viernes, 13 de junio de 2008

3º Comentario de Filosofía. La verdad imposible.Trabajo 1ª Evaluación.

El texto está tomado del libro "La verdad, un consenso posible". Su autor es Rafael Corazón González (Córdoba, 1952), doctor en Filosofía y profesor de Secundaria en Málaga. Ha ejercido la docencia de la Filosofía durante veinte años. Ha publicado artículos y ensayos en revistas especializadas y varios libros, entre ellos éste que reseñamos que está publicado en la editorial Rialp.
El libro presenta un hecho incuestionable: los valores sobre los que se ha asentado Occidente han entrado en crisis. Entiende el autor que se deben recuperar los auténticos valores humanos y para ello es preciso encontrar la causa de su pérdida y encontrar la solución. Para ello, se hace un recorrido por la historia de la filosofía.
Nos vamos a situar en el capítulo titulado La verdad imposible, objeto de este comentario.
1. La verdad, un problema moderno.
Siendo el hombre un ser racional, siempre ha intentado buscar la verdad, porque, por puro sentido común, consideraba que guiarse por ella era el camino más seguro para vivir bien, para actuar de un modo acertado. Evidentemente todos somos conscientes de que incurrimos con frecuencia en el error, de que nos equivocamos; pero este hecho, por continuo que sea, no ha desanimado a la humanidad. Aunque a veces caigamos en el error, vale la pena buscar la verdad, y esta empresa es más valiosa que otras muchas que nos proponemos en la vida, a pesar de que en algunas ocasiones, o en muchas, fracasamos.
Ésta ha sido la opinión común durante toda la historia. Pero esta, vamos a llamarla así, tradición se ha roto en nuestros día. Hoy, se piensa, en muchos ambientes, que la verdad es una meta inasequible y que, por tanto, hemos de renunciar a ella. Lo llamativo es que los que han extendido esta certeza han sido, precisamente, los que de modo sistemático se dedicaban a buscarla: los filósofos, los que, en principio, eran amantes de la sabiduría y la deseaban con todas sus fuerzas. Lo que fue una conclusión "científica", ha pasado a ser bagaje común, y son ya muchos, al menos en Occidente, los que piensan que la verdad o no existe, o es imposible.
No se trata sólo de una tesis teórica, lo que sería una contradicción, sino de una "verdad" práctica, vivida a diario por muchos: se vive al margen de la verdad, se actúa "sabiendo" que lo que se hace no es seguro, que quizás sea equivocado, pero se vive, porque no hay más remedio que hacerlo. El clima de escepticismo es el ambiente en el que se mueven muchos de nuestros contemporáneos, convencidos firmemente de que no hay otro modo de vivir.
Para ilustrar este podemos hacer un recorrido por algunas teorías y corrientes filosóficas y por algunas opiniones comúnmente admitidas como "verdaderas".
a) El agnosticismo.
La primera sería el agnosticismo, entendida como aquella teoría que afirma que no es posible saber si Dios existe o no. El principal teórico de esta corriente fue, sin duda, Kant. En el siglo XVIII investigó y escribió ampliamente sobre este tema, y llegó a la conclusión de que la razón es incapaz de demostrar la existencia de Dios, aunque tampoco puede probar que no exista. El agnosticismo kantiano fue, sin embargo, puramente teórico, pues defendió, al mismo tiempo, que en la vida práctica hemos de postular la existencia de Dios y comportarnos como si, después de la muerte tuviéramos que rendir cuentas ante Él....
Los argumentos kantianos, de un modo u otro, se han repetido hasta la saciedad, y su conclusión es la base del cientifismo. Lo que Kant no logró imponer fue su tesis de que, a pesar de todo, debemos vivir como si Dios existiera; y es natural: eso es vivir como esquizofrénico, llevar una doble vida. Por eso nada tiene de extraño que la herencia kantiana se haya reducido al agnosticismo, tanto teórico como práctico. Pero la experiencia kantiana encierra una lección importante: no es posible vivir de espaldas a lo que conocemos, no vale actuar con los ojos cerrados, fiados en una fe carente de razones.
b) El escepticismo.
