jueves, 7 de agosto de 2008

Epílogo para jóvenes.Trabajo 3ª Evaluación.

El epílogo para jóvenes que vamos a comentar está recogido del libro "Sobre la felicidad" cuyo autor es Gonzalo Fernández de la Mora.
Gonzalo Fernández de la Mora y Mon, hijo de gallega y de castellano, nación en Barcelona en 1924. Se licenció en Filosofía Pura y en Derecho por la Universidad Complutense. Amplió estudios de Filosofía en Alemania. Ha sido profesor y director de la Escuela Diplomática. Fue numerario de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Madrid y dirigió la Revista bimestral de pensamiento "Razón española".
Es autor de 22 libros, entre los que destacan "El crepúsculo de las ideologías" y "Pensamiento español". También escribió "Filósofos españoles del siglo XX" y su penúltimo libro "El hombre en desazón".
Sobre la Felicidad, último libro del autor es un libro que se inicia con una introducción histórica que se remonta a las sabidurías orientales y llega a nuestros días. Luego, con un método fenomenológico, desvela los problemas, analiza los datos empíricos y propone soluciones. Concluye que la vía menos incierta de acceso a vivencias felices es la administración de los deseos, una ascesis racional realista. El libro se cierra con un epílogo, muy actual, para jóvenes, que es el que vamos a comentar.
"La dimensión instintiva y sensorial del hombre gravita espontáneamente hacia el placer. No sería realista negar la tendencia y sus efectos felicitarios. lo problemático del hedonismo se plantea en tres niveles:
-la búsqueda del placer es egoísta e individualista
-el hombre no está solo y ha de atener su comportamiento al hecho social
-el hedonismo tiene unos costes y el saldo final felicitario suele ser negativo".
"No hay una necesaria relación directa entre cultura y hedonismo.....Tampoco existe una correlación necesaria entre técnica y hedonismo........y así, el hedonismo práctico que se ha extendido a gran parte del Occidente actual no es una obligada consecuencia del desarrollo y eso se puede constatar en España, pues cuando ya se había producido la explosión masiva de la ciencia aplicada, la sociedad española de mediados del siglo XX no era hedonista.....Salvo el suicidio, el medio más enérgico de evadirse de la realidad son las drogas, milenario recurso del hombre desazonado".
"Ni la indigencia, ni la opresión son las causas determinantes de la juvenil huida existencial. Entonces, ¿por qué en la plenitud biológica y en condiciones sociales superiores a la de cualquier otra generación no cesan de incrementar el deseo de huir de la realidad?
Dos líneas de respuestas se pueden dar: Una, es que la adaptación de los jóvenes requiere que los demás les sitúen en condiciones aún más privilegiadas. Otra, es que hay algo deficiente en el actual modo juvenil de estar en el mundo.
Procede investigar en la segunda dirección, puesto que las juventudes del pasado, material y socialmente menos dotadas por sus antecesoras, no tendían tanto a huir de la realidad".
"El problema de la juventud afecta básicamente a los cimientos, a la ética. Rechazan las normas objetivadas por la tradición no ya familiar sino genérica, universal. Cada uno pretende fabricarse una moral a su medida, y cambiante según las circunstancias. Lo demás parece imposición y dictado.
Paralelamente, al rechazo de una moral objetiva, los jóvenes se han secularizado y aumenta el número de los agnósticos y de los no practicantes. Este descenso de la confesionalidad efectiva ha quebrado la más profunda y firme de las vinculaciones de la conciencia individual a una moralidad concreta, estable y compartida. La doble ruptura ética y religiosa deja al moralmente situacionista y dogmáticamente agnóstico en una posición de aislamiento ético. Esta situación crea un vacío y requiere una consigna evitadora del nihilismo. ¿Y qué se ha propuesto como solución a esta incógnita?
En primer lugar el permisivismo.
"Está prohibido prohibir. Y el repudio de las prohibiciones empieza por lo más elemental: el sexo. La virginidad, la castidad, la fidelidad o la heterosexualidad resultan tabúes que procede recluir en el ámbito de las curiosidades antropológicas. Desde el sexo, el permisivismo se extiende a otras áreas: el aborto.
El dinamismo permisivista va escalando posiciones en la jerarquía de los valores y de la relativización de los valores morales se pasa a la de los artísticos, políticos o jurídicos. De ahí, la baja adhesión a los partidos políticos"
En segundo lugar, el hedonismo.
"La cuestión de la capacidad o de la vocación se transforma en la de la rentabilidad, en la de qué actividad proporciona más ingresos. La familia aparece como suministradora de fondos. Y así, cuando las responsabilidades personales se diluyen, es el poder público el que tiene que ser previsor, benefactor y atender a la mayoría de los retos. Con todo ello, el hombre se deshumaniza, pues, como señalaba Zubiri, la peculiaridad y la grandeza del hombre es que, a diferencia de los irracionales, puede enfrentarse con el mundo no como estímulo, sino como realidad. Todo lo que sea evasión es involución y deshominización. Como afirmaba Max Scheler "Primero, placer y luego, lágrimas."
"Además, muerto Dios, no todo, pero casi todo es posible. Las morales a la medida subjetiva tienden al egoísmo, que es, precisamente, la negación del supremo valor moral, el altruismo. La denominada moral a la carta es una especie de inmoralidad hipócrita, porque evita el coraje de adoptar la simple amoralidad."
"Y esta es la conclusión: veo que los jóvenes, presuntamente libertos y con más cosas a su disposición, tienen menos ilusiones, más problemas y menos entereza para resolverlos. Y el mercado, las modas les aprisionan más que los supuestos tabúes de la ética clásica.
Toda una escuela de psiquiatras ha tratado de sanar a ciertos neuróticos dando un sentido a sus vidas, porque es obvio que la existencia humana se vive como una empresa finalista. En caso contrario, se torna absurda y angustiosa.
La crisis de ideales personales difícilmente puede separarse de una crisis de valores. Los valores religiosos mueven a la piedad y a la caridad; los nacionales, al patriotismo y al orgullo histórico; los sociales, a la entrega y al altruismo; los estéticos, al cultivo de la belleza y a la vida como obra de arte. Pero casi todo eso brilla por su ausencia.
Si pasarlo bien es copular y ganar para consumir, se trata de una meta frustrante que explicaría el déficit felicitario de tantas gentes, especialmente jóvenes. La concepción hedonista de la vida hace menos feliz que el cálculo racional. Los hedonismos colectivos han coincidido con la decadencia, a veces con el fin de una civilización.

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