domingo, 4 de agosto de 2013

Libro del mes (junio 2013): Bioética Práctica



Este libro es de José María Pardo Sáenz, licenciado en Medicina y Cirugía. Con él pretende el autor dar una visión integradora de la persona humana. Veamos un fragmento.

HACIA UNA VISIÓN INTEGRAL DEL HOMBRE
La persona es una realidad unitaria corpóreo-espiritual


  • En el Museo de Historia de Washington hay una pequeña sala dedicada «al hombre». En una de sus paredes cuelga una lámina, que representa una figura humana de 77 kilogramos de peso. Transparentes va­sijas de diversos tamaños contienen los productos naturales y químicos que se encuentran en un organismo humano de proporciones semejantes: 40 kilos de agua, 17 de grasa, 4 de fosfato cálcico, 1,5 de al­búmina, 5 de gelatina. Otros frascos de menor capa­cidad corresponden a carbonato cálcico, almidón, azúcar, cloruro de sodio y de calcio, etc. El hombre, sea político o militar, poeta, cantante, ministra o castañera, parece reducirse allí a una suma de unos cuantos elementos de la tabla de Mendeleiev. O como dice Carl Sagan, científico de la NASA, presentador y artífice de la famosa serie te1evisiva ti­tulada Cosmos: «yo soy el conjunto de agua, calcio y moléculas orgánicas llamado Carl Sagan. Tú eres un conjunto de moléculas casi idénticas, con una eti­queta colectiva diferente». No es de extrañar, que «el pequeño dios del mun­do» --como llama el Fausto de Goethe al hombre ­salga un tanto deprimido del Museo de Historia de Washington, o tras escuchar semejantes palabras del científico televisivo. 
  • Ahora bien, ¿el hombre no es «nada más» que lo afirmado por los Sagan, los Demócritos, los Marx y demás materialistas que andan por el mundo? ¿El pensamiento y la persona, la libertad y el amor no son más que una combinación -aunque complejísi­ma- de elementos materiales? La célebre novela del Hidalgo Don Quijote de la Mancha, ¿no es más que el resultado de la combinación de letras surgida por azar, o por alguna oculta e ignota necesidad de las letras mismas? ¿No estará detrás el ingenio de una potencia misteriosa y viva, trascendente e irreducti­ble a letras, llamada Miguel de Cervantes? Detrás de la Novena Sinfonía de Beethoven, ¿no hay más que un cúmulo de notas ordenadas por unas neuronas, que han sido ordenadas «por el azar», o más bien habrá  que pensar en la existencia de un genio llamado Beethoven, irreductible a neuronas? ¿«Las hilanderas» del Museo del Prado, no son nada más que azarosa combinación de pigmentos o sustancias coloreadas­? 
  • ¿No habrá que pensar más bien en la existencia del  llamado Velázquez, irreductible a pigmento por excelente que fuera? Y detrás de Beethoven, Velázquez, Cervantes, de la gravitación universal y de la evolución de la semilla en árbol, ¿no habrá que descubrir una Sabiduría infinita y creadora? 
  • Amplios sectores del pensamiento contemporáneo defienden un dualismo antropológico, de inspiración cartesiana, según el cual el hombre es entendido como sujeto pensante que termina relegando la corporalidad humana al mundo de lo meramente biológico, carente de significación personal. En consecuencia, la facultad generativa, en cuanto estructura biológica­, estará al servicio del alma, siempre pura y noble. Así la protagonista de «Una proposición indecente» se justifica ante  su esposo del adulterio cometido, argumento muy en boga en nuestros días: «mi cuerpo estaba en sus brazos, pero mi corazón estaba contigo.
  • Según  esta concepción reduccionista del ser humano, también se puede manipular la parte orgánica-biológica el bien de la persona. No hay inconveniente alguno en utilizar la contracepción, la investigación de embriones en aras del «amor», de un fin solidariom solidario con terceros, etc. 
  • Desde esta posición dualista, la realidad de la persona se  recluye al ámbito de la conciencia, que adquiere así prioridad sobre el estatuto ontológico de la persona, sobre lo que el hombre es. Las intencio­nes, sentimientos y deseos priman sobre las finalida­des insertas en el dinamismo natural humano. Desde semejante posición, la dignidad de la persona no constituye límite alguno para la intervención técnica en los procesos naturales que presiden la vida huma­na desde su inicio hasta su final. 
  • Yo me opongo a esta visión empobrecedora de la persona humana. El ser humano no es cuerpo y alma, sino unidad sustancial de ambos. Tampoco es sólo cuerpo o sólo alma, sino unidad de ambas, totalidad unificada. La dimensión corpórea es, por eso, parte constitutiva, inherente, esencial de la persona. El cuerpo es la persona en su visibilidad. A través del cuerpo la persona se expresa y se manifiesta, ama y es amada. Por eso, todo lo que afecta al cuerpo afec­ta a la persona. Respetar la dignidad personal exige salvaguardar la identidad corporal. 


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