viernes, 8 de agosto de 2008

El totalitarismo como un exceso del poder político. 4ª Evaluación.

La realidad del poder político es percibida por los hombre como algo natural y necesario para mantener, en armonía y paz, las relaciones de una comunidad, pero el exceso en su ejercicio debe tener al ciudadano alerta si quiere mantener su libertad.
Para algunos autores, el fenómeno del totalitarismo sólo se ubicaba en regímenes tiranos, dictatoriales, absolutistas, quedando indemne de este mal los sistemas democráticos. Hoy, sin embargo, nuestra mirada se dirige a autores que ya alertaron que los sistemas democráticos también pueden caer en el totalitarismo y nos advirtieron de ello. Ya Aristóteles y Platón nos mostraron cómo la tiranía se desarrolla de forma natural a partir de la democracia. Y Tocqueville, cuando la totalidad de los estudiosos se inclinaban por lo contrario, tuvo el mérito de señalar la tendencia al despotismo alimentada por la democracia.
Por eso, como estudiosos de la filosofía nos interesa hacer un examen fenomenológico de las características del totalitarismo actual para poder preservarnos del mismo.
Según Miguel Ayuso, en su libro "La cabeza de la Gorgona" el totalitarismo en los sistemas democráticos se puede definir con las siguientes características:
En primer lugar, este totalitarismo no es tanto un abuso o exceso de poder como una metafísica. No es tanto un espíritu destructor de la libertad como un espíritu que se organiza sobre la ruina de la libertad. Por ello, este sistema totalitario en democracia conlleva:
Una teología inmanentista. Si encontramos un sistema democrático en el que se intenta aplicar a la sociedad una teología, o mejor una antiteología, que quiera encerrar al hombre en su destino temporal, sin admitir la dimensión trascendente que todo hombre lleva consigo, considerando que la sociedad es su supremo fin,estaremos en un sistema totalitario. Decía André Malraux, en su libro "Les voix du silence", que el totalitarismo es la voluntad de encontrar una totalidad sin religión.
Una metafísica que subvierte la relación social. Cuando la unidad de lo comunitario se impone a la diversidad de lo individual, sin respetar a la persona humana disgregada en el concepto de ciudadano existe un peligro sordo, a través de las teorías del contrato social, de entregar a las personas a un dios estatal. Conceder garantías individuales y derechos a las personas para luego sacrificarlos ante el mito de la voluntad general, es una referencia para sopesar que estamos ante un totalitarismo.
Por ello, la solución es someter a las personas al bien común, para de aquí conseguir circunstancias favorables en el camino del hombre hacia Dios.
Una gnoseología constructivista. Todas las energías de nuestra sociedad democrática, en especial nuestra tarea educativa, deben dirigirse a la sumisión de nuestra inteligencia a la búsqueda de la verdad y rechazar el subjetivismo en todos los dominios.
No realizar este esfuerzo y proclamar que la inteligencia prima sobre la realidad, nos llevaría a proclamar implícitamente que nuestra inteligencia construye la realidad; de ahí a definir la comprensión como dominio hay un paso y ese paso ya es el totalitarismo.
Una sociología desvitalizadora. La destrucción de lo social y su reabsorción por lo colectivo es el síntoma más esclarecedor de un estado totalitario.
"Lo social" que es la familia, el pueblo, la ciudad, la parroquia, la región....existe en la medida que es orgánico, en la medida que reune seres concretos vinculados por medio de relaciones de muy variado tipo.
Si todo esto se desvitaliza y no está en la base de la sociedad, se camina sin darse cuenta a formas colectivistas peligrosas para la sociedad libre.
Una economía sojuzgada. Hoy, mejor que nunca, podemos comprobar que cuando se confunden el poder político y el poder económico se está negando la libertad económica. Un síntoma del poder totalitario es la situación en la que no se sabe si es el poder político el que se adueña del económico o éste el que mueve a aquél.
Una política omniestatalizada. La absorción de todos los derechos y poderes por el Estado en sus miles de acciones sobre los ciudadanos es otro síntoma más de tinte totalitario. Cuando un sistema democrático centraliza toda la administración, absorbe todas las funciones sociales, atiende todas las necesidades, dirige toda la economía, ordena la cultura en su totalidad y crea todo el derecho, hay un peligro de totalitarsimo si no estamos ya en él. Tocqueville acertó a profetizarlo.

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