que un padre diga siempre la ver­dad a su hijo. Ningún compromiso podrá excusarme de esa obligación» .
Es claro que siendo la religión algo individual e íntimo, per­sonal en último término, no tiene por qué estar ausente de lo público. Los ejemplos citados lo prueban, cada uno a su mo­do. Ortega y Gasset ya dijo: «Yo soy yo y mi circunstancia».

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