Otro hecho de experiencia cotidiana, que sirve de base al escepticismo actual, es el pluralismo ideológico de nuestra sociedad. Hay marxistas, socialdemócratas,liberales, católicos, protestantes, budistas......y cada una de estas formas de pensar defiende tesis opuestas, e incluso contradictorias, en temas fundamentales. Para unos, hay otra vida; otros, son materialista; unos consideran que el aborto es un derecho; otros, que es un asesinato; unos ven normal la homosexualidad, otros la consideran como antinatural, etc. Los ejemplos son muy numerosos y conocidos por todos.
¿Es posible llegar a un cierto acuerdo entre todos? Parece que sí, que todo Occidente admite al menos los Derechos Humanos. Pero la realidad lo desmiente, ya que estos Derechos son interpretados de modos distintos; basta con fijarse en el derecho a la vida y pensar luego en que casi todos los países que lo admiten, tiene legislaciones abortistas. Los defensores del aborto no se apoyan en la ciencia, en la medicina o en la biología, sino en razones de tipo ideológico: la libertad de la mujer, el derecho sobre el propio cuerpo, etc. Ahora bien, cuando la discusión toma estos derroteros es imposible ponerse de acuerdo.
Si no estamos de acuerdo en nada, o casi nada, se impone la conclusión del escepticismo: como la verdad no existe, cada cual puede opinar como quiera.
c) La teoría dialógica
Como una salida o solución a estos problemas, aunque con una cierta fundamentación filosófica, Habermas ha propuesto, si no en un método para llegar a la verdad, al menos un modo de convivir pacíficamente llegando a acuerdos ampliamente aceptados. Es la teoría consensual de la verdad. La sociedad no ha de admitir otros valores que los que ella misma, por consenso, adopte tras un debate exento de dominio. Se supone que si, en un debate, todos estamos dispuestos a oír a los demás, si además nadie cuenta con más medios para persuadir que sus buenas razones, y si no existen imposiciones, posiciones de fuerza o factores que distorsionen el diálogo, llegaremos a conclusiones razonables aceptadas, o al menos aceptables, por todos.
Hay un presupuesto de fondo en esta teoría: y es que nadie, si es razonable, pensará que él y sólo él, está en posesión de la verdad; todos podemos estar equivocados y todos podemos estar en la verdad, y nadie tiene derecho a afirmar que su opinión vale más que la de cualquier otro. Así, en igualdad de condiciones, el diálogo ha de ser el camino para llegar a consensos universalmente válidos.
La teoría de Habermas es, en principio, razonable. Pero, además de utópica, adolece de dificultades que no pueden solucionarse. De entrada, y no es poco, deja sin voz a los no nacidos, a los niños, a los enfermos o retrasados mentales, a los ancianos que han dejado de "regir", a las generaciones futuras....que sin embargo también tienen intereses respetables. Dicho de otro modo: lo que Habermas defiende es un "procedimiento" para alcanzar acuerdos, no un conjunto de verdades o tesis verdaderas. Por eso, porque no defiende ninguna verdad, su procedimiento es tan razonable como el opuesto ya que, en el fondo, ni es ni deja de ser razonable: se trata de una propuesta voluntarista no fundada en "razones" de peso, o sea, verdaderas.
A la pregunta: ¿de quién puede garantizar que está en la verdad? , Habermas contesta que nadie. Pro en ese caso tampoco el consenso es garantía suficiente. el consenso no deja de ser un acuerdo, un pacto, meramente práctico, que deja de lado el verdadero problema de fondo.
Cuando se niega la posibilidad de conocer la verdad, las ideologías ofrecen un sustitutivo más emocional que racional que, por ello, impide pensar con libertad. Son, en terminología kantiana, objeto de fe racional: son los "intereses" de la razón los que obligan a postular una serie de tesis que la propia razón no puede probar, pero que hay que admitir si es que se quiere alcanzar determinadas metas. Hace años se hablaba del "ocaso de las ideologías"; hoy comprobamos que no es así; al contrario,: se ha ideologizado todo. Las ideologías no buscan la verdad sino que parten de ella; por eso es tan difícil el diálogo social: las ideologías no admiten críticas, porque todas las que se hagan serán externas y no les afectarán.
Podríamos continuar examinando autores y corrientes, pero, por desgracia, no encontraremos propuestas mejores.........Por eso, es suficiente con el panorama ya visto.
Occidente.........ha dejado de creer en la verdad..................Incluso se considera que el escepticismo es bueno, o al menos tiene su ventaja, porque impide que surjan nuevos dogmatismos o fanatismos, porque facilita la convivencia en una sociedad pluralista...........Pero no cabe duda de que tiene también otros aspectos muy negativos.
Una cultura escéptica es una cultura al borde del nihilismo, sin valores, y, por tanto, sin respeto a la persona. Es cierto, por ejemplo, que se ha llegado a concretar una lista de Derechos Humanos aceptados por la mayor parte de los Estados, pero también lo es que, en la práctica, se respetan poco. La sociedad actual que debería ser más tolerante por escéptica, no lo es; es bastante intolerante en muchas cuestiones y, en cambio, es permisiva en otras; y el pemisivismo no es lo mismo que la tolerancia: Tolerancia significa no reprimir un mal, que se reconoce como tal, para evitar otro mayor; permisivismo, en cambio, es indiferentismo ante el bien y el mal, igualación de todos los valores o, lo que es lo mismo, pérdida de todos.
¿Se puede vivir al margen o por encima del bien y del mal? Si se hace nadie tendrá autoridad moral para erradicar la violencia, la injusticia, la deslealtad, y la mentira, porque estas nociones pierden su significado. Y esto es lo que de hecho está sucediendo con los Derechos Humanos. Es muy significativo que cuando se redactó la Declaración Universal de Derechos Humanos no se pudiera indicar, en el Preámbulo, cuál era su fundamento. Y no se hizo porque fue imposible lograr un acuerdo.......Esto quiere decir que no son más que derechos positivos...;bastaría otro acuerdo para acabar con ellos........ Hobbes lo exprexó bien: auctoritas, non veritas, facit legem
Una sociedad así está siempre amenazada, porque carece de una base o un fundamento sólido
2.-La secularización de la cultura, del hombre y de la razón.
En los capítulos siguientes se intentará mostrar que el concepto de secularización no pertenece al campo semántico de las emociones, los sentimientos, o lo irracional. La secularización afecta al hombre en su totalidad, porque la persona está esencialmente llamada a la trascendencia,a algo que la supera y que, por tanto, supera también el mundo. Si se seculariza al hombre, se pierden los valores trascendentales y se le amputa lo más propiamente humano. Esto es lo que quiero demostrar: El intento de hacer del hombre un ser autónomo de todo, un ser liberado de la naturaleza, de la realidad, de los demás, de la tradición, de Dios.....lo atrapa no ya en este mundo, sino en un ámbito infrahumano en el que es difícil coexistir con nada.
Encerrado en sí mismo, el hombre no puede llegar a la verdad, como tampoco puede llevar al bien; no puede amar y se hace muy difícil la convivencia...........porque la verdad es, por el contrario, la apertura a la trascendencia: al mundo, a los demás y a lo divino..............La idea de que, para saber si estamos en la verdad, sólo contamos con la propia razón, es una idea moderna; si fuera así sería imposible salir de la duda; y esto es lo que ha ocurrido.........................................................Esto pone de manifiesto que el ideal ilustrado de emancipación y autonomía sigue vigente, pero llevado hasta sus últimas consecuencias.
¿Somos realmente dueños absolutos de nosotros mismos? Esa es la cuestión esencial, el tema clave que explica la situación cultural de Occidente respecto de la verdad y de los valores morales. si la última instancia de decisión, en todos los ámbitos, es la subjetividad, es imposible aceptar un criterio objetivo que pueda hacer posible la convivencia.......Esto es lo que aquí titulamos como "secularización". Pro este proceso no es irreversible.....Perder la verdad es perder el norte, y así, aunque todo progrese muy de prisa, no se sabe hacia donde vamos. La historia de la filosofía, en cambio, manifiesta lo contrario: aunque cada hombre haya llevado una vida azarosa, la humanidad tenía claras una metas, unos objetivos por los que valía la pena emprender grandes proyectos y realizar grandes empresas. El hecho mismo de que sólo valga la pena vivir si hay algo por lo que valga la pena dar la vida, aceptado desde Sócrates.....pone de manifiesto que la persona tiene un fin trascendente..................................Mostrar ésto será el contenido de los siguientes capítulos.

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